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Con esto del confinamiento, la productividad y las rutinas, se han creado unos mitos alrededor del (supuesto) teletrabajo que nos están haciendo dejar a un lado pequeños placeres que nos harán más llevadera esta situación.

 

A continuación te comparto los lujos que tenemos a nuestro alcance y que estamos ignorando por aquello de pensar que lo que estamos haciendo en esta situación forzada de productividad, es realmente…teletrabajo:

 

– Vestirte como si fueses a la oficina: la parte clave de la expresión es “como si”. Es que no vas a ir a ninguna parte, ni hoy ni mañana ni pasado. Salvo que tengas perro y tengas que ir a la compra, y espero que esto lo hagas de manera consciente, con lo que será pocas veces y rápido. Por lo tanto, ¿qué necesidad tienes de vestirte con americana, camisa, vaqueros o demás ropa que no te sea cómoda para ir del sofá al escritorio y de ahí, a la cocina?

Ya no te digo nada, del tema de estar con calzado de calle. Los entendidos dicen que para meterse de lleno en el teletrabajo, hasta calzado de calle (tacón, mocasín, etc.) has de ponerte durante toda la jornada laboral.

Yo no lo veo. No sólo por cuidar de mi parquet, que sólo pensar en barnizarlo se me ponen los vellos de punta, sino porque…estoy 24 horas en casa!!! Y no estoy teletrabajando, estoy haciendo algo parecido a hacer cosas de casa cuando puedo.

 

– Imagen personal global: ducha, maquillaje, peinado. Si ya me da pereza ponerme el “uniforme” de trabajo, no te digo ná lo de maquillarme, peinarme o ducharme bien temprano. Salvo que sea algo que algo que te guste o te active por naturaleza y te haga sentirte mejor, te invito a que te duches a deshora y que no te peines como lo harías para ir a trabajar. El placer de plantarte un moño estilo “homeless” y no maquillarte en semanas, es algo que sólo en este contexto no tiene connotaciones de dejadez o principios de depresión (estoy ya es menos broma…). Ahora, si te gusta verte bien y te hace sentirte mejor estando en casa, adelante Señorit@ Pepis!.

 

– Crear rutinas y ponerte límites: sí y no. Estamos en un momento en el que realmente da igual la hora a la que nos levantemos, comamos o empecemos una determinada tarea. Por norma general, mañana será igual. Llevamos 1 mes en el día de la marmota, qué puede ir tan mal si nos pasamos de la hora? Tampoco es cuestión de comamos callos a las 3 de la mañana, pero si flexibilizamos un poquito los horarios y nos basamos más en resultados, igual nos va hasta un poco mejor. Es decir, en lugar de poner horarios estrictos para trabajar y realizar las comidas, plantéate el comer 3 veces al día con 3-4 horas máximas de separación entre comidas y realizar entregas determinadas de trabajos o tareas. No sé, es sólo una idea.

 

– Ser productiv@, a toda costa: no y no. Al menos entendido como estar haciendo constantemente algo que ni siquiera te habías planteado o no te gusta. No te gusta cocinar, no cocines. Te aburre la ópera, no vayas a conciertos virtuales. No eres de leer, no leas. No eres de estar todo día conectado ni llamando, no lo estés. No eres de hacer deporte, no te metas al fitness ahora de repente. No has visto series míticas, no las veas. Ya bastante tenemos con sobrevivir a todo esto, como para encima ponernos a hacer todo tipo de tareas insatisfactorias por norma general para nosotros. No hacer nada, ya es mucho. Pero sobre todo, hacer algo por imposición ajena, por presión social o por autoexigencia, no te hará mejor. Ni ahora ni cuando salgamos de esta crisis. Y piensa ¿en qué momentos has tenido la oportunidad de ser útil al mundo sin hacer nada? En la vida!!! Aprovecha, que esto se pasará, de verdad y no sé cuando volveremos a tener tiempo para no ser productivos y que sea provechoso al mismo tiempo.

