Los pasados días 8 y 9 de febrero Oviedo ha recibido la visita de Merce Roura, gracias a la propuesta de valor de Elena Arnaiz y al trabajo del fantástico equipo de Oviedo Emprende. Junto con Paula Sopeña, hemos compartido varias jornadas donde se presentó su libro “Cosas que debí decirte hace 100 años” y facilitó un maravilloso taller sobre “Comunica tu talento”. Gracias a todos por haberlo hecho posible y gracias por permitirme formar parte de ello!

Más allá de contarte la intensidad de las horas vividas, de los aprendizajes recibidos y de las miradas cómplices que se sucedieron a lo largo de esos días, quisiera compartir contigo lo que me llevo de la lectura de este libro y las reflexiones a las que me ha guiado.

Hablando con Merce en privado y viendo su capacidad comunicativa en público, pensaba en la coherencia de su marca personal, de su estilo y su impacto en las personas que estábamos presentes. Aunque parece que es algo natural y sin esfuerzo, te aseguro que detrás de esa aptitud para llegar a la gente hay muchas horas de preparación y superación, y lo mejor de todo, es que ella te lo cuenta sin tapujos.

Lo primero que me sorprendió de Merce al leer sus reflexiones es la generosidad que emana de cada uno de sus textos. En ellos, puedes descubrir la dificultad del ser humano, pero narrada en primera persona por ella, para superar las limitaciones, para darse cuenta de sus errores, para conseguir arriesgarse ante el inmovilismo de quienes la rodean. Y lo hace de la mejor forma que sabe, desnudando su alma sin pudor (aparente) y compartiendo con quienes la seguimos, su historia personal de cambios vitales. A veces roza lo íntimo, otras la descubres en un mundo soñado, pero …¿qué importa eso cuando te hace sentir que tú también puedes hacerlo? Gracias de nuevo, Merce por todo, por tanto.

 

“Ya nada fue lo mismo. Me volví imprudente, atrevida… Me reí de mí misma y de mis miedos. Me columpié en mis recuerdos amargos… Me salté mis códigos más barbaros…”

El virus de la osadía

 

Al seguir con la lectura de su blog y después de sus libros, me dí cuenta de que cada golpe de texto, era un continuo reto. Permanentemente consigue llevarte de una situación a otra y promueve en tí el deseo de mejora permanente, pero aliñado con grandes dosis de realidad donde no se olvida de contarte el esfuerzo y, muchas veces, el sacrificio que ello conlleva. En este momento, supe que sus pensamientos plasmados en papel eran mucho más que un simple libre de autoayuda, son ideas, deseos y acciones que te llevan a un grado de reflexión e identificación tan profundas que con sólo dirigirlos al lugar adecuado de tu vida, puedes obtener mucho más que el placer de leerlos. El reto al que me refiero, el duelo al que te enfrenta entre lo que eres y lo que quieres llegar a ser, es un camino que hay que recorrer, sudar y tropezar para descubrir que puede tener una meta asombrosa. Y si eres listo, no te lo llevarás solo al terreno personal, lo harás a nivel profesional y descubrirás que quitarse el abrigo no es tan difícil como parece, y que te permitirá quedarte en todas las fiestas que te apetezca.

 

No vas a soltarte y flotar? Notar que te invade la espuma y puedes porque quieres y brillas porque estás serena y compuesta. Que eres compacta pero si hace falta te articulas, te mueves, te deslizas…”

Quítate el abrigo

Si leyendo su libro había pensado que las palabras son importantes, disfrutando de su presencia, se confirmaron mis sospechas: el tremendo valor del lenguaje y la comunicación en la construcción de las relaciones, propias y ajenas. La forma de hablar, el estilo de comunicación y la exquisitez por la elección de cada palabra, forman parte del éxito y pulcritud de una persona. El lenguaje puede ser un arma de destrucción masiva, cuando por una mala elección decides usarlo contra tí mismo a través de un diálogo interno limitante y dañino. Pero también puede ser un afilado puñal contra el resto del mundo y las relaciones que destruyes, en lugar de construir, con navajazos lingüísticos e hirientes expresiones. Eres dueño de tus palabras y de tu forma de comunicar, y deberías saber cuanto antes, la importancia de los mismos en la generación de una realidad más cercana a lo deseas de lo que imaginas. Tus patrones lingüísticos y tu forma de comunicarte tiene mucho que ver en la manera en la que consigues generar el contexto en el cual desarrollar lo mejor de tí mismo. La inspiración para mejorar y usar el lenguaje como vía de desarrollo personal y profesional, obteniendo mejores resultados vitales, es otro de los regalos de estos días, de estas páginas.

 

“Y sobre todo, importan las palabras porque con ellas se construyen puentes, generan empatías. Importan porque convierten a la víctima en el dueño de su destino, porque generan oportunidades”.

Las palabras curan

 

No sé si es la última reflexión por ser la más profunda o la más importe, pero es la que más me emociona al compartir aquí. Y es la universalidad de las palabras de Merce… Me he sentido tan reflejada en algunos de sus textos, me he visto en la distancia en otros tantos y sé que pasaré por muchos de los que narra en su libro. He podido comprobar que muchas de las historias que vivo en primera persona y las otra que presencio en primera fila como espectador gracias a mi profesión, se repiten. No son exclusivas ni a tí ni a mí, sino que son un círculo vital en el que se mueve el ser humano que somos tú y yo, y que pueden ser plasmadas en forma de historias cortas, igualándonos a todos. Esa forma de igualar, de democratizar experiencias, hace que veas las miserias, talentos, potencialidades y dificultades de las personas. Porque a pesar de todo, y afortunadamente, nuestro lado humano prevalece siempre.

 

“Tanta insatisfacción por no poder llegar a ser la idea que tenemos de nosotros mismos y a veces de los demás es agotadora. …. El anhelo de perfección es un lastre. La perfección mata la motivación y las ganas. Mata los deseos y las pupilas inocentes”.

Insufrible perfección

 

Podría seguir contándote infinidad de aportaciones de esta experiencia en mi vida, pero prefiero que seas tú el protagonista de la tuya y que algún día, me cuentes, como yo lo estoy haciendo ahora, lo qué ha supuesto conocer en profundidad el alma de Merce Roura a través de lo que te ofrece.

