Se nos ha ido la pinza, y mucho, con el artisteo.

 

Estaba yo tan feliz limpiando mi wc, ataviada con guantes, lejía y todo el equipamiento, cuando suena mi móvil y miro el WhatsApp. Era un video musical, por llamarlo de alguna forma.  Me quedé sin aliento y sin fuerzas para seguir frotando, pero no para plasmar aquí lo que llevo viendo desde el inicio de esta crisis sanitaria.

 

Desconozco si es el efecto del confinamiento o los vapores de la lejía y el alcohol, pero la red está inundada de vídeos, retos, conciertos, iniciativas, directos, webinars y cientos de opciones de “ayuda” para superar este complejo momento que vivimos a nivel mundial. Acciones que nos ocupan, entretienen y no dan tregua para pararte a pensar en nada, para no aburrirte, no vaya a ser que nos agobiemos, pongamos tristes o enfademos como reacción a esta pandemia que sufrimos. Necesitamos saber estar sin hacer nada, porque no hacer nada, ya es hacer algo. Necesitamos pararnos a pensar, analizar y observar desde otra perspectiva diferente a la que teníamos porque ya hemos visto que no servía, que no sirve.

Y por ahí, ya empezamos mal, pero como ya he escrito sobre ello, tampoco es cuestión de machacar sobre el mismo tema.

 

Pero aunque quizás no estés de acuerdo conmigo, no toda iniciativa ayuda, es adecuada ni oportuna. Si no más bien, puede resultar oportunista, dadas las circunstancias. Y usar el nombre de la psicología, del altruismo, de la bondad, de la ayuda desinteresada, no lo pone más fácil. Porque esta fusión forzada no va siempre unida ni a la psicología ni al desinterés, más bien puede parecer todo lo contrario resultando ser la antítesis de esta maravillosa profesión y resultando de lo más interesada.

 

Ojalá me equivoque. Ojalá. Pero parte de la información que me llega a través de estas iniciativas, está más cerca de llenar bolsillos en tiempos de crisis, de crear un caldo de cultivo de potenciales clientes, de pura estrategia comercial que de ayudar al prójimo. Y mucho menos se acerca a lo que es la psicología, o lo que al menos representa para mí.  A pesar de que soy muy fan de la estrategia, en estos casos no tanto debido a su aspecto subliminal y encubierto.

 

Una profesión sanitaria que toca de lleno la salud, en este caso mental y emocional, no debería ser usada como fórmula barata de entrenamiento ni trampolín para futuros participantes de talent shows. No sólo la psicología merece un respeto, sino todos esos profesionales que dedican su vida a mitigar el duelo, la depresión o los trastornos obsesivos que se darán con mayor probabilidad en estos meses. Pero sobre todo, lo merecen las personas que están sufriendo los estragos y la forma de querer llegar a ellas para ayudarlas como excusa de entrar en nuevo nicho de mercado.

 

Ríete tú de Leticia Sabater, la Pelo Pony o Cañita Brava, ellos al menos hacen espectáculo, son espectáculo en sí mismos y saben de las cuotas a pagar para conseguir esa fama que tanto ansían sin creerse Alejandro Sanz. ¿En qué momento ver a artistas de la talla de Alejandro Sanz, regalando su talento a través de un concierto online, nos hace pensar que su estrategia nos puede ser útil? ¿En momento hemos confundido el arte, la música, el espectáculo con la salud mental y el apoyo psicológico en momentos críticos?

 

Siento decirte, que esas idas de pinza no tienen nada que ver con lo que yo entiendo con profesionales dedicados a las personas y por ende, de su salud mental, del equilibrio emocional. Y al decirlo en voz alta, me desmarco y alejo públicamente de todo lo que tenga que ver con banalizar de esta manera la fragilidad del ser humano en momentos delicados, haciendo de ello un espectáculo de aplauso fácil, donde lo importante pasa a ser la visibilidad, los likes y el reconocimiento del supuesto profesional altruista.

