Hay que ver para cuánto da una comida de Navidad con dos buenas amigas (vosotras ya sabéis quiénes sois…) y una larga y sincera sobremesa. Desde diciembre lleva madurando este post, imáginate la cantidad de vueltas que le he dado al tema y lo que ha supuesto para mí.

Aunque pueda parecer irrelevante, creo que es necesario que te ponga en contexto, por lo que intentaré hacerlo de la forma más breve posible.

 

Estas amigas me conocen desde hace casi 10 años y han vivido conmigo una serie de circunstancias que nos han unido a pesar de vernos muy poquito y de estar una de ellas a más de mil kilómetros. Al grano que ya me lío… Ambas conocen de primera mano mi opinión sobre una persona, opinión que es (bueno era…) compartida y hablada en multitud de ocasiones. Opinión…que de un tiempo a esta parte, ha cambiado por una serie de motivos (esos sí que son irrelevantes).

 

El meollo del post viene a continuación: tras compartir, y casi debatir, este cambio de opinión, soy “acusada” de incoherente, cualidad que me define por excelencia y que llevo por bandera (prometo que no son mis palabras, pero podría hacerlas mías en cualquier momento). Me sorprende la dificultad para explicarme y hacerme entender al respecto, pero no logro convencer a mis acompañantes de que lo opinaba hace 10 años, ha cambiado, al igual que lo he hecho yo, y que tengo todo el derecho del mundo a ejercer libremente dicho cambio. Pues nada, oye! Que soy una incoherente por haber cambiado de opinión.

 

Conste que las sigo queriendo muchísimo a ambas, pero removieron en mí algo que no me gusta en absoluto: la sensación de culpabilidad por cambiar de opinión. Me fui dando un paseo sin prisa por el casco viejo de Oviedo mientra maduraba la idea y nació este post.

 

¿Cómo es posible que en un mundo tan convulso, donde todo cambia tan rápido, donde todo parece caduco a la media hora de haber sido creado… nuestras opiniones tengan que ser inamovibles?

¿Cómo puede ser que nos cueste tanto entendernos y hacer comprender que el cambio es innato al ser humano?

¿Cómo pretendemos fomentar la evolución y desarrollo constante si lo primero que frenamos es el propio derecho a cambiar y al mismo tiempo sancionamos a quien lo hace?

 

De repente, mi apreciada coherencia, tan frecuente en mi vocubulario se volvió más una losa que unas alas. Me imaginé con una esposas doradas, presa del peso de la coherencia como una tremenda limitación que, según con quién me topase, no me permitiría avanzar al ritmo que yo considerase oportuno. Y me ví, te prometo que me ví, muy lejos de esa libertad que había traído siempre consigo la coherencia de la mano.

 

Por un lado, he de admitir que fui la primera en pasar por el trance de traicionarme a mí misma al cambiar de criterio y además, de hacerlo sobre algo que era público y compartido en mi entorno cercano. Resuenan en mi cabeza: “¿Pero qué te pasa? ¿Cómo me ha dado ahora por “esto”? ¿Qué pensarán de mí? ¿Creerán que soy una falsa?¿Incoherente yo?” Buf, qué presión!

Pero más allá de todo esto, surge la sensación de faltar a la verdad, a mi verdad, a pesar de considerar que tengo motivos para cambiar de opinión. Y las tengo, vaya si las tengo! Entonces soy “valiente” y decido ejercer y hacer público mi derecho a cambiar de idea, a hacerla pública y asumir sus consecuencias.

 

Y una vez superadas todas estas trabas internas inherentes al propio cambio (paso de llamarlo zona de confort, que me da mucho hastío…) soy testigo una vez más, y además en carne propia, de las resistencias humanas a la evolución implícita en la propia vida. Mi entorno, el contexto en el que vivo, no me facilita en absoluto esa transformación y más allá de mi propia dificultad, es mi círculo vital el que me dice abiertamente ante cada cambio que soy una incoherente.

 

Sigo pensando, y ahora me gustaría que lo hicieras tú también: ¿nunca has pensado en la incoherencia de alguien por hacer esto mismo? Dime que no has pensado en lo maleable que es una persona determinada por hacer cosas diferentes a las que hacía…hace 10 años. Pues sí, yo también lo he pensado. Y mientras lo hacía, reforzaba mi propia coherencia como estandarte de firmeza de ideas, de ser consecuente con la elecciones tomadas en un momento determinado. Como si las opiniones fuesen un ente inmamovible y al cual debemos aferrarnos como testimonio de vida.

 

Con lo que aquí me tienes, dándole vueltas a la idea que tenía sobre la coherencia, tan usada como maltratada en las definiciones personales, en las pautas de una marca personal estratégica, en el sello de la autenticidad. Y ahora mismo no tengo tan claro que la coherencia, tal cual me la he topado estas navidades entre el turrón, sea la mejor opción.

 

En resumen (modo irónico activado al máximo):

  • Si eres coherente, nunca podrás cambiar de opinión
  • Si eres coherente, te dolerá evolucionar y pensarás que te traicionas
  • Si eres coherente, tu entorno no te permitirá cambiar de idea, así como así (sobre todo cuando la nueva sea opuesta a la suya).
  • Si eres coherente, tu contexto te hará dudar de tu esencia y tu autenticidad.
  • Si eres coherente, no puedes ser flexible y adaptarte, porque te transformas automáticamente en incoherente.
  • Si eres coherente, no gustarás a todos. Pero si eres incoherente…tampoco. Ay, que esto no venía mucho a cuento, pero de paso te lo recuerdo que nunca viene mal.

 

Y viendo lo visto, ya no tengo tan claro si alardear de mi coherencia o no. Me arriesgo a que me veas como una incoherente, quizás me sea más útil para adaptarme a este entorno VUCA, donde todo muta a la velocidad de la luz…

 

Imagen: google.com

 

* Dedicado a una persona excepcional con la que comparto mucho más que una vida: mi marido, Jaime Gayol.

Y de Facebook, de Linkedin, de Instagram, de Pinterest. O de cómo el peso de las redes sociales se puede volver una losa en nuestra contra….

Cuando ya pensaba que mi vida “social” era estable y tenía controlados Facebook y Linkedin como herramienta de trabajo y forma de difusión profesional, va y aparece él: Twitter. Sé que la gran mayoría de vosotros ya le conocíais o incluso sois influencers, pero no es mi caso.

A pesar de tener la cuenta activa hace casi 7 años, era un noviazgo que no había comenzado, simplemente nos habían presentado y ahí había quedado la cosa. Pero en estos últimos meses, la relación parecía que empezaba a tomar forma. Había comenzado a trabajar mi marca personal de manera más intensa y había visto claramente que era algo necesario y muy positivo, diría que casi imprescindible, el saber moverse adecuadamente en esta red.