Imagen: Oviedoemprende.es

Este no es un post cualquiera sobre personas tóxicas. Quizás uno más, pero no uno cualquiera. Para saber a qué me refiero tendrás que seguir leyendo hasta el final y no dejarte ni una sola palabra atrás…

Es cierto que, por lo general, no nos han educado sobre cómo generar vínculos o mantener relaciones sociales saludables, y que por lo tanto, vamos moviéndonos en este complejo mundo como podemos. En algunas ocasiones tenemos éxito y en otras no tanto, por lo que vamos dando tumbos y, con suerte, aprendemos por el camino cómo relacionarnos de manera exitosa.

 

La Doctora Lillian Glass, publica en el año 1997 el libro “Relaciones tóxicas: 10 maneras de tratar con las personas que te complican la vida”. Fue tal el impacto de esta obra, que 20 años después el concepto de persona tóxica florece muy a menudo en nuestra conversaciones. ¡Cómo nos gusta hablar de esas personas tóxicas que tanto nos estropean la vida y de las cuales debemos huir cual mofeta en celo!.

Voy ayudarte de manera muy práctica y rápida, y además como un auténtico profesional, a que te deshagas de esa persona tóxica que tanto te molesta y amenaza tu estabilidad mental:

1.- Ayúdala a ser consciente de su responsabilidad, de tomar las riendas de su vida. Y acto seguido, déjala sola en el camino que le toca emprender de nuevo con frases como “Eso es cosa tuya”, “A mí que me cuentas de tu vida”, “Yo no soy tu madre” (Bendita Jennifer López y su canción…) y cosas por el estilo.

2.- Hazla sentirse culpable de todo lo que le ha ocurrido, y de paso, ríete diciéndole que tú ya sabías lo que pasaría. Es lo que toda persona necesita escuchar cuando su mundo se derrumba y descubre que ella ha sido la principal precursora de ello.

3.- Llénate la boca con frases de Cohelo, de las que salen en las galletas de la fortuna y de las de las tazas de Mr. Wonderful. Y hazlo mientras montas un drama y te hundes porque hoy llueve y se te encrespa el cabello.

4.- Dile que es bueno aprender y mejorar cada día, saber que siempre podemos ser nuestra mejor versión. Pero ten cuidado, quizás se anime a apuntarse a alguna actividad interesante y quiera que la acompañes. Y tú ya vienes de vuelta de todo y no hay nada nuevo que te pueda aportar.

5.- Fomenta su autonomía y facilita su toma de decisiones, dicen que es lo que hay que tomar para empezar a ser feliz. Ah! Que no se te olvide pasar a ver a tu madre para recoger los tupper bien cargaditos el fin de semana, te estás quedando sin provisiones.

6.- Invítala a que amplíe su círculo de amistades, que conozca nuevos escenarios y aumente su red de contactos, que salga de sí misma. Aprovecha y díselo en persona, no todo se puede hacer a través del whatsapp o Facebook, y tú ya llevas varios meses sin salir de casa.

7.- Anímala a que pierda sus miedos, para que se lance a probar nuevos retos, a que fracase para saber lo que es el éxito. Puedes hacerlo mientras repasas el brazo desgastado del oso de peluche con el que duermes abrazado.

8.- Infórmala de que la mentira no lleva a ninguna parte, de que hay que aceptarse y quererse, de que hay que afrontar la realidad de manera valiente. Y hazlo cuando quedes con ella para contarle lo bien que te va con tu pareja, esa con la que has roto hace semanas y nadie sabe.

9.- Cuéntale que lo importante son las personas, los valores, el interior, lo que nos aportamos… mientras corres en la cinta del gimnasio, después de comentarle lo fácil que es la receta de los zumos detox y le pasas el enlace sobre las últimas tendencias en moda.

10.- Ayúdala a entender que criticar y quejarse permanentemente no es la solución a sus problemas. Pero intenta no mezclarlo con otros temas pendientes que tienes que hablar con ella, como son la separación del vecino del tercero, la manía que te tiene tu compañera de trabajo y lo difícil que es conseguir mejorar en el mundo profesional con la cantidad de enchufados que hay….

 

Ilustra a esa persona con todos tus conocimientos sobre psicología de la vida y de la calle, esas cosas que no se aprenden en las universidades y que vas extrayendo del día. Y hazlo para que lo aplique lo más rápido posible, pues no tienes ni tiempo, ni ganas.  Y si no eres capaz de ello… ¡Huye! ¡Corre cuanto puedas! Tienes enfrente a una persona altamente tóxica, y será un cargo en tu vida, ni se te ocurra plantearte qué tienes qué ver tú en esta historia ni en qué puedes ayudarla.

 

Moraleja: Cansada de leer y escuchar hablar sobre las personas tóxicas y siendo espectadora de la confusión que ello genera, me he decidido a compartir contigo mi visión sobre esta polémica forma de etiquetar a las personas.

No existen personas tóxicas, sino comportamientos, hábitos, situaciones, relaciones nocivas para cada uno de nosotros. Entre la importancia de detectarlos e intentar resolverlos y etiquetar a personas como tóxicas y apartarlas de tu vida de manera radical, puede haber un término medio.

Si huyes de todo aquello que te resulta doloroso, nunca aprenderás de ello. Si evitas aquello que te resulta perjudicial sin intentar asumir tu parte de responsabilidad ni cómo resolverlo, no comprenderás la forma de no volver a repetirlo. Estás boicoteando tu propio aprendizaje y capacidad creativa, estás limitando tu capacidad para gestionar relaciones y conflictos, y estás obviando que quizás, sólo quizás, seas tú ese parásito emocional del que tanto huyes.

Como dice Marcela Serrano en su libro Para que no me olvides: “En los tiempos de mi abuela nada se echaba a la basura. Tampoco la experiencia. Un beso era casi único en la vida y se atesoraba. El dolor se guardaba con rigor para no olvidarlo. Así aprendieron de él. En los tiempos míos, medias, dolores y besos, todo se consume, todo se rompe, todo se desecha”.

Tú decides qué hacer con esas personas, con los sentimientos que te generan y también decides si das otra oportunidad. Porque también has de valorar si nunca has tenido este tipo de comportamientos o te has visto involucrado en alguna relación dañina. Tú eliges si deseas deshacerte de personas o de comportamientos, si prefieres sentenciar para siempre esa relación o generar y facilitar aprendizajes para ambas partes.

En definitiva, tú eliges si ver belleza donde los demás, incluso tú por momentos, sólo ven despojos.