 

– Estar más con los tuyos: a lo mejor lo que necesitas en este confinamiento es estar sol@, para dormir, descansar, no dar explicaciones, pensar, discutir contigo mism@… Y quizás no puedas hacerlo por tu situación personal. Así que, aunque es tiempo para poner a prueba relaciones, familias y, sobre todo, paciencia, no pasa nada por echar de menos estar a solas, en silencio y sin ganas de compartir espacio con otras personas. No eres antisocial ni nada por estilo, es que …todo, en extremos más, cansa. No necesitas estar agradecid@a la vida, ni salir reforzad@de esta, si salir siendo mejor, con que salgas, ya casi te vale, me vale.

 

En fin, que espero que hacer caer estos mitos te hagan más llevadera la situación que estamos viviendo. A mí, pensar así me ha venido bien por momentos, y si te puede venir a ti, bienvenido sea.

 

En caso contrario, este mensaje se borrará de tu memoria en 5 segundos.

 

Y tan felices, oiga.

 

Imagen: static1.larioja.com

 

Se nos ha ido la pinza, y mucho, con el artisteo.

 

Estaba yo tan feliz limpiando mi wc, ataviada con guantes, lejía y todo el equipamiento, cuando suena mi móvil y miro el WhatsApp. Era un video musical, por llamarlo de alguna forma.  Me quedé sin aliento y sin fuerzas para seguir frotando, pero no para plasmar aquí lo que llevo viendo desde el inicio de esta crisis sanitaria.

 

Desconozco si es el efecto del confinamiento o los vapores de la lejía y el alcohol, pero la red está inundada de vídeos, retos, conciertos, iniciativas, directos, webinars y cientos de opciones de “ayuda” para superar este complejo momento que vivimos a nivel mundial. Acciones que nos ocupan, entretienen y no dan tregua para pararte a pensar en nada, para no aburrirte, no vaya a ser que nos agobiemos, pongamos tristes o enfademos como reacción a esta pandemia que sufrimos. Necesitamos saber estar sin hacer nada, porque no hacer nada, ya es hacer algo. Necesitamos pararnos a pensar, analizar y observar desde otra perspectiva diferente a la que teníamos porque ya hemos visto que no servía, que no sirve.

Y por ahí, ya empezamos mal, pero como ya he escrito sobre ello, tampoco es cuestión de machacar sobre el mismo tema.

 

Pero aunque quizás no estés de acuerdo conmigo, no toda iniciativa ayuda, es adecuada ni oportuna. Si no más bien, puede resultar oportunista, dadas las circunstancias. Y usar el nombre de la psicología, del altruismo, de la bondad, de la ayuda desinteresada, no lo pone más fácil. Porque esta fusión forzada no va siempre unida ni a la psicología ni al desinterés, más bien puede parecer todo lo contrario resultando ser la antítesis de esta maravillosa profesión y resultando de lo más interesada.

 

Ojalá me equivoque. Ojalá. Pero parte de la información que me llega a través de estas iniciativas, está más cerca de llenar bolsillos en tiempos de crisis, de crear un caldo de cultivo de potenciales clientes, de pura estrategia comercial que de ayudar al prójimo. Y mucho menos se acerca a lo que es la psicología, o lo que al menos representa para mí.  A pesar de que soy muy fan de la estrategia, en estos casos no tanto debido a su aspecto subliminal y encubierto.

 

Una profesión sanitaria que toca de lleno la salud, en este caso mental y emocional, no debería ser usada como fórmula barata de entrenamiento ni trampolín para futuros participantes de talent shows. No sólo la psicología merece un respeto, sino todos esos profesionales que dedican su vida a mitigar el duelo, la depresión o los trastornos obsesivos que se darán con mayor probabilidad en estos meses. Pero sobre todo, lo merecen las personas que están sufriendo los estragos y la forma de querer llegar a ellas para ayudarlas como excusa de entrar en nuevo nicho de mercado.