 

Me encontraba inmersa en conocer su lenguaje, en seguir a los perfiles que me interesaban, en adaptarme a su ritmo y además amoldar mis necesidades a lo que me ofrecía. Pero en realidad, lo que me encontraba era agotada!!! “Da igual” me decía, “no desistas, lo dominarás” Y mientras persistía, tenía claros mis objetivos y quería llegar a un determinado número de tweets al día, de tener cierto número de seguidores y de que mi puntuación de Klout aumentase, me di cuenta de que me estaba perdiendo algo importante: mi vida.

 

Un día cualquiera, después de una larga jornada sin ver a tu familia, sin tener tiempo para tus amigos ni jugar con tu hija, me dispongo a “currarme” el Twitter y oigo a mis espaldas: “Cariño, de verdad, le tengo celos a Twitter”. Y aquella frase de mi marido me rompió por dentro, fue una bofetada de realidad para mí.

 

Aquí es donde empieza realmente la reflexión que vino días después de esa frase lapidaria que marcaría mi relación con Twitter y demás redes sociales: sé que es importante la presencia en la red, pero es más importante aún la presencia en mi vida. Siento contradecir a quienes predican que si no estás es como si no existieras, que no se debe dejar de publicar ni un solo día, a quienes insisten en estar activo y ser visible en la red, en estar pendiente de todo lo que ocurre. Lo siento de veras.

 

Se lo agradezco, de corazón. Creo en la sabiduría y bondad de sus consejos, en la necesidad de crear una imagen profesional estudiada y difundirla a través de las redes, de tener visibilidad y de estar ahí. Pero también necesito hacerlo a mi ritmo, con mis objetivos y según mis necesidades y sobre todo, sin ahogarme ni perderme nada de lo que está fuera la red. Necesito evolucionar en mi marca personal al mismo ritmo que en mi vida profesional, sin dejar a un lado y mimando como se merece mi vida personal, mi familia, mis amigos, mi tiempo…

Necesito sentirme presente en el café de la sobremesa con amigos, en la conversación banal durante la película después de cenar, pintando nubes en el aire con mi hija o hablando con mi madre por teléfono. Necesito estar presente en mi vida y no perderme ni un solo minuto.

 

He llegado a la conclusión de que no necesito 50000 seguidores, que no puedo (ni quiero) publicar al día 100 tweets, de que no tengo por qué ser una influencer… O al menos de momento, ya que ni estoy preparada para conseguirlo ni es necesario en mi realidad actual, ahora mismo es el momento de tomar decisiones respecto a Twitter y a mi vida.

 

Por eso, para los próximos meses me he propuesto estos sencillos objetivos para hacer que todo esto sea más fácil para mí y los que me rodean:

 

  • Restringir el uso de las redes sociales en tiempo y espacio: 5, 10 o 30 minutos, una jornada completa, pero que sea limitado y solamente en unos espacios en concreto (oficina, trabajo, despacho)
  • Dejar los dispositivos móviles en silencio en reuniones sociales, tiempo de ocio y de familia. Desconectar realmente y disfrutar de esos momentos.
  • Fijar unas metas realistas y adaptadas al tipo de vida de cada uno: aunque lleve tiempo, es necesario definir una estrategia y desarrollarla en un plazo determinado, mientras que por ello no suponga una pérdida de contacto con la “realidad física”
  • Aceptar las limitaciones e intentar aprender cada día, intentando que sean cada vez menos, pero sin prisas ni presiones.
  • Disfrutar con lo que se hace, sea el tiempo que sea…

 

Bien, pues ha llegado el momento de empezar a cumplir los propósitos y estar presente en cada momento de mi vida. Porque por si fuera poco, este verano me he abierto una cuenta en Instagram…

Y tú ¿estás presente en la tuya?

 

Fuente: Pixabay.com

Dicen que ya no soy coach, pero se olvidan de que nunca lo fui en realidad. Y digo bien: nunca lo fui y menos ahora con todo lo que sé que implica tener que hacer para ostentar tal mención.

No te quiero aburrir con los títulos ni experiencias profesionales que hacen que sea quien soy a día de hoy, es lo último que me apetece. Además, sé de sobra que tienes otras formas mucho más rápidas de saber sobre mí. Pero lo que sí tengo claro, y creo que es la base de todo, es que soy psicóloga. Y ahí, reside parte del problema y de la solución de lo que te quiero «llorar».

 

Llevo desde el 2008 formándome y adquiriendo conocimientos en lo que conocemos como coaching, lo que para mí es una herramienta más de las que me ayudan a llegar a las personas y organizaciones con las que trabajo. A ellas y a sus objetivos, sus necesidades, sus circunstancias.

Son 10 años de aprendizajes, asimilando y aplicando conceptos y técnicas que me han permitido dar forma y poner nombre a aquello que estudié en psicología y otros metodologías que llegaron de la mano de diferentes disciplinas. A día de hoy llevo acumuladas más de 500 horas en procesos de coaching (me las sé de memoria porque es habitual que las tengamos registradas, contabilizadas y documentadas).

Tuve la necesidad (generada por el propio contexto y momento) de certificarme por la entidad con la que me formé en mis inicios. Dicho sea de paso, esa primera formación fue determinante en mi decisión de dirigir mis esfuerzos en aplicar y trabajar con esta técnica que tantas alegrías me ha traído todo estos años.

Y de ahí, hacia arriba, como un cohete. Me certifico en su momento, obviamente con la entidad con la que me he formado porque para eso está acreditada por sí misma y forma parte de una asociación que la respalda, compuesta por profesionales formados y acreditados por esa misma entidad (saca tus propias conclusiones). Y me sigo formando, creciendo, ampliando horizontes y mente, o eso creo, o eso intento. Y lo hago en estas y otras técnicas, conozco otras materias, experimento con nuevos métodos. Y me apetece meterme en el lío de “subir” en el nivel de certificaciones, para llegar al TOP de las certificaciones, como que eso me hace ser mejor profesional. Todo me parece poco…

Hasta que me doy cuenta de que lo único que hacen esas certificaciones es darme seguridad cuando no la tenía, cuando me la intentan quitar porque esa inseguridad es la base en la que se sustenta su propia existencia. Y da cierta lástima y al mismo tiempo orgullo, ser consciente de todo ello. Constatar que en estos 10 años, las 500 horas de las que te hablaba antes, han tenido lugar gracias a la confianza que mis clientes y las organizaciones han depositado en mí permitiéndome acercarles los beneficios de la psicología a su día a día. De los resultados obtenidos, de la satisfacción de hacer las cosas con convicción y valores firmes, y no de las certificaciones obtenidas.