 

Esto no es un comunicado, carezco de la relevancia suficiente como para decirle al mundo qué hago y o dejo de hacer. Esto tan sólo es un manifiesto sobre una forma de proceder que me resulta especialmente desafortunada y afecta indirectamente a mi profesión.

 

Espero molestar lo justo y si es así, que sea desde el respeto pero también desde la opción de replantearse a quienes realizan estas acciones desde las mejores de las intenciones, que quizás no todo vale. Aún partiendo de querer ayudar, de querer ser útiles, se nos puede volver en contra si en realidad busca tan sólo busca el beneficio propio o no tiene de base las competencias necesarias para realizarlo con todas las garantías.

 

Imagen: google.com

Se nos ha ido la pinza, y mucho, con la consciencia.

 

Desde hace un tiempo a esta parte, es una de las palabras que más leo/escucho y que menos se sabe qué hacer con ella luego. Todos los profesionales, de uno y otro sector, te hablan de ser consciente de tus miedos, limitaciones, fracasos, talentos, potencialidades…pero luego pocos te dicen qué hacer con ellos, con ello.

 

La toma de consciencia no es moco de pavo, supone la capacidad para reconocerse y darse cuenta de uno mismo, sus circunstancias y de “todo” lo que le rodea. Es diferente a la conciencia, que supone lo mismo pero en términos de moralidad, lo que está bien y mal de todo aquello que hago, percibido, presencio, pienso.

 

La ida de pinza de la que hablo, es que parece ser que está de moda hablar de ello y llenar posts (como este, mismamente), libros, escenarios, debates y ppt. En sí mismo no es malo, no hay nada mejor que saber de dónde parte uno para saber a dónde ir, y ese es parte del camino del autoconcimiento y de esta toma de consciencia.

 

Pero de nada servirá profundizar y entrar en un de bucle de introspección…si luego nadie te ayuda a hacer algo con ello, sobre todo con aquellos aspectos que estabas inconscientes por algún motivo.

 

Resulta tremendamente fácil hablar de sentimientos, pensamientos y emociones, porque es algo inherente al ser humano: todos los tenemos. Con tal de que te sepas explicar con soltura y tengas un buen barniz, cualquiera da el pego. Ahora, hablar de qué hacer con ello, y de cómo lograr un cambio en la conducta, a eso ya no se lanza uno tan alegremente.

 

La complejidad reside en ayudar a pasar de la actividad cognitiva que se basa en pensamientos y emociones que posteriormente tienen un comportamiento evidente para los demás. Este paso, ya no es tan fácil… La palabrería vacía aquí se queda coja, porque se deja de hablar de lo intangible y se pasa a hablar de pautas claras, indicadores de mejora, conductas medibles y evaluables.

 

Se nota que quien disfruta hablando de la consciencia y de la profundidad del ser humano desde la irresponsabilidad no ha vivido nunca la toma de consciencia de una persona con demencia ante su propia imagen en el espejo. Imagen que no reconoce, obviamente, pero que sabe que se corresponde con quien está frente al espejo. Es fácil probar y situar a alguien frente a sí mismo, ponerle a prueba y comprobar su reacción, hacerle consciente de la realidad… Y luego? Qué hacemos con lo que ocurra? Cómo ayudamos a gestionar las consecuencias de esa toma? Cómo manejamos el dolor, frustación, negación, enfado, euforia que se ha desencadenado y lo transformamos en algo productivo?

 

Por eso, y por muchas cosas que tienen mucho más que ver con mi conciencia que con mi consciencia, te recomiendo que tomes consciencia… lo justo. Sobre todo, según con qué temas y según si tienes quién te ayude a qué hacer con eso de lo que eres consciente. Porque pasar de ir por la vida en automático (que eso tampoco, eh…) a ser plenamente consciente de todo, puede suponer un trago tan amargo como grande para hacerlo de una sentada y por uno mismo.

 

Así que, o te organizas para ir poco a poco, o mejor no te metas en el jardín de la consciencia a lo loco, ya sea sólo o acompañado. Porque esto de las modas y de usar conceptos para rellenar en conversaciones y quedar de cultureta, ya puestos, que sea con algo que no te pueda hacer daño.

