Hace un par de semanas tuve la suerte de formar parte de un evento por la empleabilidad en Oviedo, promovido por empleOviedo, el Ayuntamiento de Oviedo y La Nueva Ruta del Empleo.
Fue un día lleno de emociones y nervios, de poner cara a muchas personas que conoces a través de las redes, lo que llamamos desvirtualizar, pues eso, que me pasé la mañana desvirtualizando. Fue una jornada intensa compartida con compañeros y profesionales del sector, con instituciones públicas y políticos, pero sobre todo con personas en desempleo.
Me encontré con miradas llenas de sorpresa e ilusión, de grupos de jóvenes estudiantes que se enfrentan por primera vez al tema del empleo, aunque sea a través de una jornada dinámica sobre cómo superar una entrevista de trabajo.
Me crucé con personas cargadas de esperanza de encontrar nuevos horizontes laborales, mejores que en el que se mueven actualmente y sabiendo que algo bueno les espera a la vuelta de la esquina.
Y también me tropecé con personas que caminaban mirando al suelo, a sus pies y me costaba ver su expresión. La intuía, pero no la veía con exactitud. Esas fueron las personas que más me interesaron, esas eran las auténticas protagonistas del evento, al menos, para mí.
Te hablo de los “parados de larga duración”, de las personas que llevan meses, años sin trabajar. Te hablo de aquellos que han perdido el control de su vida, de los que sienten que ya no sirven para nada, de los que sienten que sólo dan tumbos de aquí para allá sin sentido. Esos fueron mi verdadero objetivo.
Hablé con más de uno y de dos, si me apuras, pero me gustaría compartir contigo en especial la conversación que mantuve con uno de ellos en la terraza del Calatrava. Se trata de un hombre, con estudios universitarios que llevaba trabajando toda su vida profesional en lo que le gusta, en una empresa familiar haciendo lo que mejor sabe hacer. Y circunstancias de la crisis, la cual su empresa no pudo superar, lleva un año sin trabajar. Se emociona al contarme que es el “aniversario” de su paro, que hace un año que no trabaja y que no sabe cómo salir de esa situación.
Llora al admitir que no le falta el dinero, todavía le queda un año más de paro, tiene recursos y apoyo emocional para superarlo… pero aún así, se siente tan inútil… Ya no vale para nada y siente que nunca volverá a conseguir otra oportunidad, porque él es lo que es su trabajo y su trabajo ya no existe. Comprendo sus lágrimas, le abrazo y consuelo como puedo, porque cuando crees haber perdido una parte de tí, supone un duelo más. Y aquel hombre, estaba en pleno proceso de duelo por lo que fue.
Abraza su carpeta llena de papeles con anotaciones esperanzadoras recogidas durante toda la jornada y se va, balanceándose lentamente. Y mientras se aleja, veo como mira de nuevo hacia el suelo, en busca lo que ha perdido.
La situación de desempleo hace mucho más daño de lo que te imaginas. Rápidamente piensas en el dinero, en el día a día, en subsistir, y es normal porque hay prioridades que determinan tus necesidades. Pero más allá de conseguir pagar una hipoteca o un alquiler donde vivir, y tener una nevera que no dé pena al abrirla, también hay otros aspectos importantes a tener en cuenta en el desempleo.
Cuando llevas mucho tiempo sin empleo, te vuelves más frágil e inseguro. Tu imagen, tu autoconcepto se desvanece ya que has perdido parte de tu esencia con el trabajo que desempeñabas. Cuando trabajas, eres algo más que una nómina o un número, te transformas en compañero, en jefe, en auxiliar, en ayudante y haces cosas, sirves para algo, eres productivo y aportas, por poco que te pueda parecer en muchas ocasiones. Pero cuando no trabajas, pierdes todos esos roles, dejas de ser todas esas cosas que eres y haces cuando trabajas.
Además, la sociedad, los que te rodeamos, te hacemos sentirte mal, con miradas de desdén y reprobación, pareciese que no trabajas porque no quieres. Te sientes mal por sentirte una carga para esa misma sociedad, ya sean tus padres, tu pareja o tus amigos, y todos sabemos que sentirse una carga no mola para nada.
Cuando estás ocupado, lo estás a nivel laboral y a todos los niveles, es una rueda en la que entras y la que, a pesar de las dificultades del mundo laboral, te gusta estar, nos gusta estar. Porque eres valorado por lo que haces, por la empresa a la que perteneces, por la categoría por la que cobras y por la que cotizas, y eso es objetivo, ¿a ver quién te discute eso a tí? Pero ¿cómo se valora las horas que miras ofertas de trabajo en las webs o las que te pateas polígonos con tu cv en mano? ¿Y todos los networking o charlas a las que has ido? A eso, no se le da el mismo valor, seamos sinceros, por eso lloras y piensas que ya no vales para nada, pero no es así.
Yo te aseguro que vales, y mucho, desde el mismo momento que vienes a este evento con una carpeta en la mano y te pasas la mañana de sala en sala buscando ideas y caras conocidas, desde el instante en que me saludas y me recuerdas que sigues en la misma situación que hace un año y que no lo llevas bien. Vales muchísimo porque no te cuesta emocionarte y llorar conmigo, porque te sientes un pelele en manos del destino y un tanto egoísta por saber hay personas que lo están pasando mucho peor. Vales mucho a pesar de necesitar la permanente valoración y apoyo de quienes te rodean, incluso siendo dañinas en muchas ocasiones, las necesitas, porque te importa tu gente. Créeme, vales mucho… Porque todo esto por lo que te digo que vales, es lo que te hace ser tú y eso no desaparece con los puestos que hayas ocupado o vendrá con los que vayas ocupar, todo esto que yo valoro es lo que eres, y depende única y exclusivamente de tí.
No permitas que el desempleo haga más daños de los imprescindibles, ya son suficientes. Eres mucho más que lo que fuiste algún día ocupando una silla en un despacho, no lo olvides.
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