Imagen: pixabay.com

 

Cada día es más frecuente el uso de las redes sociales (en adelante RRSS) en el día a día, desde el aspecto meramente personal hasta la faceta profesional más depurada. Y en ese amplio espectro, comienza una de las tomas de decisión actuales que más dilemas te puede generar en el uso de las RRSS: ¿qué relación quiero con las RRSS respecto a mi perfil?.

No voy a hablarte de #marcapersonal, pero sí te voy a hablar de cosas que tienen que ver con ella y de tu relación con la información que ofreces sobre tí en la red.

Cuando decides usar una red social, sea del tipo que sea, lo primero que tienes que tener claro es que es un escaparate de tu vida, y no has de tener de miedo a ello, siempre que sea algo medido y realizado de manera estratégica. Sí, estratégica. Parece que cuando se relaciona esta palabra con el uso de las RRSS, se ponen los pelos de punta, pero nada más lejos de la realidad, y de lo necesario en este aspecto de tu vida.

Desde el momento en el que subes una imagen, una reflexión, respondes a una publicación, estás dando información sobre quien eres. Pero no es algo a lo que temer o rechazar, siempre que tengas claro cuál es la información que estás ofreciendo y sobre todo para qué la ofreces. Quiero que seas tú quien valores y decidas la intensidad de tu presencia en las RRSS, pudiendo ser desde casi nula o inexistente hasta desarrollar un Oversharing (o Síndrome de compartir todo).

Lo primero a tener en cuenta es un profundo análisis sobre la información que quieres compartir y ofrecer sobre ti en las RRSS elegidas, y saber que según la red, la información va dirigida a diferentes públicos que esperan diferente información sobre ti. Estás construyendo lo que se denomina identidad digital o lo que creas en la red sobre ti, que dará paso a la reputación digital, lo que dicen los demás de ti en la red.

Más allá de las pautas de los profesionales que he citado arriba y de los cuales he ido aprendiendo en esto años, donde hablan sobre la importancia del autoconocimiento, la diferenciación, la coherencia, la transparencia o la transmisión de valores, quiero centrarme en la reflexión sobre si estás presente, te expones o sobreexpones en la red. Es muy habitual, y cada vez más, escuchar aquello de “Si no estás presente en la red, no existes”, y esto, tanto a nivel personal como profesional, puede resultar muy duro de escuchar, pero sobre todo, de gestionar.

Si has decidido, por el motivo que sea, crear un perfil y comenzar a usarlo, piensa en que tu nivel de exposición tendrá determinadas consecuencias, las cuales deberán serán evaluadas previamente y deberán ser coherentes con los objetivos que pretendes con el mismo uso de la red. Esta fase previa, es la base de todo lo que vas a crear a partir de ahí, y no lo olvides: una vez compartida, la información deja de ser tuya y pasa a ser pública, siendo usada e interpretada por quienes la reciben. Muchos o pocos, relevantes o mundanos, son el resto de personas que la reciben, quienes manejarán esa información sobre tí, de ahí la importancia de que tengas una estrategia.

Hasta aquí, parece que lo único que he hecho es meterte miedo en el cuerpo, pero pretendo todo lo contrario. Quiero que te lances de una vez a usar la red como trampolín para compartir todo lo que eres y puedes llegar a ser al nivel que desees, pero que lo hagas con conocimiento de causa, y eso, requiere tiempo y estrategia (sí, ya lo sé, me repito, pero no me importa).

No suelo dar pautas ni consejos, no hay cosa que más me aborrezca me que pretender “ilustrar”, pero en este caso, sí que me apetece compartir contigo alguna reflexión que he tenido en estas últimas semanas sobre este tema y que tienen que ver con mi opinión sobre la exposición en las RRSS:

  • Publica aquello que quieres que se sepa, ni más ni menos, y hazlo de manera reflexiva, meditada, programada, que nunca sea algo impulsivo. No compartas datos personales que puedan poner en peligro el límite entre lo público y lo privado.
  • Comparte aquello que tenga que ver contigo, con quien eres, con lo que haces, con lo quieres o lo que sientes, pero hazlo de manera estratégica y planificada, incluso si es sólo a nivel personal.
  • Difunde única y exclusivamente aquello que tenga que ver contigo, en el momento en el que incluyas a alguien, valora si de verdad te beneficia o perjudica vincular tu identidad digital a la otra parte. No siempre es así y tendrás que aprender a gestionarlo.
  • Parecida a la anterior, pero al revés: antes de relacionar tu imagen a otros, piensa si puedes dañarles o no desean exponerse en la red de la forma en la que tú lo haces (menores que luego serán adultos, compañeros que no son usuarios de RRSS, personas con situaciones personales delicadas….). Pregunta o pide permiso antes, SIEMPRE.
  • No es necesario que subas a la red cada paso que das ¿no te resultan pesados ciertos perfiles? A mí, sí y no quiero ser uno de ellos… La sobreexposición puede llegar a cansar a quien te sigue o darle más información de la necesaria, llegando a ser peligroso.
  • Responsabilízate de que cada publicación y su efecto en tu reputación digital, los usuarios de la red interpretan a su antojo, pero lo hacen con los datos que tú proporcionas. De ahí la importancia de que lo crees sea real, transparente y coherente, pero sin dejar de perseguir un objetivo de impacto en tu reputación digital.
  • No tienes porque gustar a todo al mundo, de hecho, ni siquiera tienes que gustar, siempre que ese no se el único motivo por el que tienes redes sociales. Por lo que es importante que te prepares a recibir críticas, a gestionarlas y manejarlas como parte del «juego».
  • Asume que podrás controlar lo que compartes pero no lo que los demás opinen, por eso es tan relevante el papel de la coherencia y la seguridad a la hora de estar presente en la red.

Y ahora, si vas a estar presente en las RRSS, que sea con una buena protección para evitar la no deseada sobreexposición ;).

Imagen: Pixabay.com

 

Eso le digo al 2017, año de cambios y transformaciones, momento de tomar decisiones y emprender nuevos caminos. Pensarás que cada año es igual a fecha de 1 de enero, que no hay nada nuevo en mis palabras, y lo cierto es que, al menos en parte, tienes toda la razón. Pero en este 2017 se materializan ideas que han ido tomando forma a lo largo de estos últimos años y que han cogido fuerza en los últimos meses, y tú , tienes mucho que ver en ello.

No pretendo hacer balance del año anterior ni una declaración de intenciones del que ya está en marcha, tan sólo quiero contarte qué significa este año nuevo para mí, porque tú, formas parte de él, de una manera muy importante, más de lo que te imaginas.