 

Estas y otras circunstancias que no vienen a cuento (o quizás sí, pero esto se haría interminable) me han hecho darme cuenta de lo que te decía al inicio: no soy coach, nunca lo fui. Y por lo tanto, no necesito que me renueven cada año el pase para poder seguir siéndolo a cambio de nada.

A parte de mi postura sobre la profesión de coach (si no la conoces, te invito a leer este post) y mi defensa sobre el papel de la psicología en las bases del coaching, se une la de no ser más cómplice de este tipo de certificaciones (al menos, de las que conozco hasta el momento). Un proceso que tiene más de burocrático y de costes que de supervisión profesional, una certificación que tiene más de pegatina de sobre-sorpresa que de seguimiento y mejora continua. Una certificación que serviría para acreditar una capacitación demostrando ante “notario” que las horas en procesos que dices tener en tu poder, son tales. Pero que solamente tendrán validez mientras pagues religiosamente una cuota a cambio, y que en caso contrario, pierdes. Y entonces ahí, la que se pierde soy yo.

Comprendo que si no estás vinculada a una asociación, la misma no dé por válida la certificación que acreditó en su momento. Es lógico: no van a acreditar a alguien que no sostiene su sistema ni forma parte de él.

 

Pero lo que me lleva a contarte todo esto es la siguiente reflexión: si pierdo la certificación que la asociación ha emitido ¿también pierdo la formación, experiencia y conocimientos adquiridos y facilitados por ella? Creo que la propia pregunta se responde a sí misma. ¿Cómo se va a perder lo adquirido y asimilado, lo aplicado y ejercido durante 10 años porque una entidad así lo decida? ¿Por dejar de pagar una cuota? Y ojo, que no estoy en contra de los motivos que llevan a las asociaciones a tomar esa decisión: si no pagas, no eres asociado y pierdes la certificación. Otra cosa es que vea esa decisión coherente con la misión que las hace nacer, que no es otra que la de favorecer el desarrollo y divulgación del coaching como profesión.

¿Perderé entonces mi credibilidad y profesionalidad? Me hago esta pregunta en voz alta porque hoy sé la respuesta y no me da miedo decirla en voz alta, pero hasta no hace mucho, me hicieron dudar…de ello y de mí. Que no te engañen, el respeto y la acreditación siempre han de venir de la mano de los clientes, de los colegas de profesión, de los resultados. En caso contrario, será papel mojado…

 

En fin, que dicen que ya no soy coach, y creo que después de contarte todo esto se reafirma mi idea de que nunca lo fui. Lo que sí soy es una profesional de la psicología, que aplica con el mismo rigor el código deontológico que el coaching como técnica en su día a día. Pero para eso, no hay certificaciones jugosas en el mercado…. de momento.

 

Imagen: Jill Greenberg

 

 

¿Cuántas veces has tenido en mente conseguir un resultado y te has perdido por el camino? Es el momento de pararse y analizar cuál es el motivo y cómo llegar a destino.

Cuando te propones algo, cuando tienes claro un objetivo, nos movemos hacia él. Es como una especie de hoja de ruta en la que sabes de dónde partes y hacia dónde vas. Pero en muchas ocasiones, te desvías y, o bien acabas en otro destino, o tomas caminos equivocados.

Esta sensación la tienes al emprender un proyecto profesional, una nueva relación, al tener que cambiar los planes previamente establecidos o en la búsqueda de empleo. Pero no pierdas la calma, veamos el motivo de que esto ocurra y pongámosle solución.

Al iniciar un acción, sea del tipo que sea, te mueve el impulso de querer conseguir con éxito finalizarla. Una veces el éxito será conseguir aquello que te gusta, otras obtener algo que necesitas y otras el simple hecho de acabar lo que comenzaste. Te hablo de concluir una tarea, llamar por teléfono a alguien para dar una mala noticia o finalizar el curso de inglés al que llevabas inscritos 5 años…

Pero entonces, ¿por qué si quieres conseguir estos objetivos, acabas mirando el periódico, discutiendo con la persona que recibe la mala noticia o apuntándote a clases de baile? Porque pierdes de vista tu objetivo.

Y aquí, no me queda otra más que hablarte de Daniel Goleman y de su obra Inteligencia Emocional (1995), y más específicamente del autocontrol. A partir de este momento y, afortunadamente cada día más, empieza a tomar posiciones la importancia de las emociones en el éxito personal y profesional. Respecto a lo que nos concierne, el autocontrol es uno de los elementos básicos a trabajar que propone como forma de ser habilidoso socialmente (junto con el autoconocimento, la motivación y la empatía).

El autocontrol, la gestión y puesta en práctica de las emociones según nuestras necesidades, es lo que hace que tengas siempre presente tu objetivo o que, por el contrario, acabes fomentando una situación que no habías planeado. Si quieres ser un candidato destacado en una entrevista de trabajo, lo quieres ser por tu discurso, tu seguridad, pero a veces lo eres por tu estado de nerviosismo o por quedarte bloqueado.

Lo que necesitas es tener una base importante de conocimiento sobre ti mismo y tus emociones, tanto las aprendidas como las de mayor predisposición biológica. Y partiendo de este conocimiento, controlarlas para utilizar aquellas que te sean beneficiosas y gestionar aquellas que no lo sean tanto. Por ejemplo: un enfado puede parecer poco productivo, pero lo será en situaciones donde no controlemos la palabras o la comunicación no verbal. Sin embargo, puede ser el motor que nos haga salir de situaciones complejas, como puede ser un ataque inesperado por otra persona. Todo dependerá del enfoque que le des al enfado, y de que tengas claro en todo momento qué es lo que quieres conseguir con la energía que te genera esa emoción (no perder de vista el objetivo).

Una vez conoces tus tendencias emocionales, las defines y decides cuáles te resultan productivas y cuáles deseas cambiar (eso lo te lo cuento aquí con más detalle), necesitas empezar a entrenar una parte olvidada de tu organismo: el cerebro. Las emociones se localizan en el sistema límbico, una estructura cerebral que ha cambiado muy poco a lo largo de la evolución. De ahí, su reflejo en el organismo a la hora de que se produzcan: angustia se traduce en presión en el pecho, sudoración, tensión muscular, etc. Y algo que parece negativo en principio, el hecho de que se exteriorice en el organismo y todo el mundo sea consciente de lo que ocurre, es principio del autocontrol: detectar cómo aparecen las emociones y qué síntomas tienen en nuestro organismo. Y a partir de ahí, comienza el entrenamiento emocional.