 

Ríete tú de Leticia Sabater, la Pelo Pony o Cañita Brava, ellos al menos hacen espectáculo, son espectáculo en sí mismos y saben de las cuotas a pagar para conseguir esa fama que tanto ansían sin creerse Alejandro Sanz. ¿En qué momento ver a artistas de la talla de Alejandro Sanz, regalando su talento a través de un concierto online, nos hace pensar que su estrategia nos puede ser útil? ¿En momento hemos confundido el arte, la música, el espectáculo con la salud mental y el apoyo psicológico en momentos críticos?

 

Siento decirte, que esas idas de pinza no tienen nada que ver con lo que yo entiendo con profesionales dedicados a las personas y por ende, de su salud mental, del equilibrio emocional. Y al decirlo en voz alta, me desmarco y alejo públicamente de todo lo que tenga que ver con banalizar de esta manera la fragilidad del ser humano en momentos delicados, haciendo de ello un espectáculo de aplauso fácil, donde lo importante pasa a ser la visibilidad, los likes y el reconocimiento del supuesto profesional altruista.

 

Esto no es un comunicado, carezco de la relevancia suficiente como para decirle al mundo qué hago y o dejo de hacer. Esto tan sólo es un manifiesto sobre una forma de proceder que me resulta especialmente desafortunada y afecta indirectamente a mi profesión.

 

Espero molestar lo justo y si es así, que sea desde el respeto pero también desde la opción de replantearse a quienes realizan estas acciones desde las mejores de las intenciones, que quizás no todo vale. Aún partiendo de querer ayudar, de querer ser útiles, se nos puede volver en contra si en realidad busca tan sólo busca el beneficio propio o no tiene de base las competencias necesarias para realizarlo con todas las garantías.

 

Imagen: google.com

A veces parece que quien no está presente y no hace nada de manera visible, está haciendo literalmente eso: NADA.

 

Y a veces, nada más lejos de la realidad.

 

Nunca mejor dicho.

 

El mundo sufre una pandemia que nos confina en nuestras casas, con mayor o menor suerte, según los metros cuadrados de los que disponemos, el apoyo social y familiar a nuestra disposición o el acopio de paciencia y dinero con el que contamos.

 

Y el mundo entero parece haberse parado a muchos niveles por la crisis sanitaria y el COVID-19.

Pero sólo lo parece.

 

Tras el miedo a enfermar o perder a nuestros seres queridos y un paso más allá de la esperanza sobre el final de todo esto, cada uno se hace de nosotros preguntas en silencio que nadie puede responder a ciencia cierta a pesar de los cientos de artículos publicados a principios de año cuyo titular arrancaban con “Tendencias del 2020 que ya están aquí en…”

 

Resulta un tanto frío pensar en el mañana, en cómo saldremos adelante desde el punto de vista más materialista, pero es totalmente necesario. Centrar parte de nuestra energía en el momento en el que esta pesadilla acabe, en dosificar energía para aguantar la maratón que supone a nivel físico, psicológico y económico, lejos de parecer una opción cómoda, te invito a que la consideres como una opción más.

 

Pero es mucho más sencillo dejarse llevar por el impulso inicial de momento de emociones con una carga muy intensa como son el miedo, la tristeza o la euforia. Es mucho más sencillo porque es visceral (nos sale de las vísceras) y en un momento como este, es lo que se espera del ser humano.

 

Se espera y se consiente, porque es algo humano, natural dadas las circunstancias pero no por ello ha de ser lo correcto ni adecuado para cualquier persona y sobre todo, sostenido en el tiempo. Y sobre manera, no es lo adecuado si es una forma de retrasar la aceptación y asunción de las consecuencias de esta situación, no es lo más saludable si supone una evitación en toda regla.