2017 tiene un simbolismo especial para mí, pues de alguna forma, el número 17 siempre ha estado presente en fechas importantes para mí. Un día 17 nació mi padre, otro día 17 del año 2007 nos casamos (esta año se cumplirán 10 años!), otro día 17 nació mi sobrino y ahijado y también un día 17 comencé la aventura de hacer aquello en lo que creía y que poco a poco se transformó en mi forma de vida. Demasiados 17 como para no significar nada ¿no crees?

Te espero con los brazos abiertos, y ahora te lo digo a tí. Este año que se ha despedido hace un suspiro, ha sido un entrenamiento para estar en forma y afrontar este intenso 2017 que se presenta. Ha sido un aprendizaje y una preparación para desarrollar toda una serie de acciones en las que tú serás el protagonista principal.

Con cada mensaje, cada comentario, cada aportación que has hecho, has dado valor a lo que hoy toma forma. A través de tus palabras, de tus preguntas y tus dudas, de tus reflexiones y solicitudes, y de tus críticas más duras, me has ayudado a cerrar ciclos y abrir otros nuevos, y todo es gracias a ti.

Quizás te cueste llegar a comprender tu papel en esta decisión, pero te aseguro que estás ahí. Y es tan importante para mí, que te quiero hacer partícipe desde el principio en ella, y quiero hacerlo de manera que tengas un papel destacado, un papel estelar. ¿Qué cómo lo haré? Pues todavía estoy dándole vueltas para mejorarlo y hacerlo sencillo, pero voy a contarte qué pretendo compartir contigo a lo largo de estos meses. En unos días te explicaré cómo hacer a través de mis perfiles en las redes sociales, no te despistes!

Con el inicio del 2017 te quiero invitar a que formes parte de un ciclo de talleres y cursos mensuales para grupos reducidos en los que exploraremos a lo largo de 8-10 horas, aquellas temáticas que durante todo el 2016 te han resultado interesantes y así me lo has hecho llegar de diferentes formas. Y quiero que seas tú quien elija la temática de cada mes con tus votos en la web, y además, al hacerlo entrarás en el sorteo de una de las plazas de la temática ganadora. ¿Qué te parece la idea? ¿Te gusta?

Quiero premiar de alguna forma tu fidelidad en estos años, tu apoyo en estos últimos meses, tan decisivos e importantes para mí. Me gustaría agradecerte de alguna manera todo el tiempo que llevas a mi lado de una u otra forma y qué menos que hacerlo de la mejor forma que sé y puedo. Si recuerdas mi post para felicitar el año nuevo, estás dentro de la categoría SIN TI NO SOY NADA, y quisiera hacerte llegar mi gratitud de algún modo.

Esto es sólo el principio de lo que pretendo hacer durante este 2017 tan simbólico para mí, espero que me acompañes a lo largo del año y me sigas aportando tanto como has hecho desde el primer día. Estamos a 3 de enero, ¿te imaginas hasta dónde podemos llegar juntos a medida que pasen las semanas y los meses? Estaré encantada de poder comprobarlo si me permites pasar contigo las hojas del calendario.

Te espero con los brazos abiertos…

 

 

 

 

 

 

Fuente de la foto: pixabay.com

 

 

Si en la gestión de personas hay una máxima que se cumple es la de “Se contrata por las APTIDUES, y se despide por las ACTITUDES”, ¿qué puedo hacer durante el proceso de selección para predecir con mayor exactitud que el candidato será el adecuado? Indagar sobre sus competencias e ir un poco más allá, en las competencias emocionales. 

La lectura del cv y las preguntas sobre la experiencia, se ha quedado anticuadas hace tiempo en el proceso de selección. La entrevista por competencias, o entrevista conductual aporta más valor e información sobre lo realmente importante en la persona: la habilidades y aptitudes del candidato.

Actualmente hay un tipo de entrevista, en la que se trabajan las competencias o respuestas basadas en posibles conductas ante acontecimientos que tienen relación directa o indirecta con las funciones del puesto o la organización para la que se postula. Pero quiero cruzar esa línea, ir un poquito más allá, e intentar detectar la capacidad emocional del entrevistado en lo que será su futuro puesto a través de lo que yo llamo la entrevista emocional (basada en los componentes de la Inteligencia Emocional propuestos Daniel Goleman),

Te cuento cómo lo hago, por si te sirve de ayuda en tu búsqueda de empleo o en tu trabajo como seleccionador. ¿Empezamos?

Tras analizar el cv y ver que perfil en caja con el puesto (para ello deberás tener claro la DPT, y si no es así, ya vas tarde…), preparo la entrevista con cuidado y diseño posibles situaciones que se puedan dar en su puesto de trabajo en las que pueda valorar los siguientes aspectos:

  • Autoconocimiento: creo contextos reales, tanto laborales como informales, en los que la persona que tengo en frente deba poner a prueba su capacidad para percibir los propios sentimientos, identificarlos y ponerles nombre. No busco a eruditos del diccionario emocional, busco a personas que conozcan sus emociones y me cuenten cómo las detectan y las denominan. Según la pericia del entrevistado, podría hasta trabajar su comprensión emocional, indagando sobre su capacidad para identificar los motivos que subyacen a dichas emociones.
  • Autocontrol: siguiendo en la misma línea, propongo varios escenarios laborales y cotidianos, donde el candidato pueda explicar su capacidad para gestionar las emociones que le generan. Aquí trabajo las emociones desde el punto de vista de su intensidad (alta o baja, siendo la ira una emoción con alta intensidad) y de su carga (positiva o negativa, siendo la ira una emoción con carga negativa).
  • Motivación: en esta parte lo que trabajo con el candidato es su capacidad de enfocarse hacia el logro de objetivos y su forma de hacerlo, de superar fracasos y asimilar aprendizajes emocionalmente intensos. Me gusta trabajar también la competencia de motivar a otros, si posee o no habilidades para transmitir pasión y dirigir hacia otros hacia los objetivos, sin tener que ser necesariamente un líder.
  • Empatía: en este apartado, intento navegar con el candidato en las aguas de las emociones ajenas y detectar su capacidad, pero principalmente su interés, por comprender las experiencias emocionales de los demás. Pero también me gusta saber el uso que le daría a esa capacidad, tanto en situaciones laborales como en otras del día a día.
  • Habilidades sociales: y por último, trabajo varias competencias necesarias para el éxito social. Aquí solamente trabajo 2 o 3 para no alargar mucho el proceso y no agotar al candidato, y su elección depende de los requisitos del puesto. Investigo sobre la capacidad para resolver conflictos físicos y verbales o su habilidad para negociar, buscando encontrar aquello más acorde a lo que necesita la organización y el candidato posee actualmente o puede desarrollar en un futuro.

