Podría decirte que es rara, pero no, ella es especial. Quizás se defina como diferente, pero yo la percibo como única, y es que ella es única.
De apariencia frágil esconde (pero solo a ratos) una fortaleza inmensa en su interior, con unos valores tan arraigados como firmes, tan bien razonados como defendidos. Esos, sí que no los esconde.
Con pocas personas he compartido conversaciones con la intensidad y profundidad como con ella. No deja de sorprenderme su cultura musical, de la cual aprendo continuamente: siempre tiene una canción, una estrofa, un estribillo para cada circunstancia, persona o contexto.
Sé que no soy imparcial con ella, demasiadas cosas buenas me atraen (sí, sí, como lees, me atraen, me atrapan) de ella. Pero desde mi absoluta imparcialidad y pasión te digo que tienes que conocerla, porque no sé en qué momento, llegará muy lejos. Y ¿sabes? yo, tendré la suerte de presenciarlo desde la retaguardia, pero muy cerca.
Mi #PersonaConAlma es Noelí Fernández Ordiz (tela con los Ordiz, tiene una madre y una prima, que acabarán pasando por aquí, lo sé, lo veo).
No tiene ni una sola fotografía que le haga justicia porque es guapa a rabiar, y su humildad le ha impedido hacerse una «decente» para este regalo que me ha hecho. Así que yo, le hago otro con esta imagen, que sé de sobra que le va a encantar. Un regalo por otro regalo.
Disfrútala! Yo, lo hago muy a menudo…
Era yo la chica de la Puerta de Atrás. O, al menos, eso creía ver. El hecho de ser miope alta de nacimiento “nivel topo” supongo que no ayuda mucho, la verdad. Mis limpiaparabrisas eran defectuosos, no hubieran pasado una sola ITV, ahora lo sé.
Atisbaba paraísos y “esperaba en vano, otra ocasión”.
Observándolos desde la Puerta de Atrás.
Me pregunté si sería una Lilith de aquellos Edenes sin dueño y me contesté: Sí bonita, va a ser que sí…, tienes un cuerpo en precario, una coraza agrietada, un envoltorio que no te hace ni puto caso…
Cuando un cuerpo está preso, sin libertad condicional ni posibilidad de solicitar un tercer grado se le empiezan a acumular gritos en “modo espera”. Yo continuaba espiando desde la Puerta de Atrás, el paraíso que se escapaba de mi purgatorio de infierno incierto. La incertidumbre es un jodido infierno, para mí lo es. Prefiero un tiro certero que la agonía lenta y casina de la maldita incertidumbre.
¿Dónde diablos se mete el gran Houdini cuando una necesita un escapismo urgente? Silencio.
Fue el tiempo en que “perseguí la justicia, que se me negó”. Una y otra vez, esquivándome, haciéndome regates cortos…sin detenerme, en aquella carrera desenfrenada y difusa, a darme cuenta que la justicia tiene sus tiempos, a veces puede parecernos la Eternidad con balanza y venda en los ojos, y nos desespera con esa cachaza. Pero, en el mismo momento que dejamos de correr tras ella, la tenemos en la chepa. Ya no es necesario movernos más. Y así ocurrió.
En cuanto me detuve y respiré a Iustitia se le cayó la venda y empezó a funcionar.
Yo, mientras tanto, fisgándolo todo desde la Puerta de Atrás. Y el paraíso a su aire, desplegando ante mi su plumaje de pavo real, de vedette con sobredosis de ego.
Y mi mente como vaca sin cencerro (siempre Almodóvar), intentando robarle el reposo a la cama de un faquir.
Se sucedieron días que doblaban horas, horas que inflaban minutos, en una dejadez lenta…Tan lento todo.
Hasta que…mi pie izquierdo dio un paso, un pasito minúsculo, ridículo, un paso tortuguil de casi dar la risa. Y el derecho, aunque fuese por un “culo veo, culo quiero”, le siguió.
Lo que vino después fue un no parar. Me subí a una bici en la que, aún con lluvia en los ojos, sentía llegar cada meta volante como un milagro, cada repecho, puerto, escalada (siempre al borde de la pájara) lo celebraba el día entero con el alma despegando de aquel suelo opresivo.
Ahí supe que comenzaba una estrategia de “tierra quemada”, que “nunca más me haría volver atrás”.
Mi mente mutó en un par de ovarios tozudos y aprendí a coser. Como la Sally de Tim Burton remendé los trozos de cuerpo que se me iban cayendo mientras avanzaba, llegué a sentir que la vida se escapaba intentando tapar 17.000 fugas de agua a dos manos.
A medida que el avance me hacía salir de la trinchera para luchar en vanguardia, me fui dando cuenta de que el “odio se transformaba en valor”, en asombrosa metamorfosis. Porque hubo odio, lo vi de frente. Y me enseñó que “no hay demonio mejor ni demonio peor”. Todos son la misma presencia.
Y de la rebelión a la revelación.
Toda yo estaba repleta de paraísos. Pero no eran exactamente los que la mayoría anhelante me intentaba vender. Eran otros, los míos, los que había llevado en vena desde antes de antes. Estaban allí, en la Puerta de Atrás, sacando punta con su divina lengua bífida a los espejismos que mis luces cortas habían creado. Y se reían, se partían el alma de risa mientras yo me puse tibia a rajar con ellos.
Pusimos como los trapos a aquellas mamarrachas que yo había creído Paraísos Oficiales.
Y me quedó clarito, pa los restos, que quien nunca ha visto a Dios, se arrodilla ante cualquier santo.
Empezaba mi primera resurrección.
Imagen: martina spoljaric photography