 

Pero lo que no se espera es que hagamos acopio de recursos para la fase final de confinamiento o la apertura gradual del mismo, ni mucho menos para los meses posteriores donde se intente volver a la normalidad. Y digo intente, con toda la intención del mundo, porque esa normalidad que esperamos, no va a volver. Volverá otra que pronto llamaremos normalidad, pero que no será la anterior a esta pandemia. No sé si mejor o peor, pero la normalidad previa, no volverá.

 

Y eso, conlleva un reajuste cognitivo y emocional que NO nos hemos permitido. Y a quien se lo permite, haciendo uso del silencio, de tomar distancia, de mirar hacia a dentro, de no opinar alegremente, incluso de desaparecer, como era de esperar, se le recrimina por no seguir la tendencia ruidosa que impera en estos momentos. Se le sanciona por no hacer lo que se esperaba de él en estos momentos, porque es lo que todo el mundo hace, olvidando que lo que todo el mundo hace, puede no ser lo correcto.

 

Y entonces llegan las mil y una actividades en casa para no aburrirte, para ti y para toda la familia, las videoconferencias a 5 bandas a todas horas, la infame cantidad de información que desborda los cientos de canales a los que estamos hipercontectados, los consejos por doquier para ser más productivo aún que hace un mes, la rapidez por adaptarse a las necesidades de esta situación de urgencia como si llevásemos media vida preparados para ello. Y es entonces cuando veo que NO estamos comprendiendo absolutamente nada de lo que está ocurriendo delante de nuestros ojos.

 

Se deja de lado, por ser poco productiva y visible, la opción de parar, esperar, observar, analizar, recuperar fuerzas para el después. Porque habrá un después, lo sabes, ¿verdad? Y necesitará de muchos recursos que se han perdido jugando al bingo en el patio de vecinos o escupiendo insultos contra políticos de aquí y allá (que todo en su medida, viene hasta bien…). Y cuando sea el momento de tomar decisiones importantes, estaremos exhaustos y no recordaremos el motivo, pero lo estaremos.

 

Elijo quedarme quieta, esperar desde la calma (que no siempre consigo), no ser parte del ruido imperante que tanto me molesta.

Elijo pensar en el mañana desde el presente, dosificando lo que tengo a mi disposición y allanando el camino para lo que ha de llegar.

Elijo no malgastar fuerzas en modas mientas tomo nota de lo importante a través de un importante y agotador filtrado.

 

Elijo ser estratega desde la inacción aparente. Qué mal suena en estos momentos donde debería primar la solidaridad, el hacer, el estar. Pero elijo la estrategia del no hacer nada.

 

Elijo observar a grandes marcas, analizar datos y comportamientos, extraer y comparar conclusiones, observar a referentes profesionales con diferente impacto, leer estudios sobre distintos ámbitos, hablar con personas de mi entorno cercano. Pero también elijo apartarme por momentos, estar en silencio, pensar en solitario, sin compartir reflexiones, anotar ideas y sobre todo, esperar.

Porque es que a veces, la mejor estrategia, la única posible, al menos para mí, es la de no hacer nada…aparentemente.

 

Imagen: pinterest.com

Seguro que tienes alguna persona en tu vida con la que compartes tus inquietudes y miserias, y éstas se vuelven más livianas, menos duras. Más pequeñas.

 

Imagino que también practicarás algún tipo de actividad o afición que te resulte placentera y consiga evadirte de tu día a día. Desde el deporte al baile, desde la pintura a pasear sin rumbo, desde tomarte una caña los viernes a escribir tus reflexiones en un pequeño diario.

 

Y que también tendrás algún tipo de música que te evoque y facilite determinadas sensaciones o emociones, ya sean buenas o no tan buenas. Incluso olores, lugares, prendas de ropa…

 

Estas personas, aficiones, canciones, lugares son terapéuticos por el efecto que generan en ti. Al menos, yo las denomino así: terapéuticas. No son personas profesionales de la salud mental ni del bienestar, incluso muchas veces no son ni personas! No son terapeutas, ni sustituirán nunca los profesionales de la salud, pero te hace un bien inmenso tenerlos cerca en el momento adecuado porque te ayudan a evocar aquello que por ti mismo no puedes.