Espero haberte ayudo en cualquiera de las situaciones en las que te encuentres, pero recuerda una cosa muy importante: puedo diseñar las preguntas y crear las situaciones, pero las respuestas están en la otra parte. Y unas veces encajan con lo que se busca, pero otras no…. Así que, seamos lo más sinceros posibles con nuestras emociones.

Imagen: Pixabay.com

*Artículo publicado originalmente en La Nueva Ruta del Empleo.

 

 

 

¿Por qué nos recomiendan marcar la diferencia y crear valor, y por otro lado, nos invitan a ser clones? Incoherencias del mercado la laboral y de la vida misma…

*En contra de lo que pueda parecer, Steve Jobs es para mí un referente como empresario de éxito y persona que supo luchar por sus ideas, un ejemplo a seguir.

Se acerca la Navidad y todos estamos cargados de buenos propósitos e intenciones positivas, de recomendaciones que suenan mejor según las decimos que el plantearnos hacerlas.

Por ese motivo he dudado de la temática del artículo, pero no puedo ir en contra de mis instintos creativos y de lo que realmente me apetece compartir esta semana. Siguiendo los principios de la asertividad, que guían una comunicación directa, sincera y respetuosa, me he tomado la libertad de hacer uso de uno de los derechos asertivos básicos: tengo derecho a no estar de acuerdo y expresarlo. Y en esas estoy…

¡No quiero ser Steve Jobs! Estoy cansada de títulos de libros y artículos donde aparece su nombre, recomendaciones en todas partes de cómo parecerse a él y llegar a conseguir sus éxitos, de cómo logró sus objetivos para que todos lleguemos a conseguir los mismos… Y es ahí donde me entran las dudas: si el mercado laboral me pide que me diferencie, que cree valor ¿cómo es posible que en cada artículo y post que lea, me recomienden ser como Steve Jobs? ¿Soy yo la única que encuentra cierta incongruencia?

De ninguna de las maneras quiero ni puedo ser como Steve Jobs, por el simple motivo de que no he vivido lo que él ha vivido, ni sentido, ni percibido, y por lo tanto es físicamente imposible. Pero además, en el caso de que lo quisiera ser, ¿lo quiero porque me apetece y puedo o porque el mercado laboral me empuja a ello? No puedo engañarme a mí misma (ni puedo permitir que los demás lo hagan) haciéndome creer que puedo llegar a ser alguien que no sea yo. Es tan sencillo y al mismo tiempo tan complejo… Quizás sería más adecuado, aunque más doloroso y complicado, que nos ayudasen a encontrar el equilibrio entre lo que somos, lo que el mundo quiere y lo que realmente podamos llegar a ser. Que las recomendaciones y pautas vayan más en la línea de aceptar las limitaciones, saber vivir con ellas y sacar partido a lo mejor de uno mismo. De mejorar todo lo posible, de adaptarse a lo que se demanda, pero en base a mis motivaciones, no con las que tuvo Steve Jobs.

Con esto no quiero decir que las historias de personas exitosas no nos alienten a seguir adelante, a crecer y aprender de sus experiencias, pero no nos engañemos: cada cual es cada cual. La parte positiva de todo esto, es que cada uno de nosotros somos únicos e irrepetibles, perfectamente imperfectos, como un diamante con aristas por pulir y deslumbrar. No nos empeñemos en ser quienes no somos, ya que nuestras aspiraciones son propias e intransferibles, además de dinámicas a lo largo de la vida y por lo tanto, no tienen por qué ser las de Steve Jobs. Cada uno de nosotros tiene un propósito de vida, que a veces cuesta descubrir, y ese propósito es nuestro, de nadie de más.

Por ello, también me gustaría compartir (que no aconsejar) sobre lo que a mí me ha ido funcionando a lo largo de estos últimos años a la hora de conseguir objetivos:

  • Conócete: pasas todo el día contigo mismo, tienes tiempo más que suficiente para conocerte, valorarte, discutir aquellos aspectos que no te gustan, los que hay que mejorar y adaptar, pero también para saber en lo que eres bueno, lo que haces mejor que muchos o incluso que nadie.
  • Acéptate: después de saber quién eres, admite en lo que quieres y puedes cambiar, ponte objetivos alcanzables y busca tu mejor versión. También admite aquello en lo que no estás dispuesto a negociar con nadie, en lo que te encanta y forma parte de tí.
  • Muéstrate: dile al mundo que estás ahí, enseña todo lo que puedes ofrecer y aportar vayas donde vayas, sin temores, sin dudas. Y lo harás bien, porque lo harás convencido de que eres tú mismo, y no un personaje creado para la ocasión.

Y tú ¿quieres ser como Steve Jobs o crearte tu propio camino?

Imagen: pixabay.com

Artículo originalmente publicado en La Nueva Ruta del Empleo.

 

 

 

Hace un par de semanas tuve la suerte de formar parte de un evento por la empleabilidad en Oviedo, promovido por empleOviedo, el Ayuntamiento de Oviedo y La Nueva Ruta del Empleo.

Fue un día lleno de emociones y nervios, de poner cara a muchas personas que conoces a través de las redes, lo que llamamos desvirtualizar, pues eso, que me pasé la mañana desvirtualizando. Fue una jornada intensa compartida con compañeros y profesionales del sector, con instituciones públicas y políticos, pero sobre todo con personas en desempleo.

Me encontré con miradas llenas de sorpresa e ilusión, de grupos de jóvenes estudiantes que se enfrentan por primera vez al tema del empleo, aunque sea a través de una jornada dinámica sobre cómo superar una entrevista de trabajo.

Me crucé con personas cargadas de esperanza de encontrar nuevos horizontes laborales, mejores que en el que se mueven actualmente y sabiendo que algo bueno les espera a la vuelta de la esquina.

Y también me tropecé con personas que caminaban mirando al suelo, a sus pies y me costaba ver su expresión. La intuía, pero no la veía con exactitud. Esas fueron las personas que más me interesaron, esas eran las auténticas protagonistas del evento, al menos, para mí.