Vamos a ir poquito a poco, empezando con unas recomendaciones básicas de cómo conocer tu cuerpo y el efecto de las emociones en él:

  • Practica e imagina mentalmente (puedes visualizarlo, oírlo o sentirlo según sea tu sistema representacional) la situación que quieres controlar. Empieza por imaginar la situación completa de manera exitosa y céntrate en cómo te comportas, te sientes, te mueves, te expresas. Esto habrá que repetirlo en muchas ocasiones hasta dar con el mejor de los escenarios posibles, y conseguir automatizar los comportamientos más adecuados.
  • Piensa en 5 situaciones en las que tus emociones te hayan beneficiado y otras 5 en las que necesitas mejorar. Hazlo en términos de definir la situación, el contexto y sobre todo las emociones y sus efectos en ti, pero no olvides los efectos en los demás.
  • Trabaja la distancia emocional: no todo lo que ocurre tiene que ver contigo ni es por ti. A veces, las cosas, simplemente ocurren.
  • Separa la crítica que te hacen de la persona que la realiza, e intenta sacar la parte positiva de mejor que puedes obtener al saber que generas eso en otra persona.
  • Diseña un registro de situaciones importantes que quieras trabajar, donde definas tus pensamientos, emociones y conducta resultante, pero también trabaja los pensamientos y actitudes alternativas que quieres llegar a conseguir.

Y pregúntate: ¿Qué es lo peor que me puede pasar…?

Y nunca, nunca, pierdas de vista tu objetivo. No te desvíes de la ruta que tenías planificada, y es así, que sea de manera consciente.

Imagen: pinterest.com

¿Sabes esas personas que destacan entre la multitud y ni siquiera son conscientes? En algunos casos puede que sí lo sean, pero lo hacen de una forma tan especial, con una elegancia tan improvisada que incluso roza a veces la inocencia, lo hacen de una manera tan sutil y gradual que no he tenido más remedio que crear una sección especial para ellas en mi blog.

A partir de hoy, pero sin fecha, ni programación, ni planificación alguna, nace PERSONAS CON ALMA. Y lo hace con la idea de poder traerte de la mano a esas personas ante las cuales he caído rendida, sin conocer el motivo en la mayoría de las ocasiones.

Estas personas, poseen un atractivo tan delicado, a veces ingenioso, otras inteligente, pero siempre interesante. Son personas que desprenden un halo de serenidad de muchos casos, de inquietud de pensamiento y belleza profunda, pero no de la externa (que de esa también hay), sino de la que aumenta con el paso del tiempo y la experiencia.

Son personas que se han vuelto cotidianas en mi calendario y en mi cita diaria con las redes, personas con las que interactúo, intercambio y aprendo. Personas que me inspiran, ayudan y aportan de una manera tan inesperada, que todo esto me ha llevado un tiempo de digestión, pues no es fácil admitir que personas a las que no conoces absolutamente de nada, que llegan a ti (o tú a ellas) de manera casual (causal?), comienzan a tener un papel tan importante en tu vida. Eso, cuesta digerirlo y admitirlo…. Pero una vez hecho, lo menos que puedo hacer por todo lo que han supuesto y suponen a día de hoy, es este pequeño homenaje en forma de espacio en mi blog.

Son personas muy dispares en edad, formación, intereses y procedencia, pero poseen todos esos rasgos comunes que te acabo de contar y que son los que han conseguido que te esté contando esto hoy.

Te las haré llegar cualquier día, a cualquier hora y en cualquier formato, eso dependerá de ellas y no de mí, que para eso es su espacio. Y llegarán como ellas deseen, a través de sus reflexiones, de conversaciones, de sus imágenes, de entrevistas, de sus proyectos y en el formato que ellas decidan. Y te aseguro que muchas de ellas….te sorprenderán (porque a mí me han sorprendido y mira que pensé que ya las tenía “estudiadas”).

Puede que al leer este post sonrías porque eres una de esas personas y ya he picado a tu “puerta digital” para pedirte que te muestres al mundo a través de este nuevo espacio o lo hagas de una forma diferente, de la forma en la que yo te veo. O quizás sonrías sin saber que serás tú la próxima persona a la que pediré que comparta con el mundo lo que yo veo en ti.

Como te dije el viernes, este no es post cualquiera, ni siquiera es un post, sino el inicio de una sección especial como regalo particular para esas almas de las que te hablo y que me hacen mejor persona. Esas almas que consiguen sacar lo mejor de mí o que lo intente sacar, guiada por ellas y su forma de comprender la vida. Esas personas que han llegado para quedarse y para las que no se me ocurre mejor forma de hacerles llegar mi admiración y agradecimiento hacia ellas.

Y tú ¿conoces a personas que generen eso en ti? ¿Las tienes cerca, en tu día a día y te impulsan a crecer? ¿Se lo has dicho o les has hecho llegar lo que producen en ti, el impacto que tienen en tu vida? Yo, ya me las he ingeniado para que lo sepan y que además, tú también las conozcas y puedas disfrutar de estas PERSONAS CON ALMA…

Imagen: Steve Ringman / The Chronicle for Bay to Breakers, San Francisco,1986 .

 

Uno de los tesoros más codiciados y buscados en nuestra sociedad es el equilibrio: entre la vida familiar y profesional, con la pareja, en el grupo de amigos o en los equipos de trabajo. Pero también es necesario plantearnos el equilibrio en nuestra propia personalidad.

Hace casi dos años acudí a un taller solidario en Asturias sobre el Eneagrama de la mano de Cristina Cama, maravillosa profesional y mejor persona. Durante un fin de semana completo indagamos y profundizamos en nuestros rasgos de personalidad, intentando identificarlos dentro de los 9 eneatipos definidos hace miles de años por los sofistas. Y lejos de encontrarme con algo místico y mágico como pensaba, hallé una poderosa herramienta de autoconocimiento e indagación a nivel personal com muchísimas aplicaciones que quiero compartir contigo

En resumen, una vez que el resultado del test inicial te enmarca dentro de un eneatipo, te redirige hacia comportamientos positivos de otro eneatipo complementario al tuyo y al mismo tiempo, da luz sobre los rasgos negativos que desarrollas respecto a otro eneatipo que te “descentra”.

Vamos, que busca la toma de consciencia sobre el equilibrio de tu personalidad. Y me pareció tremendamente interesante además de extrapolarlo a otros aspectos vitales, algo muy habitual en mí…

 

El fin de semana dio para mucho, pero la asimilación de la información y las experiencias adquiridas ha dado para mucho más. Después de días dándole vueltas, y en la búsqueda de mi propio equilibrio interno creo haber encontrado la respuesta a muchos de los equilibrios que tenemos presentes en el día a día y a los cuales no damos la importancia que se merecen.