 

Por ello, quiero compartir contigo un listado de series terapéuticas.

 

Mi listado.

 

Este listado es personal e intrasferible, me explico: estas series lo son para mí y lo han sido por el momento en el que me han llegado y ayudado a afrontar diferentes situaciones emocionales de mi vida. O al menos, yo considero que así ha sido.

 

Empezamos…

 

Juego de Tronos

Llegué a ella a punto de estrenarse su última temporada. Me perdí 8 años de intrigas por capítulos (menos mal!) y la pude disfrutar de golpe en 2 meses, unos meses personalmente complicados. Cuánto me hicieron disfrutar las estrategias sin escrúpulos de algunos de sus personajes, el ansia de poder escondido en cada esquina de las fortalezas, en cada centímetro de las mallas cubiertas por armaduras.

Cuánta similitud con la vida cotidiana, con la realidad del día a día y no sólo con los RRHH como pensaba antes de ver la serie, dada la infinidad de artículos existentes sobre el tema.

 

Los Stark, los Lannister, los Targaryen.

Los dragones, el muro, los caminantes blancos.

El amor, el poder, la guerra, la venganza.

Los linajes, la sangre, las espadas, los tronos, la mujer, Arya

Para mí, ha sido LA SERIE, sin lugar a dudas de esta etapa de mi vida. Si quieres saber más sobre mi opinión de la serie podrás verlo aquí o aquí.

 

The leftovers

Serie de culto, no apta para mentes cerradas ni predispuestas a navegar entre la culpa, la muerte, la aceptación, la superación, la fe y el lado oscuro del ser humano a través de un simbolismo elaborado y embriagador.

Una banda sonora deliciosa llena de referencias y fantásticas versiones donde todo tiene significado, en un entramado entre la ciencia ficción y la realidad, que te hace ahondar de manera sutil en la forma en la que llenamos los vacíos  a los que expone la vida. Los abandonos, separaciones, desapariciones, enigmas y respuestas sin responder.

 

Maravilloso Justin Theroux y maravillosa serie para ver a solas, con una copa de vino y buen queso en formato maratón. Pañuelos cerca…por si acaso.

 

Euphoria

Porque nunca un eye liner con purpurina e iridiscente me había hecho pensar tanto.

Porque hacía tiempo (casi desde Copycat) que no veía un representación tan «fiel» de la depresión, el trastorno bipolar o la ansiedad.

Porque nunca había sido tan consciente de cómo la generación que ha crecido con la red, se comunica en la red, vive en la red y para la red… Y es totalmente comprensible (que no sano, pero comprensible).

Porque nunca habría disfrutado y sufrido tanto con un serie de adolescentes, donde los trastornos mentales, la sexualidad, la (falta de) comunicación, las adicciones y el lado oscuro del ser humano están a más a flor de piel que cualquier tatuaje efímero.

Porque nunca una sudadera masculina había significado tanto para mí en un cuerpo «perfecto» de adolescente atormentada.

Magistral: último capítulo. Música, simbología, significados ocultos que cobran sentido, oscuridad con atisbos de luz y un final tan abierto como tu corazón pueda soportar.

 

El cuento de la criada

Durísima distopía sobre el papel de la mujer en un mundo donde la fecundidad se ha vuelto un bien preciado.

Verla, tengas hijos o no, tengas pareja o no, tengas trabajo o no, te hace pensar (y mucho) en la delicada y frustrante situación de la mujer en una realidad que pudiera llegar a no ser ficticia.