Te hablo de los “parados de larga duración”, de las personas que llevan meses, años sin trabajar. Te hablo de aquellos que han perdido el control de su vida, de los que sienten que ya no sirven para nada, de los que sienten que sólo dan tumbos de aquí para allá sin sentido. Esos fueron mi verdadero objetivo.

Hablé con más de uno y de dos, si me apuras, pero me gustaría compartir contigo en especial la conversación que mantuve con uno de ellos en la terraza del Calatrava. Se trata de un hombre, con estudios universitarios que llevaba trabajando toda su vida profesional en lo que le gusta, en una empresa familiar haciendo lo que mejor sabe hacer. Y circunstancias de la crisis, la cual su empresa no pudo superar, lleva un año sin trabajar. Se emociona al contarme que es el “aniversario” de su paro, que hace un año que no trabaja y que no sabe cómo salir de esa situación.

Llora al admitir que no le falta el dinero, todavía le queda un año más de paro, tiene recursos y apoyo emocional para superarlo… pero aún así, se siente tan inútil… Ya no vale para nada y siente que nunca volverá a conseguir otra oportunidad, porque él es lo que es su trabajo y su trabajo ya no existe. Comprendo sus lágrimas, le abrazo y consuelo como puedo, porque cuando crees haber perdido una parte de tí, supone un duelo más. Y aquel hombre, estaba en pleno proceso de duelo por lo que fue.

Abraza su carpeta llena de papeles con anotaciones esperanzadoras recogidas durante toda la jornada y se va, balanceándose lentamente. Y mientras se aleja, veo como mira de nuevo hacia el suelo, en busca lo que ha perdido.

La situación de desempleo hace mucho más daño de lo que te imaginas. Rápidamente piensas en el dinero, en el día a día, en subsistir, y es normal porque hay prioridades que determinan tus necesidades. Pero más allá de conseguir pagar una hipoteca o un alquiler donde vivir, y tener una nevera que no dé pena al abrirla, también hay otros aspectos importantes a tener en cuenta en el desempleo.

Cuando llevas mucho tiempo sin empleo, te vuelves más frágil e inseguro. Tu imagen, tu autoconcepto se desvanece ya que has perdido parte de tu esencia con el trabajo que desempeñabas. Cuando trabajas, eres algo más que una nómina o un número, te transformas en compañero, en jefe, en auxiliar, en ayudante y haces cosas, sirves para algo, eres productivo y aportas, por poco que te pueda parecer en muchas ocasiones. Pero cuando no trabajas, pierdes todos esos roles, dejas de ser todas esas cosas que eres y haces cuando trabajas.

Además, la sociedad, los que te rodeamos, te hacemos sentirte mal, con miradas de desdén y reprobación, pareciese que no trabajas porque no quieres. Te sientes mal por sentirte una carga para esa misma sociedad, ya sean tus padres, tu pareja o tus amigos, y todos sabemos que sentirse una carga no mola para nada.

Cuando estás ocupado, lo estás a nivel laboral y a todos los niveles, es una rueda en la que entras y la que, a pesar de las dificultades del mundo laboral, te gusta estar, nos gusta estar. Porque eres valorado por lo que haces, por la empresa a la que perteneces, por la categoría por la que cobras y por la que cotizas, y eso es objetivo, ¿a ver quién te discute eso a tí? Pero ¿cómo se valora las horas que miras ofertas de trabajo en las webs o las que te pateas polígonos con tu cv en mano? ¿Y todos los networking o charlas a las que has ido? A eso, no se le da el mismo valor, seamos sinceros, por eso lloras y piensas que ya no vales para nada, pero no es así.

Yo te aseguro que vales, y mucho, desde el mismo momento que vienes a este evento con una carpeta en la mano y te pasas la mañana de sala en sala buscando ideas y caras conocidas, desde el instante en que me saludas y me recuerdas que sigues en la misma situación que hace un año y que no lo llevas bien. Vales muchísimo porque no te cuesta emocionarte y llorar conmigo, porque te sientes un pelele en manos del destino y un tanto egoísta por saber hay personas que lo están pasando mucho peor. Vales mucho a pesar de necesitar la permanente valoración y apoyo de quienes te rodean, incluso siendo dañinas en muchas ocasiones, las necesitas, porque te importa tu gente. Créeme, vales mucho… Porque todo esto por lo que te digo que vales, es lo que te hace ser tú y eso no desaparece con los puestos que hayas ocupado o vendrá con los que vayas ocupar, todo esto que yo valoro es lo que eres, y depende única y exclusivamente de tí.

No permitas que el desempleo haga más daños de los imprescindibles, ya son suficientes. Eres mucho más que lo que fuiste algún día ocupando una silla en un despacho, no lo olvides.

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Tras varias semanas leyendo, prácticamente a diario, sobre las nuevas tendencias en la gestión de personas, me he decidido a reflexionar en voz alta sobre ello contigo.

Estoy un tanto cansada de “gurús” que narran de forma cíclica las nuevas modas en lo que a recursos humanos y talento se refiere. Y no me refiero a quienes investigan en esta materia e intentan implantar una nueva forma de trabajar en su entorno, no hablo de quienes plantean una ruptura de esos viejos paradigmas que nos han llevado a anclarnos en el pasado en esto tiempos tan cambiantes y volátiles.

Me refiero a los “dinosaurios cognitivos” que se aferran al estatus social (y psicológico) que durante muchos años ha dado el pertenecer al departamento de Recursos Humanos, a quienes tenían la sartén por el mango en tu vida para decidir si eras apto o no apto para el puesto, tantas veces sin criterio alguno… Hablo de los dictadores que durante varias décadas han cortado cabezas a su antojo, y que hoy en día cada vez lo tiene más difícil para sostener ese, su estado de bienestar.

Afortunadamente hoy, muchos nos hemos dado cuenta de que esa forma (caduca) de gestionar recursos, está oxidada, muerta, rota. Y de que es necesaria cambiarla de inmediato. Pero no solamente con artículos en prensa de primera línea, con conferencias y charlas magistrales (me gustan tan poco este término como el “gurú”), sino con los cambios de actitud que requiere el día a día y sorteando los obstáculos de los que hablo en estas líneas.