Por ello, me he propuesto hacer un listado de los que he detectado, dándole también un uso en el desarrollo personal y profesional para poder compartirlo contigo:

 

– Equilibrio en la personalidad: con técnicas como el eneagrama o simplemente a través de ejercicios de autoconimiento, define tu personalidad básica en 5-6 rasgos y busca aquellos rasgos que sean opuestos. Es hora de empezar a ponerse metas en el cambio de actitud y modificar aquellos aspectos que te sean perjudiciales, y para ello puedes usar aquellos comportamientos que tengan que ver con tu “opuesto”, al igual que recomienda en eneagrama. Si tu rasgo es la impaciencia, tu contrario sería la paciencia, la cual tiene comportamientos relacionados con la espera, la reflexión, etc. Con ello conseguirás una guía de conductas alternativas a poner en práctica de manera gradual que dará sus frutos con el paso del tiempo y mucho esfuerzo.

 

– Equilibrio en las parejas: habitualmente las parejas que se mantienen con éxito con el paso del tiempo, lo consiguen porque que se equilibran el uno al otro. Comparten valores vitales básicos pero sus rasgos de personalidad son diferentes, y al mismo tiempo complementarios. Las personas impulsivas, suelen tener parejas reflexivas; las personas emocionales, suelen tener parejas más racionales. Por lo tanto, no busques una pareja igual a tí en personalidad y gustos, sino alguien que te complemente y aporte, que sume en tu vida.

 

– Equilibrio en las amistades: al igual que en la pareja, los grupos de iguales o las relaciones sociales que mantienes tienen aspectos básicos compartidos (gustos, aficiones, valores, etc.), pero cuanto más iguales sean a ti en cuanto a personalidades, más conflictos se generarán (“los polos iguales se repelen”). A pesar de parecer contradictorio, necesitas crear relaciones con personas diferentes a tí, que contribuyan a tu desarrollo y mejora personal y para ello no pueden ser iguales a tí. Relaciónate con personas que añadan con sus historias, gustos, experiencias y conductas diferentes a las tuyas a tu propia historia vital. Genera relaciones con personas de otra cultura, país o idioma, de una profesión distinta a la tuya, esto hará que se tu mundo se amplíe enormemente y con ello, tus posibilidades de cambio.

 

Equilibrio en los grupos de trabajo: con todo lo reflexionado hasta aquí, sería absurdo pensar que los equipos o grupos de trabajo han de estar formados por personalidades análogas. Todo lo contrario: debes formar parte o crear equipos que contengan cuanta más variedad de rasgos de personalidad y actitudes mejor. Con ello conseguirás enriquecer la visión de cada uno de los componentes y poner de manifiesto que otras conductas son posibles. En todo equipo debe haber un líder, un organizador, un mediador, un impulsivo, un optimista…y así hasta completar todos los roles que sean necesarios para el éxito de grupo. Cada uno de los roles cumple su misión, dejando espacio al resto de roles ocupar el suyo, incluso ayudando a que esto ocurra.

 

Qué importante esto del equilibrio, ¿verdad? Qué cerca lo tenemos de manera cotidiana y qué poco valor damos a lo que podemos hacer para encontrar esa deseada estabilidad que se escapa por momentos. Pero recuerda: esta armonía no es permanente, cambia y fluctúa al igual que lo haces tú a lo largo de la vida, por lo tanto no siempre se consigue y debes aprender a convivir con un “desequilibrio tolerable”.

Imagen: pinterest.com

07,00 a.m.: Suena el despertador, ducha rápida, desayuno y a ponerse el uniforme de trabajo. Hay tantos nervios como ganas de llegar a la meta, tanta ilusión como tensión por enfrentarse a la prueba de hoy… Y de fondo, la banda sonora de Rocky III:

“Tantas veces,
ocurre demasiado rápido,
intercambias tu pasión por gloria.
No pierdas de vista (no sueltes) los sueños del pasado,
debes pelear para mantenerlos vivos”.

Así es como te imagino antes de venir a una entrevista de trabajo, y no te sigo danto detalles porque me puede la imaginación. Te visualizo con los objetivos y las ideas claras, preparado para ofrecer lo mejor de ti en 45 minutos (sí, hago entrevistas de 45 minuto y de más, si me dejan).

Has superado los despropósitos que comentaba en la primera parte de esta trilogía (Lo que nunca te han contado sobre porqué NO pasas a la fase de la entrevista de trabajo) y cuando llegas a mí, se desvanece toda esperanza de encontrar en ti lo que necesito para llamarte mañana y decirte que el puesto es tuyo.

Porque de eso va la historia: de pasar fases, de sortear obstáculos, de superarte a ti mismo. De llenarte de barro hasta las cejas, de esforzarte y no tirar la toalla, de creer en ti. Y al igual que la vida, que en el día a día, la actitud al abrir la puerta que te lleva a mí para tener la entrevista de trabajo que tanto esperabas, es sólo una parte de nuestro encuentro.

Esta vez voy a hablarte en positivo, por eso de no ser repetitiva y cambiar las formas para ver si llego a ti, pero no dudes que intentaré ser igual de mordaz e incisiva que en el anterior:

Cuando te llame por teléfono para citarte y vernos, por favor: pónmelo fácil. Cuida tu lenguaje, siéntate como si estuvieses trabajando, si vas caminando por la calle o te pillo haciendo algo que no puedes dejar, dímelo. No te quedes tumbado en el sofá o en la cama como si no te importase la llamada, que sepas que al otro lado del teléfono se nota todo y es muy poco profesional. Si estás ocupado y no puedes atenderme en condiciones, pregunta si puedo llamarte en otro momento o dime que lo harás tú (y pídeme el teléfono, claro…). Ayúdame a no tener que pensar: “Lo que mal empieza, mal acaba” o peor aún, de arrepentirme.

Durante la llamada, pregunta todo lo que necesites saber para llegar a vernos porque luego vienen los lamentos: “no apunté bien el número de la calle, no sé el teléfono desde el que me han llamado, he anotado mal por quién tengo que preguntar…”. Estate atento y muestra interés por conocerme (y de paso a la organización de la que formarás parte…si te lo curras bien). Confirma datos antes de colgar como la hora, el lugar, el nombre de la empresa o de la persona de contacto. No temas parecer tonto por contrastar la información, te prometo lo parecerás mucho más cuando me llames por otro nombre o vengas otro día a la entrevista.

– Seguimos en la llamada: ya sé que hay datos interesantes que no “surgen” en la conversación como salario, funciones, horarios o vacaciones, pero si no te los cuento será que no puedo, será que no quiero. Ya sé que tienes que sopesar si te interesa desplazarte o no para conocerme, pero como comprenderás, si ya percibo eso al teléfono el resto de nuestra relación, puede ser una catástrofe. Muestra interés, por Dios! Aunque tengas tus propios intereses, faltaría más, quiere tenerte frente a frente y verte en acción, quiero ver cómo sudas la camiseta.