Difícil de ver, a veces lenta, dura. Sobre todo, dura y compleja estructura social que subyuga a la mujer (y también a clases no pudientes) y la somete a atrocidades de difícil comprensión desde la comodidad y libertad del sofá de tu casa.

Serie para pensar sobre lo que NO quieres que te ocurra como mujer o las mujeres de tu vida.

 

Succession

Admito que una vez finalizada GOT, me sentí perdida respecto a series con una trama complicada y con estrategias familiares tan complejas como las que viví con intensidad en Westeros.

Pero llegó Succession. Y aún está. Y llegó para recordarme a esas familias y relaciones modélicas que son más de lo que aparentan.

Que la perfección ni existe ni es necesaria y mucho menos en las relaciones entre personas.

Que, en caso de que veas perfección, será cuestión de haber discutido, negociado, cedido, puesto límites mientras se ríe, llora, grita o escucha.

Porque lo idílico que vemos, que quizás no lo sea tanto, lo que nos gusta ver en las relación… Quizás no sea gratuito.

Mansiones, inversiones, lujos indecentes. Fortunas que se tambalean, dramas familiares, puñales emocionales por la espalda y un «sálvese quien pueda» ante la pérdida de status se entremezclan en cada capítulo de esta serie, que finaliza con una segunda temporada brillante.

 

Pose

Dentro de toda la dureza que escondían los suburbios de la Nueva York principios de los 80, con el VIH como telón de fondo de la gran manzana y las dificultades del colectivo transgénero, esta serie me ha hecho reir y llorar a partes iguales.

Entre bolas de espejos de discoteca, rutilantes concursos de disfraces, coreografías imposibles, luchas de poder dentro de los estamentos más desfavorecidos. Entre brillos, rasos, plumas, sombras de ojos, maquillajes y relaciones de ida y vuelta, consigue meterte de lleno en la complicada vida y lucha de un colectivo que hasta entonces había permanecido invisible y quiere buscar su hueco…a lo grande.

La desigualdad vestida de lentejuelas, pero desigualdad al fin y al cabo.

 

Years and years

Otra distopía, más centrada en aspectos sociopolíticos pero que no deja la lado reflexiones filosóficas sobre la evolución de la especie humana. El cómo los instintos más básico del ser humano, aquellos supuestamente controlados y que nos hacen ser superiores, nos pueden llevar un contexto tecnológico tan (des?)humanizado como avanzado, pero incapaz de dejar a un lado las pulsiones y emociones de las personas.

Para pensar y mucho, sobre el impacto de decisiones políticas mundiales radicales, de la tecnología en las relaciones y formas de vida y comprender que nadie es intocable a los efectos colaterales de grandes movimientos.

 

Y ¿qué requisitos tiene cumplir una serie terapéutica para ser terapéutica?:

  • Que me haga pensar e ir más allá, incluso de lo deseado.
  • Que consiga llevarme a situaciones emocionales a las que no puedo por mí misma en ese momento. Puede ser tanto llorar hasta dormirme, como activarme para dar el paso definitivo.
  • Que me presente una visión diferente a la habitual sobre algún tema.
  • Que permita entrar y salir a mi antojo de la realidad.
  • Que cuando acabe, me haga estar en un estado diferente al que me encontraba cuando la empecé.
  • Que me entretenga: puede ser profunda y emocional, pero también incluir grandes dosis de humor.

 

Espero que las disfrutes y compartas conmigo tu listado de series terapéuticas, haciendo así que el mío quede siga creciendo y sumando momentos terapéuticos.

 

Imagen: Sesión de cine habitual en «Las chicas Gilmore» (google.com)

En la era de la imagen pública, de las recomendaciones y la reputación, las organizaciones aún no han abordado como es debido el valor de su marca empleadora, el poder de desarrollar y realizar una buena estrategia de atracción y selección de talento.