Cuando me hables de nuevas líneas a seguir en la gestión del talento humano, me gustaría leer más allá de recomendaciones facilonas revestidas de innovación y que me contases la verdad sobre lo que me voy a encontrar cuanto pretenda poner en marcha esas buenas intenciones en las organizaciones con y para las que trabajo:

– Me gustaría saber de antemano, que debería conocer a la perfección la misión, visión y valores de la empresa, su estrategia y estilo para poder formar parte de ella de manera real. Es decir, tendría que conocer la dificultad que voy a encontrarme al intentar formar parte de las decisiones cruciales que tomará esa organización, saber que no me va a ser fácil hacerme un hueco y que me costará hacer que escuchen aquellos a quienes puedo hacer tambalear su equilibrio y comodidad. Y sobre todo, porque muchas veces con mi llegada, la propia empresa es consciente de la falta de claridad de esa misión, visión, valores y estrategia, con lo que empezamos bien la relación…

– Agradecería que me dejasen estar donde debo estar: entre las personas que forman la organización. Mi sitio no es el despacho ni la última y alejada planta con hermosas vistas, al menos gran parte de mi tiempo, no lo es. Mi lugar está donde se hacen las cosas, donde surgen los conflictos, donde está la información, donde se desarrollan los procesos, donde nacen las relaciones. Ese es mi lugar: por favor, déjame que me mueva por donde necesite y cuanto necesite, no estoy cómoda estando aislada entre barrotes de oro, o al menos, así lo siento. Entiendo que a tí te pueda gustar, pero no es mi caso y soy yo quien lo pide.

– Me encantaría que me avisases, y además me ayudases a sobrellevar, las risas y bromas que tendré que presenciar sobre mis nuevos métodos respecto a cómo tratar al empleado, cómo recibirlo y ayudarlo a su llegada a la organización, sobre los cambios necesarios en la forma de comunicarnos. Así sería más fácil para mí saber que es muy posible que sea rechazada por aquellas partes de la empresa que me ven como su enemiga al hacer que su estabilidad y anquilosamiento se vean afectados. Ya lo sé, pero me alivia saber que sólo es parte del proceso.

– Necesitaría que me ayudases a quitarme el lastre de optimista sensiblera, la pesada losa de ñona “arreglalotodoconabrazos” que parece cernirse sobre mí cada vez que surge que soy psicóloga y me dedico a la gestión de las personas. Yo aporto técnicas, procedimientos, métodos, números y hasta gráficos, si lo deseas, de lo que un cambio en el enfoque hacia las personas y su talento en las organizaciones podría generar. Trabajar con y para las personas en las empresas no significa dejar a un lado la profesionalidad, productividad y efectividad. Si me apuras, te diría que se trabaja en aras de ello con más ahínco que si sólo nos enfocamos hacia un aspecto meramente industrial.

– Por último, desearía saber hacer entender a las empresas que para poder desarrollar mi trabajo correctamente y obtener los mejores resultados (que no siempre coinciden con lo que se me piden inicialmente), necesito ser respetada, tiempo y recursos, y además por este orden. No podré realizar aquello para lo que se me ha llamado si mi figura no es respaldada y apoyada por la dirección, al mismo tiempo que necesito emplear tiempo y recursos para poder conseguir los objetivos planteados. Preciso hacer comprender que si es rápido y barato, no será profesional.

 

Así que, en tu próximo artículo o charla sobre cómo gestionar personas y talento, háblame sobre la caducidad del sistema actual, sobre lo obsoleto que perdura en las organizaciones y el daño que les está haciendo. Pero, por favor, cuéntame también lo difícil que va a ser generar ese cambio de paradigma y mentalidad oxidada, la cantidad de personas que siguen aferradas a sus corbatas y zapatos negros de Recursos Humanos. Y finaliza, animándome a formar parte de transformación tan necesaria en muchos casos, porque yo sé, que a pesar de todo, merecerá la pena. Pero necesito oírlo de tí…

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Hoy necesito que pongas todo de tu parte para aceptar lo que te voy a contar, necesito que recibas cada palabra con la intención con la que te escribo y para eso, tendrás que dejar a un lado el dolor que ha supuesto el haberme perdido.

Hoy necesito que sepas, aunque creo que ya lo sabes, que somos efímeros, que nada es eterno, y como tal, ni tú ni yo lo somos.

Sé que ahora se te hace imposible pensar que esta pena se irá mitigando, y transformando en recuerdos, en aprendizajes, en posos de una vida que ha ido cimentando otra, la tuya. Sé que te cuesta pensar que las lágrimas de impotencia, rabia y frustración darán paso a las de nostalgia y ternura cada vez que me recuerdes. Pero tranquilo, no tengas prisa, como te solía decir: todo llega, todo pasa.

Te agradezco enormemente que en mi último suspiro cogieses mi mano y no la soltases, porque ¿sabes una cosa? Tenía miedo, mucho miedo de irme y dejar todo lo que tenía aquí, miedo de lo desconocido, de no saber lo que me esperaba después de lo vivido. Agradezco el haber sentido tu calor hasta mi último aliento, que me mirases a los ojos antes de partir y que me dijeses con tanto amor cuánto me querías. Agradezco que me ayudases a irme, sosegándome con voz serena mientras me decías que me fuese tranquilo, tenía tanto miedo… Pero te hice caso, y me fui, cerré mis ojos y abandoné la forma que conociste para convertirme poco a poco en un recuerdo que siempre formará parte de ti.

Me asustaba la soledad, me angustiaba la idea de morirme solo, pero no me dio tiempo a decírtelo. Me avergonzaba contarte mis temores por si te hacía daño, y me hice el fuerte, y lloré a solas, me enfadé con el mundo, con mi Dios, con el destino, conmigo mismo, cuando me dí cuenta de que me iba. Me enfadé por no compartirlo contigo, todavía sigo pensando porqué no logré hacerlo. Aún así, parece que intuiste todo lo que necesitaba y me diste espacio cuando lo necesité, me hablaste del dolor, de la muerte, de los miedos y yo te escuché atento, pero nunca te dije que lo necesitaba oir y hablar, no me atreví. Me hiciste más fácil preparar mi equipaje para ese viaje sin retorno que es la muerte, gracias de nuevo.

Ya no lo veo como un final, es como si fuese un punto y seguido, una continuación de un ciclo permanente que nunca se acaba, pues no comienza ni termina conmigo. Somos piezas demasiado pequeñas en este complejo puzzle que es la vida como para pensar que el mundo dejará de girar sin nosotros, ni siquiera tu mundo dejará de girar sin mí. Lo hará más lento, sentirás que te mareas y no puedes seguir el ritmo, que te caes y no puedes levantarte… Y te levantarás, y volverás a coger las riendas de tu vida más pronto de lo que te imaginas ¡qué pena no haber compartido contigo estas reflexiones, no habernos emocionado juntos por lo que pensamos de la vida y la muerte!