– Día D: organiza todo antes, anticipa posibles imprevistos, busca alternativas de transporte y recorridos, calcula tiempos, visita antes la zona, lleva bien cargado el móvil, una batería o un cargador… Todo es poco para evitar perderse por el camino, sufrir un pinchazo o encontrarte con un atasco. Llegar tarde está muy feo, pero no poder llamar para avisar de ello, lo es mucho más. Y claro, como comprenderás, así ya vas sumando puntos…pero negativos. Que eso le puede pasar a cualquiera, pero todavía no te has dado cuenta de que yo no quiero a “cualquiera” para el puesto, quiero al mejor.

– Imprevistos: Resulta que te ha ocurrido algo que de lo trata el punto anterior, o peor (a mí se rompió el tacón de un zapato de la que llegaba a una entrevista!!!) y no sabes qué hacer. Pues no desistas y sigue adelante, porque la entrevista ya ha empezado para ti, ya estás dejando tu huella desde el momento en el que buscas por todos los medios avisar de que llegas tarde, de cómo defiendes llegar cojeando a una entrevista y con un tacón en la mano, de cómo te las arreglas para convencer al conductor del autobús para que te lleve cuando no traes cambio. Eso, me interesa tanto (o más!) que el año en el que finalizaste el Master o la experiencia certificada en Excell. Tú verás lo que haces con esta información y como la manejas para hacérmela llegar, ahora ya no tienes excusa.

Y si finalmente no te interesa o no te apetece verme, avísame. Aunque no lo creas, tengo muchas cosas que hacer además de esperar por ti.

– Tensa espera: la entrevista continúa mientras esperas en recepción o una sala, incluso en el aparcamiento. Habla con las personas con las que te encuentres, saluda, sé amable e interactúa, no seas borde o desagradable, supera tu timidez. A parte de obtener información sobre la empresa de la que no eres consciente, estás empezando a transmitir tu imagen a las personas que ya forman parte de ella y quién sabe si ya te has cruzado con la persona que toma la última decisión sobre tu futuro y le has mirado con cara de asco. Suele pasar….

– Llegada triunfal. Y es que espero que llegues así, visualizando el triunfo, el éxito en la entrevista, cual Rocky entrenando en las escaleras. No quiero soberbias, ni salidas de tono, ni arrogancias, lo que quiero es verte seguro de que tu talento es el más adecuado para el puesto. Quiero que me inspires y transmitas todo lo que busco y que si no lo encuentro, te las arregles para hacérmelo llegar. Porque soy buena en lo mío y tengo buenos resultados, pero no soy infalible, tendrás que ayudarme a llegar a lo mejor de ti. Y tendrás que hacerlo desde el primer momento.

– 1º Round: abre la puerta con ganas, preséntate, camina con firmeza, siéntate o pregunta si puedes hacerlo. Observa, analiza, escucha, no monopolices la conversación, profundiza en aquello en lo percibas que sea interesante para ambos. Ni se te ocurra dar pena, lamentarte o pedir favores, tendrás que hacerlo con mucho arte para que siga adelante con las mismas ganas. Mírame a los ojos, muévete de manera natural, encaja los embistes que puedan llegar y defiende con elegancia tu posición. No me hables mal de un exjefe, excompañero o “extrabajo”, me obligarás a pensar que puedo ser yo la próxima… Ya sé que pido mucho, pero todo esto me lo ofrecen las personas que saben lo que quieren, seguras de sí mismas, con capacidad de transmitir y luchar por sus objetivos de manera limpia, y que cumplen con los requisitos de la oferta, obviamente. Y si no eres tú, lo siento, me lo estás diciendo a gritos en nuestra cita.

– Despedida: no te relajes, ni te confíes en exceso, esto no ha acabado aún. Quiero verte con el grado de tensión necesaria para seguir en activo y atento, porque la entrevista continúa. Todavía hay tiempo para últimas preguntas con matices triviales, agradecimientos, invitaciones a tomar contacto de nuevo…es decir, a meter la pata todavía o dar en la clave para que mañana te llame y te vengas al despacho de al lado. No me des más información de la necesaria y deja buen sabor de boca, quizás en esta ocasión no cumplas con los requisitos o haya candidatos que se adaptan mejor al puesto, pero si has dejado un buen recuerdo, quiero que sepas que tengo muy buena memoria y en tu cv, anotaré algo que me ayude a recordar el lugar privilegiado que tienes en mis archivos.

Esto se me hace corto, de nuevo, pero no quiero cansarte con tanta palabra (palabrería?). En resumen quiero que sepas, que me gusta ver a candidatos metidos de lleno en el barro mientras sonríen, que defienden y luchan por lo que creen, de manera limpia y dejando una huella memorable. Sin perder de vista el objetivo y sabiendo que ha merecido la pena llegar a dónde han llegado, porque lo que tienen, lo que hacen, lo que son no depende de mí, nunca lo ha hecho…

Espero haber rascado lo suficiente para hacerte pensar en cómo te enfrentas a las entrevistas y que hagas todo lo que hacías hasta ahora, pero mejor, con más ganas o de forma distinta. Y para que te quede claro que en esta lucha no estoy contra ti, sino contigo, en unas semanas te traigo mi visión sobre cómo nos tratan a los candidatos. Sí, sí, has leído bien, NOS, porque yo también he sido y soy candidata cada día.

Imagen: Farinato-Race (www.navarrainformacion.es)

 

Este agosto, una amiga me recordó a tiempo que no me olvidase de ver la lluvia de Perseidas que tendría lugar con un cielo despejado en Asturias, algo que no siempre es posible. Ya en pijama, me tumbé en el suelo de la terraza y me dispuse a esperar en soledad que la lluvia de estrellas fugaces se presentase ante mí.

A medida que pasaba el tiempo y no aparecían, mi mente empezó a divagar sobre una serie de ideas que quería compartir contigo a la vuelta del verano, y aquí estamos…

Empecé a pensar en cuántas personas estaríamos haciendo exactamente lo mismo, en el mismo instante, focalizando nuestra atención, nuestros deseos y pensamientos, nuestra energía e intuición hacia el mismo punto. Me resultó tremendamente romántico y evocador imaginar que si hiciéramos eso mismo con otras batallas y heridas abiertas, quizás y sólo quizás, la vida resultase más sencilla. Y basándome en esa idea, llegaron por si solas el resto de planteamientos.

Me imaginé cuántas personas se prepararían para verlas, organizando todo antelación y planificando al detalle el momento, mientras que otras (como yo) lo harían de manera improvisada. Me pregunté cuántas personas, mirando el “mismo” firmamento verían infinidad de estrellas fugaces y cuántas no conseguirían ver ninguna, cuántas estarían atentas al instante preciso y conseguirían ver la estela que dejan las Perseidas y cuántas perderían el foco de su atención, y con ello, poder apreciar el espectáculo que supone.

