Entradas

La necesidad de ser aceptados, como seres sociales que somos, nos lleva muchas veces a no comprender que no podemos gustar a todo el mundo. Y esto también ocurre en los procesos de selección.

En muchas de sesiones de formación suelo contar una experiencia personal que me cambió la vida, produjo en mí lo que se denomina “insight”: en términos coloquiales, “ver la luz”. Y hoy me gustaría compartirla contigo.

Cuando tenía unos doce años una amiga del colegio y yo nos enfadamos. Al llegar a casa, le conté a mi madre lo sucedido: mi amiga (hasta entonces) decía que ya no le gustaba, que le caía mal. Y eso se escapaba de mi comprensión: ¿cómo YO le iba a caer mal alguien en este mundo?. Mi explicación se basaba en que si yo era buena persona y hacía las cosas con buena intención, tenía que gustar a todo el mundo. Y mi sabia y cariñosa madre me explicó que no era así: no todos podemos gustar a todo el mundo, ya que cada uno percibe su contexto de una forma distinta y lo que para mí está bien, para el otro puede ser algo horrible.

Lo admito: fue doloroso, pero liberador al mismo tiempo. Y siempre agradeceré a mi madre que me lo explicase con doce años y no con treinta, por que de haber sido así, mi vida hubiese sido mucho más difícil de asimilar.

A lo largo de mi vida, me he ido encontrando con muchas personas con las que rápidamente percibes que no vas a “encajar”, y además creo que ha sido recíproco. ¿Motivos? Sistemas de creencias, valores, expectativas puestas en la relación, necesidades creadas, contexto en el que se da la relación… Son tantos factores los que influyen, que si lo analizásemos fríamente, lo complejo es gustarle a alguien y que sea mutuo.

De ahí que muchos de nosotros nos pasemos muchos años de nuestra vida intentando comprender esto, con lo sencillo (pero desgarrador según la circunstancia) que sería entender que no podemos encajar con todas formas de ver el mundo, ya que existe una persona y que además es cambiante.

Esto nos ocurre día a día: con amigos, con compañeros de estudio y de trabajo, con familiares, con parejas… Y a veces, es muy difícil de superarlo en función de la esperanza puesta en esa relación.

Sin ir más lejos, esto mismo ocurre en los procesos de selección: vamos con nuestra mejores galas, nuestra mejor sonrisa, dando lo mejor de nosotros…. Y resulta que ¡¡¡No gustamos!!! ¡¡¡No somos los seleccionados!!! ¿Por qué? Si soy la mejor opción… De acuerdo, eres tu mejor opción, pero desconocemos cuál es la opción de quien selecciona.

Olvidamos que en los procesos de selección se buscan candidatos con un perfil determinado en formación y experiencia, algo visible para todos habitualmente. Pero también se buscan competencias (eso para el siguiente post) y rasgos de personalidad que no son tan fáciles de percibir y puede que los tuyos no sean los adecuados para el puesto. No es cuestión de gustar o no, es más bien cuestión de encajar en lo que busca en ese momento.

Pongámonos en situación: están buscando a un jefe de equipo con rasgos conciliadores porque la empresa está en pleno proceso de cambio y hay mucha tensión en la organización. Y tú eres una persona decidida, con grandes dote de mando y muy enérgica y pasional. Mi pregunta es ¿eres la persona adecuada para el puesto? A pesar de que cumplas los requisitos en cuanto a formación, experiencia y determinadas competencias, hay un rasgo principal que buscan en tí. Y ese no ha aparecido durante el proceso, por eso no has gustado, por eso no has encajado. No es cuestión de que no sirvas para nada, no sirves en ese momento y en ese contexto, así que tranquilo…

 

Esto que te cuento tiene mucho que ver con el autoconocimiento, la base de la inteligencia emocional y uno de sus cinco pilares. Si te apetece profundizar en ello, te dejo uno de mis primeros vídeos al respecto en emisoras canal de Youtube (suscríbete!). En él, encontrarás varios vídeos sobre autoconcepto y autoestima.

 

 

Y para que te quedes con buen sabor de boca, me gustaría compartir varios recursos que creo que te pueden servir en el momento de la entrevista de selección para detectar qué competencia o rasgos se esconden tras las preguntas que te hacen, pero también para que superes no haber superado el proceso:

  • Observa: deja que sea el entrevistador quien lleve las riendas del proceso, analiza cada una de sus expresiones, movimientos y palabras y valora si son congruentes entre ellas. Esto no significa que te quedes inmóvil, significa que deber tener cautela y responder en la medida que requiera la situación, no cuando tú lo necesites.
  • Espera: no te aceleres, ten calma, deja que el seleccionador hable y explique todo lo que sea necesario, y una vez finalice su exposición, inicia la tuya con tranquilidad y seguridad. Es tu vida y tu experiencia, no dudes a la hora de dar detalles importantes para el puesto.
  • Empatiza: intenta comprender las emociones y sensaciones que hay detrás de cada mensaje del entrevistador, eso te dará pistas para elegir el matiz de tus respuestas.
  • Pregunta: recuerda que estás en un proceso de selección, no en un monólogo ni en un interrogatorio. Profundiza en aquellos aspectos en los que tengas dudas, en los que quieras demostrar tu pericia o en aquellos que veas que son del interés del entrevistador
  • Reflexiona: finalmente, si no has sido seleccionado, estudia cuáles han podido ser los fallos cometidos por tu parte y asume que quizás no eras el más adecuado para el puesto. Y piensa que no puedes gustarle a todo el mundo, nos pasa a todos… Incluso puede que haya sido bueno para tí que no le gustases.

 

Gracias mamá, por haberme liberado tan pronto de la necesidad de gustar a todo el mundo. GRACIAS!!!

Por si te puede ayudar, me gustaría compartir también contigo

Imagen: google.com