Ahora ya es tarde para eso, me conformo con haber formado parte de tu vida, de haber estado presente en momentos importantes para ti, que también lo fueron para mí. Sé que suena a lo de siempre, que estarás harto de oírlo, pero hazme caso: quédate con lo bueno que vivimos juntos que ha sido mucho e intenso, lo malo tan sólo ha sido circunstancial. Eso, será lo que haga que mi existencia haya tenido sentido. Y si puedes, celébralo y compártelo, que no se quede en ti y se haga mucho más grande, será entonces cuando descubras que nunca me iré del todo, que siempre estaré contigo de una u otra forma.

Sé que piensas que me fui demasiado pronto, ¡siempre es pronto para irse de tu lado! Pero tocaba, era mi hora y me fui como hubiera deseado sin decirlo, sin pedirlo. Me fui tranquilo, en paz, sintiéndome querido y amado, percibiendo en todo momento que la sensación de soledad solo sería momentánea y que tu mano, siempre tu mano, me ayudaría a sortear ese impenetrable silencio que se hace al expirar.

Tú que ya sabes todo esto de primera mano, no dudes en expresar tus temores y miedos sobre esta parte de la vida. Llora, tiembla, enfádate, pero sobre todo vive hasta el último momento y pide, si lo necesitas, que te gustaría que te diesen la mano como me la diste a mí. Me costó decirte adiós, me costó soltar tu mano, pero sabía que lo que nunca abandonaría, sería tu alma.

 

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“S. – Si tuvieras que elegir ser un animal, ¿cuál serías? ¿por qué?.

 C. – Pues un gato, una gata en realidad. O una pantera, en cualquier caso, un felino. ¿El motivo? Son observadores, curiosos, independientes y elegantes. También son cariñosos, aunque selectivos en sus muestras de afecto, territoriales y al mismo tiempo con gran adaptación al cambio. Fieros en la defensa de los suyos y afables con quienes demuestran lealtad.

 S. – ¿Todo eso piensa que son los gatos?

 C.– En cuanto a lo que nos parecemos, sí.”

Estos son los procesos de selección que me gustan a mí, con candidatos con ACTITUD, que sepan defender su candidatura, cuajada de virtudes y defectos que deben encajar en el misterioso puzzle de lo que se busca…

Pero para que un proceso de selección tenga el éxito que todos los elementos implicados desean, es necesario eso mismo: que todos los componentes se impliquen. Me gustaría contarte los factores que considero clave para que esto se dé, por si en algún momento te encuentras en alguna de las tres posibles situaciones.

– Cliente/Empresa: Es imprescindible que quien solicita el proceso de selección tenga claro lo que busca, lo que necesita. Y para ello se basará en términos económicos, estratégicos y humanos; conocerá con exactitud cuánto está dispuesto a invertir, sabrá a dónde quiere llegar con el con el proceso de selección, cómo encaja en su plan estratégico y qué valores y requisitos necesita la persona que se busca. Si no partimos de una base clara al respecto, será muy difícil que el resto del proceso se dirija a obtener buenos resultados: no obtendremos un tejado seguro con unos cimientos inestables. Y en muchos de los casos, esto no ocurre, por lo que es importante que definamos bien esta fase antes de pasar a la siguiente, pues de esta “sinceridad” entre las partes, dependerá que busquemos lo que realmente se necesita o una agua en un pajar.

– Reclutador: Si partimos de la base que el cliente tiene claros todos los aspectos que tratamos en el punto anterior, el reclutador ha de centrarse en su propio trabajo. Absorber y observar todo lo que necesita conseguir el solicitante con el servicio de selección y hacerlo a través de su profesionalidad. No voy a extenderme en las fases propiamente dichas del proceso de selección, me voy a centrar más en las aptitudes del reclutador, y también en sus actitudes. Un buen reclutador estará formado en comportamiento y aprendizaje humano, en comunicación, además de técnicas específicas de negociación y permanentemente actualizado en las tendencias del mercado laboral. Saber analizar, sintetizar y extrapolar, y además ha de ser honesto, objetivo, comunicativo, estratega, comprometido y ante todo, tener interés y gusto por las personas, por la gestión del talento.

Si además, se encuentra con un cliente o empresa que no tiene claro lo que busca, deberá sumar esta lista la capacidad para concretar y guiar hacia objetivos, de estrategia empresarial para ayudar a definir con precisión las funciones y roles a desempeñar por los seleccionados.

 

– Candidato: Es la parte implicada que menos información tiene sobre lo que se está buscando, eso en el mejor de los casos. Pero también es el participante con mayor seguridad sobre lo que puede ofrecer a las organizaciones, sobre lo que puede aportar con su conocimiento y experiencia a la vacante a cubrir. O así debería ser. Un buen candidato, de los que me gustan a mí, es de los que sabrá defender su bagaje profesional y personal e intenta convencer de que es la persona adecuada, la que estoy buscando. Y lo hará desde que llama para preguntar por la oferta o envía un mail, desde que pica a la puerta para entrar o me estrecha la mano, desde la mirada directa, serena y confiada durante la conversación, tal gato observador y cauteloso. Un buen candidato se conocerá a la perfección, creerá en sí mismo, sabrá qué fortalezas y debilidades tiene a su disposición y las defenderá y les sacará partido. Por eso, un buen candidato necesita de un desarrollo y análisis personal profundo que luego pueda llevar al campo profesional y servirse de él en el camino de la selección. Un buen candidato sabrá hablar con claridad, firmeza y seguridad de todos y cada uno de los aspectos que se traten en el entrevista, incluidos los desagradables o fuera de contexto, de los cuales deberá salir airoso con su actitud y correcto lenguaje. Un buen candidato marcará la diferencia respecto a los demás, pues sabrá en qué es bueno, en qué destaca y convencerá a quien le escucha de que lo es, sin por ello dejar de ser humilde y sincero.

 

Por todo ello, y sin dejarme llevar por el efecto halo que puede darse en cualquier relación, me gustan tanto los gatos.

NOTA: este es un homenaje a mi gusto por los felinos en general y los gatos en particular y a la conversación en las redes con Eric Fernández Rentero que me inspiró este post. Como bien dice, Elena Arnaiz, Linkedin te da personas.

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