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Septiembre de 2009.

Hace 10 años  que me di de alta en el RETA (Régimen Especial de Trabajadores Autónomos).

Qué ilusión! Mi primera cuota como autónomo… que pagué un recargo del triple de su cantidad por un error de mi asesor. Y lejos de hacer como los grandes empresarios o estrellas de cine, que echan balones fuera, empecé asumiendo mi primer error de novata y pagando los intereses correspondientes. Delegar implicar supervisar y no dejar a ciegas parte de tu futuro en manos de otro.

Pero yo, aún no lo sabía. Eso sí, aprendí rápido y aún sigo en ello.

 

Podría haber buscado un título más sugerente del estilo “10 tips para conseguir la vida que deseas: los secretos de mis 10 años como profesional independiente”. Pero estoy tan cansada de maquillajes y artificios, que lo que me apetece es contarte MI verdad sobre esto del emprendimiento, la libertad laboral, la conciliación laboral y demás milongas que nos hemos zampado estos últimos 10 años.

 

Yo, la primera.

 

Y lo haré en base a frases archiconocidas y archirepetidas que me hacen sangrar los ojos cada vez que las leo, frases que nos intentan meter a calzador mezclando positivismo y emprendimiento y que estoy segura de que te sonarán:

 

– “Cuando me despidieron fue lo mejor que me ha pasado en la vida”.

Ya ves, y yo que me fui por mi propia voluntad de la dirección de la empresa donde llevaba casi 4 años, lo hice con todo el dolor de mi corazón y después de meses luchando por un cambio que nunca llegó a mi organización. Y aún así, me quedé dos meses en shock sin saber qué hacer con mi vida, tal cual pintaba el panorama. Y ahí sí que hice el viaje de mi vida, ese que te cambia la perspectiva sin saber muy bien cómo, pero que así fue. Pero esto ya si eso para otro post, que así ya que estoy te lanzo el gancho y te dejo en vilo (o eso espero).

 

“Ahora soy libre, yo decido con quién sí y con quién no”.

Cierto, ciertísimo, pero también sufro por ello, soy responsable al 100% de los aciertos y los fracasos, de las facturas pendientes y las noches de desvelo. A día de hoy, me compensa, pero muchas veces me lo he planteado, no voy a negártelo. Imagino que al igual quien trabaja para otros… Cada SÍ es un riesgo, al igual que cada NO. Proyectos en los que das todo y son un fiasco, invitaciones que declinas y arriesgas a no tener ingresos durante meses por temas que van más allá de la ética o la agenda. Cada paso que das es única y exclusivamente tu responsabilidad y eso, pesa mucho.

 

“Me encanta tener mil proyectos abiertos y cambiar constantemente de entorno. Me estimula”. Vaya que si estimula y agota al mismo tiempo. Proyectos largos y cortos, con una persona o equipos de 10, 20 y hasta empresas de 300 empleados… Todo aporta, todo suma y de todo se aprende, pero también todo eso cansa y consume energía. Y es un no parar, y no siempre se tiene la energía al nivel necesario en cada nuevo proyecto, con cada nuevo cliente, en cada nueva propuesta.

Con lo que yo, que siempre me he considerado un “culo inquieto”, a veces echo de menos un poquito la manida zona de confort a la que hace tiempo que no veo el pelo. A mí, que me encanta aprender y ampliar horizontes, estar en activo y tener siempre algo nuevo en mente, añoro a ratos la sensación de aburrimiento y de no tener nada que hacer. Luego se me pasa, no queda otra y es mi sino, pero te mentiría si te digo que eso de estar todo el día aprendiendo (en Beta permanente, que mola más) es siempre un aliciente.

 

Esto no es una queja, puesto que si así fuese, ya estaría tardando en presentarme a candidaturas o planteando reuniones para ocupar puestos “fijos”, de esos que ya no existen, pero aparentan y dan el pego. De momento, no es así, pero tan sólo de momento…¿quién sabe mañana?

 

“Soy consultora independiente, freelance, colaboradora, ayudo a tu empresa a conseguir resultados…”

Todo esto, lo que tú quieras y más. Pero yo soy autónoma, que parece tener mucho menos glamour como para ponerlo en el perfil de LinkedIn. Y soy psicóloga y llevo la psicología a las organizaciones a través de la consultoría, formación y el coaching. Demasiado me parece ya para una “business card” o la placa profesional de mi oficina como para meterle más adornos, que lo único que hacen el distraer la atención de lo realmente importante.

 

“Gracias a mi emprendimiento puedo conciliar vida familiar y profesional”

Esta es de las peores falacias que existen entorno a ser trabajador por cuenta propia. Te lo resumo: tiempo que no trabajas, tiempo que no cobras, tiempo que no avanzas. Es cierto que tú eliges si es más importante estar con tu familia en el hospital o hacer malabares para estar libre el día de la función de Navidad, incluso llegar puntual a tu clase de boxeo… Pero que no te engañen: ese tiempo, invertido en ti, en los tuyos, tendrás que recuperarlo por otro lado. Fines de semana y noches pegada al móvil y al ordenador, hacer tareas que podrían ocuparte 30 minutos en 2 horas porque a ratos haces pulseras de arcoíris para las mejores amigas de tu hija, dormir durante semanas entre 5 y 6 horas al día con suerte. Pero oye, que lo haces con gusto porque es tu proyecto, tu sueño y bla bla bla, pero que también te acuerdas del día en que decidiste ir por libre, vaya que si te acuerdas.