 

Que digo yo, que por tener momentos de insconciencia o de llevar el automatismo por bandera puntualmente, no pasará nada. Que esto del equilibrio, de los términos medios siempre nos ha venido bien y parece que lo olvidamos en cuanto se pone de moda cualquier palabra que suene  a diván.

 

Imagen: google.com

Se nos ha ido la pinza con el desarrollo profesional..y mucho.

 

 

El trabajo dignifica

Si no eres productivo, aparta (versión capitalista del “Aporta o aparta”)

No hay mejor herencia que trabajo y diligencia

A quien trabaja, el día nunca le parece largo

 

 

Y así, un sin fin de refranes que nos hablan de las bondades de trabajar, producir, aportar a la sociedad. Hasta ahí, bien.

 

La ida de pinza llega con las aspiraciones, el éxito, el querer/necesitar siempre más. Los ascensos, las responsabilidades, las asunciones… Eso ya no dignifica tanto, al menos según mi opinión. O no lo hace siempre, para todos y con igual intensidad.

 

Con esta reflexión no pretendo hacerte llegar una visión simplista de se trabaja / no se trabaja. Es algo mucho más simple y complejo a la vez.

 

Mi experiencia todos estos años en empresas tan variadas y dispares me ha hecho ver que se repite un patrón que no me gusta nada. Parece ser que si no eres un empleado que se queda horas y horas, que permanece conectado al móvil y al ordenador, no eres buen empleado. Porque parece ser que no das todo lo que puedes dar de ti…

 

Y digo yo ¿te han explicado y sabes hasta dónde tienes que llegar cómo mínimo, en tu equipo para ser rentable? 

¿Y cuándo empiezas a ser no ser productivo? Porque a partir de ahí, con esas bases, tanto la empresa como tú podréis decidir si continuáis con la relación y si quieres dar todo de ti…o más.

 

Pero ¿qué ocurre cuando somos productivos a un nivel adecuado, incluso óptimo, pero no excelente?

¿Por qué esa necesidad de llevar siempre al extremo a las personas?.

Si la vida profesional fuese un sprint, esta postura sería ideal. De hecho, todos hemos puesto el turbo e ido al máximo de nuestras capacidades porque la circunstancia lo requería. Pero si quieres una maratón en tu organización o en tu vida profesional, una relación a largo plazo, dosifica.

 

No imaginas cuanto casos de empleados “rentables” veo en cada empresa, donde parte de su equipo piensa que no da de sí todo lo que podría.

Aún siendo rentables.

Pero no dan más de si por lo tanto, no son todo lo rentables que podrían. Y esta ecuación, sostenida todo el tiempo, da ERROR.

 

Y ahí donde me pierdo.

 

Un empleado que cumple con sus funciones, con sus tareas, con sus tiempos (por normal general)….sencillamente no tiene porqué dar más de sí, ni mucho menos interpretarse como algo peyorativo. Porque cuando sea el momento de “darlo todo”, estará en condiciones óptimas para hacerlo y lo hará porque sabe que es algo puntual y tiene capacidad para ello. Pero generar esa tensión de manera continua, no es sano.

 

Para ninguna de las partes.

Te lo digo yo.

 

Todos tenemos la capacidad de huir de un león que nos ataque, corremos lo que no está escrito. Pero estar corriendo cada día entre 8 y 10 horas porque el león te pisa los talones y saber cada día que ir a trabajar es ir a la selva (por cierto, expresión muy instaurada) con un león esperando para perseguirte todo el día,  es una situación insostenible a largo plazo.

 

Y en cuanto a ti, profesional independiente, que todo te sabe a poco, que estás en beta permanente. Que si no lo haces con pasión, mejor no lo hagas. Que si te encanta crecer y crecer y aportar y compartir y sumar, crear… Que si todo aprendizaje es necesario, que si piensa en grande, que si sueña y vuela alto.

No sé tú, pero yo me agoto con leerme.