Reflexioné sobre la cantidad de personas que disfrutarían de la experiencia y consiguieran presenciar el recorrido de las estrellas en movimientos, lo disfrutasen y lo viviesen como un momento único, sólo para ellos. Al igual que me vinieron a la mente, aquellos que no lograsen ver ni una sola estela en el cielo, aún contando al día siguiente que vieron cientos… Pensé en la diferencia entre llegar a ver 7 estrellas fugaces (esas fue la que vi yo aquella noche) y valorarlo como un gran éxito o catalogarlo como el mayor de los fracasos, seguro que alguien se movía entre estos dos polos en alguna parte del mundo, en aquel mismo instante.

Fantaseé sobre aquellos que viesen las estrellas fugaces y las definiesen como inmensas, al contrario de quienes lo harían como ínfimas, a pesar de ser las mismas estrellas, a pesar de serlo en el mismo marco espaciotemporal. Me recreé pensando en aquellos que estarían quejándose del frío, mirando al suelo y perdiéndose el cielo iluminado por los rastros estelares frente a los que estarían atentos, con los ojos como platos y sin perder detalle de todas las tonalidades del azul cerúleo que su retina pudiese captar, y sobre todo, disfrutando del momento.

Traje a mi mente a aquellas personas que tirasen la toalla al primer intento fallido de disfrutar de la presencia de las Perseidas, y no me olvidé de aquellas que no se fuesen a la cama hasta logra ver alguna. Incluso, seguro que habría alguien que pasase la noche en vela a pesar de no conseguirlo, tendría ojeras y los pies congelados al día siguiente sin tener ni una sola Perseida en sus recuerdos. Valoré la diferencia entre persistir y no desfallecer para conseguir un objetivo y focalizar las energías hacia el objetivo equivocado, comprendiendo cuántas visiones diferentes habría en aquel mismo instante sobre esta decisión respecto a seguir mirando al firmamento…o no.

Imaginé los pensamientos de quienes se deleitaban pensando en cómo compartir la experiencia con quiénes no habían podido hacerlo, los que sólo querían sacarse una foto para subirla a las redes, los que habían ido en grupo por echarse unas risas. Y también en los que pedían deseos para sí mismos, deseos para los demás, en los que veían en las estrellas a sus seres queridos y perdidos, y me imaginé que los estaban sintiendo un poquito más cerca en ese momento. Me pareció, sencillamente hermoso, por ellos y por mí…

Y seguí pensando, llegando a la conclusión de que todos estábamos conectados en aquel momento, por algo que va más allá de nosotros, algo mucho más grande de lo que podemos imaginar como es el Universo. Y todo ello, a pesar de tener visiones tan diferentes de la vida, actitudes tan dispares ante el mismo escenario, tener percepciones tan distintas ante la misma realidad.

Estoy preparada para que pienses que no hay post más cursi (ya me dijeron algo similar en Twitter cuando publiqué una reflexión parecida). Y lo estoy porque creo firmemente que yo sola, de manera aislada, soy pequeña, prácticamente insignificante, pero junto a ti y al resto, somos invencibles si nos lo proponemos. Llámame ilusa, mientras tanto seguiré mirando las estrellas y pensando cuántas personas lo están haciendo en ese mismo instante, entre ellas tú.

 

Este post no pretende ser una lección moral, sino una reflexión personal sobre lo que considero básico en la vida: dar, aportar y sumar, para poder esperar recibir. Si has tomado algún café conmigo, hemos conversado o compartido alguna formación, no será algo que te sorprenda pues es un tema que surge muy a menudo en mi entorno.

Siempre he sostenido que el refranero popular y la figura de los abuelos, atesoran una inmensa sabiduría. Y el paso del tiempo se está encargando de darme la razón, te explico porqué pienso así…

Mi abuela, casi analfabeta por tener que trabajar desde bien niña, siempre ha sido muy refranera. No puedo citar todos los refranes que me ha dicho a lo largo de mi vida, siempre perfecta y dolorosamente situados en el marco espaciotemporal. Pero sí me gustaría hablarte de uno de ellos, que cada día cobra más sentido para mí: “Manos que no dais, qué esperáis”.

Me han educado en el agradecimiento como muestra de reconocimiento y estima hacia alguien, dado su servicio de ayuda hacia ti. Por lo tanto, para mí, agradecer es tan natural como saludar, despedirse o pedir disculpas. Lo cual choca con lo que me he ido encontrando a lo largo de la vida, y mucho más en estos últimos tiempos.

Intentaré centrarme en el mundo laboral, pues este tema a nivel personal es mucho más doloroso de lo que parece… En estos últimos años, donde la competencia ha aumentado y el mercado laboral está tan agitado, he vivido y presenciado situaciones de auténtica supervivencia. Y a pesar de haber tenido tentaciones, siempre me he mantenido firme en la convicción de que si das, recibirás. Y si no es así, al menos lo has hecho según tus creencias y eso te hace ser mejor persona, pues incluso dar sin esperar nada a cambio, te hace mejor, mucho mejor.

Te hablo de derivar proyectos a compañeros/conocidos en el caso de no puedas (o no sepas) desarrollarlos tú, me refiero a ayudar a alguna empresa o colega a buscar un perfil determinado entre tus contactos. Estoy hablando de crear puentes entre personas con tan solo una llamada o un mail para facilitarles la vida cuando a ti a penas te supone un minuto. Y te preguntarás ¿y tú que ganas? Pues gano y mucho más de lo que pueda parecer…

 

Lo que inicialmente es gratuito, se te devuelve: no siempre en el tiempo y forma que esperas, pero vuelve, créeme.

 

Te voy a contar 7 trucos infalibles que te harán mejor profesional y persona, ya que en el fondo es indivisible:

– Cuando veas una oferta de empleo para la que no cumples requisitos, pero sí conoces a alguien que los cumpla: pásale la información. Quizás esa persona haga lo mismo contigo mañana, y si no es así, dormirás tranquilo.

– Cuando estés en una sala de espera para ser entrevistado, relaciónate y sé amable con quienes están presentes (siempre y cuando percibas intención por su parte de querer comunicarse). Hace que el tiempo y los nervios se vean de otra forma y nunca se sabe con quién puedes estar hablando.

– Ante un trabajo que no puedas realizar por agenda o por falta de conocimientos, piensa en algún contacto de confianza que pueda hacerlo y ofréceselo. Tranquilo, no estás abriendo la puerta al enemigo, sino creando nuevas alianzas.

– Cuando alguien te pregunte si conoces algún profesional que domine algún tema ajeno a tí, piensa y estrújate bien el coco. Seguro que conoces alguno, y si haces que se conozcan, habrás solucionado el problema de dos personas de un plumazo y de paso, habrás afianzado relaciones.

– Cuando tu “competencia” tenga éxitos merecidos y haga las cosas bien: felicítales, dales la enhorabuena. Eso te honra, y además de mostrar humildad, estás siendo coherente con tus principios.