 

Como te decía antes, a día de hoy me compensa, por eso estoy escribiendo este post por mi 10º aniversario y no buscando empleo en portales o haciendo networking para un contrato “fijo”. Pero no quiero engañarte y decirte que esto es fácil y es la mejor opción, como todo en la vida tiene sus ventajas e incovenientes y esto es una opción más entre otras tantas.

 

Quizás dentro de un tiempo, esté escribiendo sobre mi 10 aniversario en una empresa.

 

Quién sabe…

 

Imagen: google.com

Aunque en mi cabeza resuene la versión de la canción de JLo “El verano pa cuándo?” (asturianos me entenderán…) ha llegado agosto, lo cual implica cambiar hábitos y rutinas. Pero no porque lo diga yo o algún referente en la red, sino porque es inevitable y totalmente necesario. Y lo dicen expertos en salud, física y mental, no me estoy inventando nada.

Y con agosto, llega el mes de las vacaciones por excelencia. El mes para recargar pilas, para desconectar, para descansar, para leer, para viajar, para la familia y los amigos, para tantas cosa…que puede que no te de tiempo a realizarlas todas. No tenía muy claro si escribir un post, de nuevo, sobre esta temática, pero después de conversar con María Jesús Giménez Caimari de Sapiens Mindset me he visto en la necesidad de lanzarme (tampoco ha costado mucho, sea dicho de paso).

Siento alejarte del falso positivismo de “Si quieres, puedes” porque no te va a dar tiempo a hacer todo lo que dicen que te tiene que darte tiempo hacer en vacaciones. Salvo que tus vacaciones duren 6 meses, y aún así, tengo mis dudas. Parece un trabalenguas o que me he vuelto el Gargamel (si eres un Millenial tendrás que entrar en Google para saber de lo que hablo) del período estival, pero quiero ayudarte a generar las expectativas de tu periodo estival.

Este post surge del resultado de mis primeras vacaciones reales tras hacer profesional independiente y liberal, vamos el autónomo de toda la vida. 6 años después de tomar esta decisión y con una pequeña de 14 meses me cogí mis primeras vacaciones en serio, de esas de cogerte un avión, irte a una playa con aguas cristalinas y desconectar de todo lo que me había agotado durante el año.

Puse tanta ilusión y empeño en preparlas al detalle, que todo fuese “perfecto” (lo mío con la perfección viene de tan lejos…), generé tantas expectativas en lo que iba a hacer en mi tiempo de vacaciones que lo único que conseguí fue…frustrarme y pasar la mayor parte del tiempo pensando que no me daba tiempo a todo lo que tenía previsto hacer en esas semanas. Y así, aunque cada vez ha ido a menos, me ha ocurrido año tras año.

La única responsable de mi frustración ante la incapacidad para llegar a todo lo tenía pensado fui yo, cierto. Pero existen otros factores que no me ayudaron nada a gestionar la limitación del tiempo y de mis capacidades respecto a las vacaciones. ¿Sabes a qué me estoy refiriendo?
Listas y listas interminables de lo que DEBES hacer en vacaciones: que si descansa, que si viaja, que si haz deporte, que si escribe un libro, que si pasa tiempo con la familia, que si haz deporte.
Mira, te lo digo de corazón, y tal y como acabé mi anterior post sobre este tema: haz lo que te apetezca, lo que quieras y puedas con tu tiempo libre. Incluso, si decides no tener vacaciones, también será estupendo siempre y cuando sea tu elección. Y si en el peor de los casos, te ves obligado a usar ese tiempo “idílico” en hacer algo que no te apasiona, no dramatices: todo llega, todo pasa.

Para mí, estos listados de lugares ideales, estos inventarios de tareas a realizar en el periodo estival no dejan de ser estereotipos o ideales. Y no pocas cosas debería haber tan sagradas como el uso del tiempo libre.
Cierto es que no estamos libres de tendencias, modas y aspectos sociales que nos invaden a diario y desde que nacemos, pero también tenemos la capacidad de decidir y hacer lo que te apetezca en el ese tiempo reservado para el descanso. Por lo que deberíamos empezar a plantearnos antes lo que es el descanso para cada uno de nosotros.

¿Qué implica para ti descansar? ¿De qué (o de quién) necesitas descansar durante una época del año? Me gustaría que la respuesta fuese única y exclusivamente tuya, sincera, de corazón, por lo que puedes compartirla conmigo en el blog o red desde el que me lees. Pero lo que realmente me haría ilusión es que te respondieses con esa sinceridad y actuases en consecuencia usando ese tiempo como te plazca y te puedas permitir.

Por lo tanto, aquí no verás el catálogo de los mejores libros para leer, de las mejores playas que visitar, los museos más interesantes o los mejores cursos de verano. Me gusta pensar que cuando reflexiono en voz alta te puede servir para encontrar ese equilibrio tan necesario, aunque tan sólo sea a ratitos, que todos buscamos. Y lo que sí tengo claro es que tu equilibrio, tu tiempo libre y ocupado, tu vida, tu agosto… es tuyo.

Haz con él lo que te plazca y déjate de modas y listados interminables.

 

Imagen: Kenton Nelson