Te digo lo mismo que si trabajas para otros: puedes darlo todo de ti, pero como lo hagas todo el tiempo, te vas a quemar pronto, muy pronto. Y también puedes hacer las cosas, al menos algunas, sin tanta pasión como le pones al fútbol, a la montaña o los óleos que pintas. Porque de tiempo libre, ocio y descanso, también se vive.

 

Tu trabajo no debería ser una excusa para ahogar tus penas y frustraciones, una forma de focalizar tus esfuerzos para no centrarte en otras áreas de tu vida que no consigues llenar de manera satisfactoria. No debería reforzarse el ser un “workaholic”, el ir siempre a mil y oye, encantados de la vida. A pesar de que tu trabajo te haya salvado de ser consciente de tu lado oscuro, a pesar de que estar ocupado en algo que te hace sentir útil, valorado, respetado, no olvides que eres mucho más que una silla en un despacho y un nombre en una placa.

 

Por eso, te comparto una serie de derechos asertivos que me he inventado y que todo profesional, debería tener muy presente y ejercer de manera puntual para tener una vida profesional sana:

 

  • Puedes hacer cosas que no te gusten
  • Puedes hacer cosas sin pasión
  • Puedes tener un trabajo que no te llene
  • Puedes parar
  • Puedes no ser productivo todo el tiempo
  • Puedes sentirte cansado de tu trabajo
  • Puedes sentirte agobiado

 

Y un sin fin, al igual que los refranes, de derechos que puedes ejercer de manera ocasional y que no deberían hacerte sentir mal.

 

Porque la vida profesional, es un área más de tu vida, de lo que eres, y no tienes porque subirte a la moda de la pasión en el trabajo si no te apetece.

 

Trabajar, sí.

Morir por trabajar, definitivamente, no.

 

Imagen: google.com

 

Se nos ha ido la pinza con el desarrollo personal, y mucho.

 

Que si zona de confort, que si tu mejor versión, que si beta permanente, que si desapego

 

Ya, ya, ya lo sé que las reglas del juego han cambiado y que todo es volátil, incierto, ambiguo y … nunca me acuerdo de la otra sigla. En fin. Que todo esto es muy complicado, pero también se me hace cansado estar todo el día en constante crecimiento.

 

No sé tú, pero yo, necesito elementos estables en mi vida. Pocos, pequeños, materiales y personales, pero los necesito. Y vale que me adapto a este ritmo infernal de transformación constante, incluso, hasta me gusta, pero también necesito un respiro.

 

Necesito no ser productiva todo el tiempo, al menos a ojos de los demás.

Necesito vaguear, fluir como me apetezca, no como me digan otros.

Necesito cambiar a ratos y a otras estar inmóvil, acomodarme y disfrutar de la sensación de que todo está bajo control.

Aunque sea momentánea, aunque sea un susprio. Déjame que es mi momento, es mi suspiro.

 

Y por si fuera poco, me invaden los consejos por todos lados sobre cómo hacerlo, de profesionales, no profesionales, advenedizos, charlatanes y buenos oradores, que todo hay en la viña de Zuckerberg.

 

Me lanzan mensajes de “haz” , “sé”, “quítate”, “ponte”… Hasta yo misma los he usado y sigo usando en mis publicaciones, en mis conversaciones, fíjate si han calado hondo en mí. Estos mensajes, que no son más consejos y recomendaciones hechos desde el corazón y con la mejor de las intenciones, luego se transforman en otra cosa en conversaciones de cafetería, donde abundan las risas, las ironías y las bromas.

 

Con lo que, inspirada en una auténtica #influencer para mí como es Celeste Barber o el post de Joan Vergara en mi blog, te comparto mi primera infografía sobre las expectativas vs realidad respecto a lo que nos dicen (yo incluida alguna vez, lo siento!!) que tenemos que hacer para estar en el top ten del desarrollo personal y luego…la imagen que puedes llegar a generar en realidad cuando lo haces.

 

Con tanto lío, entre lo que debes hacer, lo que quieres ser, lo que te apetece de verdad y el impacto que vas a tener en los demás, me reitero en mi postura habitual: haz lo que te parezca oportuno en cada momento y sé consciente de las consecuencias de ello.