– Cuando algún colega publique temas interesantes o posts de calidad en las redes sociales: no esperes ni un momento para difundirlo. Si es bueno y lo difundes, tu criterio y tu marca personal, también lo serán. (Esto puede ocurrirte a pesar de que tu colega, sea insoportable…).

– No bloquees a los que consideras “competencia” profesional: deja que todos vean lo que sabes hacer y dales la oportunidad de generar debate. Con ello mostrarás apertura, flexibilidad y, sobre todo, seguridad en lo que haces y la imagen pública que proyectas.

 

Para finalizar con buen sabor de boca, y a pesar de haber vivido esta situaciones desagradables que comentaba, también me he encontrado con personas maravillosas que me han facilitado participar en proyectos interesantes, que han confiado y han creído en mí. Compañeros que me han recomendado y me han tenido presente en muchas ocasiones, personas con la que se han creado vínculos que van más allá de lo meramente profesional…

 

A todas ellas GRACIAS INFINITAS!!! Todo lo que he recibido es inmensamente mayor que lo dado. De ahí que crea a ojos cerrados tanto en el refrán de “Manos que no dais, qué esperáis” como en el de “Es de bien nacidos, ser agradecidos”.

 

Imagen: pinterest.com

Gestión del cambio

La vida es cambio permanente y ese cambio implica gestionar y controlar aquellos aspectos que no nos conducen al éxito, sin perder por ello la esencia de lo que somos.

Como ya sabrás, soy una apasionada de la inteligencia emocional, y como hacía tiempo que te hablaba sobre ella, hoy me apetece algo relacionado con una de las competencias más deseadas de la inteligencia emocional, pero también de las que más esfuerzo conlleva: el autocontrol. Y lo es, porque cuando hablamos del autocontrol, de la gestión de las emociones y su funcionamiento, nos entran dudas de cómo ponerlo en práctica, pero también del efecto que supondrá en nosotros.

De sobra sabes que el hecho de no controlar tus pensamientos (“Voy a equivocarme”) y los efectos fisiológicos que conlleva (sudoración, taquicardia, etc) conduce a un determinado comportamiento (bloqueo mental, por ejemplo). Pero te sigue ocurriendo, te parece que no tienes control sobre ello y NUNCA podrás cambiarlo. Nada peor que un totalitarismo en estos casos…

Pero ¿y si los consiguieses controlar? ¿Tendrías en algún momento, la sensación de ser un farsante, uno actor, de fingir?… Aún saliendo beneficiado del cambio logrado, de controlar el comportamiento que te perjudicaba, podría quedarte un resquemor de no estar haciendo lo que realmente te apetece. Esa es una lucha interna y constante del ser humano: ¿Hago lo que me apetece o lo que es mejor para mí? ¿Me dejo llevar o controlo mis impulsos? ¿Soy natural y sincero o, por el contrario, artificial y forzado?

Voy a empezar a centrar, que me conozco…

Este post tiene dos partes, una de entrenamiento, más práctica y otra de reflexión, para que no tengas la menor duda de que gestionar y entrenar la gestión de tus emociones no te hace ser otra persona, sino ser mejor persona, esa versión mejorada de la que tanto se habla.

En este primer punto de inflexión, meramente práctico, me gustaría facilitarte el camino hacia la autorregulación (no te asustes por el nombre, no es tanto como parece), y por eso te cuento de forma muy breve cómo realizar una modificación de una conducta cualquiera que no te resulte beneficiosa. Intenta seguir estos sencillos, pero al mismo tiempo difíciles pasos:

1) Elige una situación que te produce malestar, por ejemplo: Hablar en público.

2) Analiza los pensamientos que tienes en ese momento, tu diálogo interno, por ejemplo: “Voy a meter la pata, voy a quedarme en blanco”.

3) Detecta los efectos en tu cuerpo, por ejemplo: “Sudoración de las manos, aceleración del pulso…”

4) Reflexiona sobre lo haces finalmente en esa situación desagradable, por ejemplo: “No consigo articular palabra, me bloqueo”.

5) Ahora piensa si es posible pensar de otra forma, de alguna que te conduzca a conseguir tus objetivos, por ejemplo: “Tengo el tema controlado, lo voy a hacer bien, voy a ir punto por punto…”. Te estoy hablando de pensamientos alternativos, una conversación contigo mismo diferente a la que tenías hasta ahora mismo.

6) Y con este pensamiento alternativo, creado por tí fuera de contexto, anticipa el comportamiento alternativo que se generaría en tí, por ejemplo: “Hablar tranquila y sosegadamente en la exposición en público, desarrollando punto por punto sin bloquearme”. Te estoy pidiendo que amplíes tu registro de conductas, sobre todo en aquellas en las que saldrás beneficiado.

Para mejorar tus resultados, puedes acompañar estos sencillos pasos con técnicas como la visualización, la simulación o el anclaje, de los cuales hablaré más en otros posts. Pero de momento, vamos a ir poquito a poco, pero avanzado en los cambios.

 

La segunda parte del post es la que tiene más miga, para mí, la más interesante pues es la base de uno de los principales temores ante el cambio: ¿seré un actor de mí mismo? ¿perderé naturalidad? Eso depende única y exclusivamente de tí. El hecho de decidas cambiar parte de tu comportamiento como forma de mejora, no implica perder tu esencia, es simplemente una transformación, un progreso del cual eres consciente y partícipe.

Por lo tanto…¡siéntete orgulloso! Crece, cambia, mejora todo lo que puedas y quieras, porque con ello harás mejor tu vida y la de quienes te rodean. No temas enfrentarte a comentarios como “Uy, ¡cómo has cambiado!» o «¡No pareces ni tu sombra!”. Me parece a mí que es mejor recibir esos comentarios que aquellos que reflejen que eres igual que hace 10 años, algo que por otro lado, es imposible. Pero es sólo una idea, claro…

Eres (somos) producto de una evolución constante, de un cambio permanente, pero no sólo dentro del contexto de la especie, si no desde el mismo instante en el que naces y hasta que deje de existir. Así que cambia, prospera, renueva actitudes y pensamientos que ya no te sirven. Y todo ello, sin perder la esencia de lo que eres, porque no hace falta dejar atrás aquello que eres ni te hace mejor, tan sólo cambiar y pulir lo que te limita.

“Renovarse o morir”, eso dicen ¿no?. Pues te invito a avances, a que te transforme y mutes y a que seas mejor, así de sencillo. El desarrollo personal y la mejora continua es un proyecto de vida, aunque a veces pienses que en el camino has dejado de ser quién eres. No lo dudes, serás tú pero mucho mejor, y créeme, eso es bueno.

Serás tu mejor versión, y lo mejor de todo, es que al mismo tiempo seguirás siendo, en esencia, tú.

Imagen: Google.com