 

Nunca llueve a gusto de todos, y en esto del desarrollo personal, no iba a ser menos.

 

Se nos ha ido la pinza, y mucho, con la autoayuda.

 

Podría desdoblar este post y marcarme otro por la cara sobre la ida de pinza de las charlas motivacionales, pero no. A veces me da la sensación de que va tan relacionados que (para mí) son indisolubles.

 

Creo que se nos ha ido de las manos las charlas, libros, conferencias y demás historias con tinte de superación. Lo digo desde el más absoluto de los respetos y me llena de satisfacción (de orgullo no, porque no es cosa mía) que las personas superen situaciones vitales complicadas, esa no es la ida de pinza ni mucho menos. Incluso que nos lo quieran transmitir de todas las formas posibles a través de libros, auditorios llenos o stories tiene su punto de bondad, altruista (¿).

 

Lo que no me gusta tanto es que, se convierta en la base y se haga de ello una forma de vida, que la consecuencia se vuelva causa y con ello nos intenten meter en vena aquello de «Si yo lo he superado, tú también lo podrás superar». Que si no lo consigues, es porque no te lo propones lo suficiente. Que si ellos han salido del fango, tú saldrás, si eres un auténtico guerrero, luchador, valiente… Que sus trucos son infalibles y extrapolables a todo lo que te pueda pasar en la vida.

 

El problema no está en que se quiera hacer con esa intención desde el principio, nunca llegaremos a saberlo con seguridad. El problema está en que el público al que se dirigen estas temáticas y formatos, es un público frágil que recibirá a manos abiertas cualquier recurso que les pueda sacar de donde están. Cualquier lugar es mejor que una depresión, una enfermedad incurable o una adicción.

 

Si nos echamos las manos a la cabeza con los curanderos y pitonisas de tres al cuarto que dan recursos facilones de horóscopo de periódico ¿no deberíamos hacerlo también con esto?

 

Y no me vengas con el cuento de la libertad de expresión y que cada uno haga lo que le apetezca y le haga sentir bien, que eso cuento me lo sé yo también. Cada uno puedo hacer lo que le plazca siempre que en el camino no estafe ni dañe a la otra parte, siempre y cuando escribir un libro y dar un charla sobre cómo superó una enfermedad o situación compleja, sea una manera de aportar a la sociedad o compartir conocimiento. Lo que ya no me gusta tanto, es hacer de esa experiencia un manual de vida para otros, vendido por fascículos en forma de libro, vídeos o conferencias multitudinarias pagadas a precio de oro.

 

¿En qué quedamos? ¿Quieres ayudar a las personas con tu historia o quieres lucrarte de ello? Porque si somos claros desde el principio, creo que me gustaría mucho más la historia, tu historia. Ya puestos, te voy a contar la mía.

No tenía muy claro qué estudiar con 18 años, pero sí tenía claro que quería ser universitaria y de todo lo que podía, me quedé con la psicología. Esa ciencia de la salud (sí, que buen trabajo nos ha costado que lo aprobasen legalmente) en la que te formas para conocer el comportamiento humano a través del estudio de la mente desde todas sus perspectivas: biológica, cognitiva, evolutiva y social.

Y sí, yo también quiero vivir dignamente de ayudar a las personas, pero no por contar mi experiencia como una superación personal, como una lucha individual que deseo replicar. Yo, quiero ganarme la vida mientras ayudo a personas a que se encuentren mejor, más sanas, más libres y hacerlo basándome en evidencias científicas, en estudios contrastados, en la trayectoria de casi 150 años, sin contar con la parte filosófica, de la psicología. No me baso en intuiciones ni pensamientos mágicos.

 

Y si lo haces de esa forma, a pesar de que tenga efectos terapéuticos, los mismos que viajar o bailar, hazme un favor y no lo llames terapia ni psicología. Llámalo de otra forma, pero no psicología

 

Puedes llamarme sectaria, inflexible, corporativista o soberbia… Pero mientras me lo llamas, dime ¿en qué te basas tú para ganarte la vida?

 

Imagen: pinterest.com

Se nos ha ido la pinza, y mucho, con el éxito.

 

Se nos ha ido la pinza con eso de las aspiraciones, del desarrollo, del querer ser más, del salir de la zona de confort en cuanto nos sentimos “bien”.

 

Se nos ha ido la pinza con eso de crecer, de ser más y mejor todo el tiempo, con avanzar sin descanso, sin tregua. Y luego claro, llegan los agotamientos, el estrés y las frustraciones y aún nos preguntamos qué de dónde vendrán…

 

Parece ser que hay una moda por ahí que dice que si no estás en cambio constante y además, feliz y encantado con ello, no eres ni un profesional ni una persona de bien. Que necesitas estar continuamente creciendo, creciendo y creciendo cual Alicia en el País de las Maravillas hasta que el mundo se te quede pequeño. Y es que mola mazo, como diría el gran Camilo Sesto, que así sea, que todo lo que te rodea se te quede pequeño.

 

Y además, parece ser que las expectativas que tengas tienen que ser unas en concreto, no sirven las propias, no. Tienen que ser las que la “sociedad” ha determinado. Que digo yo, que tú también eres parte de esa sociedad, ¿no? Y podrás decidir hasta dónde, cuándo y cómo quieres llegar ¿no? Pues no.

 

Tienes que tener estudios (cuantos más mejor), títulos a doquier, trabajar y sonreír mientras lo haces, ser feliz siempre, porque sí, porque un día sin sonreir es un días perdido. Acabáramos! Tienes que cumplir con lo que toca: casarse, tener hijos, aportar a la sociedad, ganar muchísimo dinero, consumir mucho más, viajar, leer, ir al gimnasio, estar estupendo y saber mucho de nutrición. Todo esto, por empezar por alguna parte.

 

Yo no sé tú, pero mi éxito, mi ideal de ser una persona de bien y de triunfar en la vida, con 16 años (que ni siquiera pensaba yo en esto) era sacar unas notas de la leche en el instituto y saltarme alguna clase sin que les llegasen notificaciones a mis padres por correo. Y con 20, era acabar la carrera de psicología sin morir en el intento y viajar todo lo posible con mi chico. Y con 25 trabajar para pagar la hipoteca, donde fuese y como fuese. Y con casi 40…. Otro día te lo cuento, pero obviamente no son las mismas.

 

Por lo que con mi éxito, seré yo la única persona que decida qué me hace o no ser una persona exitosa. Y aunque no pueda evitar las influencias de los medios de comunicación, de las redes sociales y de quienes me rodean, no dejaré de tomar decisiones en lo que a mi éxito respecta.

 

Porque una cosa es dejarse asesorar, guiar y pedir ayuda. Tomar nota de aquellas personas que consideramos referentes (esto para otro post de idas de pinza), aprender de lo que otros hacen y creemos que les va bien…y otra muy distinta es hacer lo que te dicen que hay que hacer y ser, sin plantearte ni siquiera que es lo que te apetecía a ti. Que luego vienen la crisis existenciales y nos echamos las manos a la cabeza y culpamos al matrimonio, al capitalismo o al vecino de al lado. A cualquiera, antes que darnos cuenta de la espiral de éxito ajeno en la que nos metimos hace mucho tiempo.

 

No consientas que te digan que no tienes aspiraciones ni eres nadie en la vida por no haber trabajo en aquello para lo que has estudiado (qué horror de mantra!), que eres un flojo por haber dejado tu vida profesional en pausa para dedicarte a tu familia (no hablo sólo de hijos, hay familia más allá de los hijos, recuerda…).

No consientas que nadie decida por ti en lo que a tu vida se refiere, y el concepto de éxito es algo muy personal, tanto como tu color o tu comida favorita. Y como algo personal que es, sólo tú decides.

 

Y ya puestos ¿cuál es tu idea de éxito actual? ¿ha cambiado mucho en los últimos diez años?

 

Imagen: Sylvester Stallone, 49th Annual Academy Awards, 1977. (pinterest.com)

Se nos ha ido la pinza, y mucho, con la pasión.

 

Vive con pasión.

 

Ama con pasión.

 

Trabaja con pasión.

 

Come con pasión. Uy, eso no que tiene que ser consciente ;).

 

Y así, todo el tiempo. Y así, nos lo hemos creído, y andamos por la vida apasionados, pero también descontrolados y agotados.

 

Lo de la pasión, nos tenían que haber explicado que es a ratos, en momentos clave o puntuales, porque ser un apasionado todo el día,  llega a ser extenuante. Para ti y para los demás, no lo olvides.

 

Nos dicen que si no emprendemos con pasión, nuestro proyecto fracasará. Que si no elegimos un empleo donde abunde la pasión, moriremos de aburrimiento porque son muchas horas al día que invertimos en él. Las mismas, casualmente, que si lo desarrollamos apasionadamente y consumirá todas nuestras energías.

 

Elegir tus objetivos vitales, ya sean personales o profesionales, con pasión es fundamental. Siempre que entendamos por pasión, algo así como preferencia, predilección, inclinación, no sé muy bien qué palabra poner. Pero si maltratamos el uso de la pasión y lo llevamos solamente al extremo de la fuerza desmedida que se pone en algo o alguien, a mí, sinceramente, me da mucho miedo.

 

No quiero dejar de comentarte que el origen de pasión viene de la acción de padecer, y padecer no tiene nada de bonito. Más bien conlleva sufrimiento, carga o desazón. Y ojo que lo dice la RAE, no lo digo yo. Habrá que preguntarle a @lavecinarubia qué opina al respecto.

 

Cuando vives con pasión, todo es intenso, pura emoción. Y qué bonito, ¿verdad?

Pues no! La emoción sin razón no es más que impulso, descontrol y falta de foco. Ya lo dijo Pirelli en los 90 con aquellos anuncios que aún resuenan en mi cabeza: “La potencia sin control, no tiene sentido”. Pues mira, con la (dichosa) pasión, me ocurre lo mismo.

 

 

Por experiencia propia y cercana de lo ocurre en mi trabajo, te diré que cuando algo te apasiona, lo vives de manera tan entusiasta y vehemente, que puedes llegar a perder el control de esa emoción que inicialmente fue la que te movió a hacer cosas. Y cuando se pierde el control, se pierde la dirección y la posibilidad de medir las consecuencias de nuestros actos.

 

Cuando trabajas en lo que gusta y te apasionas, no eres consciente de las horas que empleas en crear, avanzar, crecer, sumar y se te olvida un poquito tu lado personal. La pasión por tu trabajo te hace perder el equilibrio y depositar (muy gustosamente) toda tu energía en ese lado de la balanza y dejar para más tarde tu descanso, tu familia, tus amigos, tu ocio. Tú….

 

Cuando te sumerges apasionadamente en una relación, la fase de enamoramiento, de mariposas en el estómago hace que se desvanezca el resto del mundo. Y es tan bonito, querer pasar todo tu tiempo con esa otra persona, dedicar todos tus pensamientos y todo tu empeño en ese amor… Pero también es tan cansado, tan agotador que todo esto afortunadamente sólo dura aproximadamente 6 meses y luego se estabiliza (te hablo de los niveles de dopamina que segrega nuestro cerebro y nos “nublan la conciencia”) para dar paso a otro tipo de inversión emocional.

 

Cuando te involucras al 100% con esa pasión tan de moda y exigida en uno de tus roles, como el madre o amiga, dejas a un lado el resto de roles que también tienes derecho a ejercer y que incluso es sano que no olvides para conseguir el deseado bienestar que todo buscamos con tanta ansia. O ¿era pasión?

 

En conclusión, que la pasión es necesaria para vivir en plenitud en todas las facetas de la vida. Pero como no le pongas límites, control o la gestiones, quizás mi próximo post se titule “Y se murió de pasión”.

Con lo que, vive con la pasión que quieras y puedas, no siempre hace falta estar apasionado con todo, con todos ni todo el tiempo. Ser una persona intensa, apasionada, no siempre mola, ni a los demás (todos tenemos un ritmo y los apasionados llegan a ser agotadores en ocasiones) ni a uno mismo (uno también se cansa de la energía que requiere la pasión).

 

Y que no se te vaya la pinza con la pasión, más que lo justito pa vivir bien.

 

Imagen: Carl Lewis para Pirelli.

Se nos ha ido y mucho, y para no andarme por los tendales voy a ir al grano y contarte brevemente (o al menos intentarlo) a través de unos puntos sin ningún criterio organizativo más que la visión crítica de este concepto:

 

– que yo sepa esto del networking tiene poco de nuevo, es hacer contactos de toda la vida, pero ahora en todo tipo de entornos. Lo que ocurre que si lo vistes de anglicismo, queda mucho más cool, of course.

 

– lo de hacer contactos es algo fácil: cualquiera saber presentarse (igual en lo que fallamos es en hacerlo bien, claro…) y decir a qué se dedica y qué busca. Lo complicado de los contactos es cuidarlos, gestionarlos y hacer algo útil “con” ellos.

 

– lo de hacer algo útil tiene enjundia. Hacer para ti sólo o para ambas partes?. Sé sincero: buscas ganancia propia frente a la otra, aunque quede mucho mejor en un post decir que te inmolas por el otro. Si consigues un beneficio mutuo o un beneficio propio sin perjucio propio del otro, a mí ya me parece bastante loable por tu parte, pero como te digo arriba, no queda tan bonito para llenar tu perfil.

 

– lo de tener referentes claros y acercarte a ellos para aprender y solamente aprender… creo que se nos queda algo grande. Te acercas a alguien porque te interesa y el interés puede ser muy variado, pero creo que debería ser un interés sincero ante todo y compartido por ambas partes.

 

– lo de generar una relación profesional basada en el sentimiento y las emociones, no tiene nada ni net ni de working. Tiene mucho más que ver con las estrategia (de la dañina) y la manipulación, algo que deja de ser así cuando ambas partes conocen las reglas del juego y todos tan contentos.

 

– lo del  «te doy sin esperar recibir nada cambio», no te lo crees ni tú, ni de paso yo. En la vida personal, con los amigos, con la familia, tiene un pase, y ni aún así. Pero en los negocios (y el networking, son negocios), esperas recibir a cambio, al menos, respeto y que se acuerden bien de ti ¿O eres de los que juega a “Voy a hacer esto para que tenga la sensación de que deba un favor?” No te lo tomes a mal, cada día hay evidencias claras de este tipo de acciones, siento ser yo quien te las descubra (¿).

 

– lo de ser una persona interesante, atractiva y generar interés para que aquellas personas que has seleccionado previamente en una lista, como si de la compra se tratase, nada tiene que ver con ser una persona interesada. No confundas los términos, porque las relaciones sinceras que surgen en el mundo de los negocios, son así, surgen… No se fuerzan, ni se crean, si son resultado de una estrategia previa.

 

– lo de ser sincero en los eventos de networking para no hacer perder el tiempo a ninguna de las partes, también necesita un término medio. No dejes a nadie con la palabra en la boca cuando le preguntes en qué empresa trabaja y te responda que es consultor independiente, freelance o autónomo (vivido en primera persona) A parte de falta educación, dejas una huella imborrable que es extrapolable al resto de áreas profesionales que pretendes vender.

 

– lo de decir que tienes 18.000 contactos en cualquier red (vamos, fardar), de los cuales desconoces el origen y los tienes ahí criando telas de araña, es más bien el resultado de una pésima gestión o una mala insinuación de que eres un influencer (por favor no lo pongas en tu nombre o extracto de ninguna red, me genera un rechazo tremendo).

 

 

Y no sigo, porque la idea era ser breve y sin estructura alguna.

 

Creo sinceramente, que se nos ha ido la pinza con esto del networking. Y mira que hay libros interesantes sobre ello, y mira que se habla de ello, pero lo que creo es que se nos ha quedo grande algo tan sencillo y cotidiano como socializar y hacer contactos con un fin profesional que pueden llegar a ser auténticos amigos y pilares en tu vida (vivido también en primera persona, no iba a ser todo malo).

 

Imagen: pinterest.com