 

Basta con dejarse caer en redes sociales como LinkedIn donde la imagen de los “profesionales” de los todavía mal llamados Recursos Humanos, deja mucho que desear. Falta de información sobre el puesto, trato inadecuado (muchos usan el concepto inhumano, ironías de la vida para el departamento más humano de la organización…), ausencia de feedback, dificultades de seguimiento del estado del proceso y un sinfín de elementos que dejan claro la afirmación con la que arranco este texto.

 

Quizás con este post no te descubra nada, dada la gran cantidad de información disponible en la red de grandes profesionales como Isabel Iglesias o Ximo Salas, pero con que sirva para que le prestes un poco de atención a esta parte vital de tu organización, habrá cumplido su misión.

 

A continuación, te cuento 6 aspectos claves para potenciar tu marca empleadora:

 

Definición y revisión constante de la imagen de empresa y propuesta de valor coherentes

Es vital comprender que los candidatos a los que llegas y quieres atraer deben conocer algo más que las funciones del puesto, la retribución del mismo o las frases típicas hechas de “clima laboral agradable” o “empresa estable”.

Las decisiones en los procesos de selección actualmente se están dando por ambas partes y ya no sólo por parte de la empresa, por lo que es necesario tener clara la propuesta de valor para el candidato en concordancia con la imagen real de la empresa y con la que desees proyectar en los procesos de selección. Este, será un factor clave a la hora de encontrar los mejores candidatos y que éstos se decidan por tu organización o que en caso de no hacerlo, la opinión sobre la manera en la que ha sido abordado el proceso (la marca empleadora, vamos) sea positiva.

 

Fusión entre los departamentos de marketing y talento

No hace falta pensar en grandes corporaciones con departamentos gigantescos, a veces un departamento es una sola persona, incluso una sola persona podría ser varios departamentos. A lo que me refiero, es que cada acción relacionada con la comercialización de tu marca, tenga en cuenta a los candidatos actuales y potenciales, tanto desde la visión interna como la externa.

Cada inversión en publicidad y comunicación, debe valorar su efecto en los empleados para potenciar su rol como embajadores de marca internos al mismo tiempo que influya positivamente en los procesos de selección en marcha o previstos, generando una imagen de marca empleadora interesante.

 

Inclusión de la gestión de personas en la estrategia organizacional

El anterior factor no podrá darse si ambos departamentos no están incluidos en las decisiones estratégicas de la empresa. Marketing lo tiene más fácil, y aún así, le cuesta. Pero en el caso de los departamentos de personas, es algo inexplicable.

¿Cómo se van a realizar procesos de selección exitosos si quien los realiza no sabe a dónde se dirige la empresa en 1 año?

¿Cómo se van a conseguir encontrar a candidatos idóneos si las competencias que se buscan no son las necesarias para alcanzar los objetivos de la organización?

 

Estrategia empleadora bien definida e implementada

Una vez conocida la estrategia y objetivos de la organización, como parte de ella que debiera ser, es preciso incluirla en el marco de acciones relacionados con la atracción y selección de talento. Al igual que el departamento de marketing, cada movimiento dado, debe tener en cuenta su impacto en la imagen de la empresa como marca empleadora y su opinión (interna y externa) sobre cómo percibe el candidato la experiencia vivida.

Para conseguir esto, no sólo tendrás que saber de estrategia, sino de valores y cultura organizacional y además, ser capaz de plasmarlo en todo lo relacionado con el proceso de selección. Desde la forma en la que se lanza al exterior la vacante hasta el tipo de pruebas a realizar durante el proceso, pasando por la manera de contactar durante todas las fases del mismo.

 

Cuidar con mimo y detalle cada fase del proceso

En realidad, el proceso de selección no acaba nunca, pues está determinado por las necesidades de la organización que pueden cubrir las personas que la conforman y eso…no tiene fin. Pero sin determinar cuál es la parte inicial o más determinante del proceso, cada una de ellas debe representar fielmente la cultura y valores de la organización y buscar una satisfacción plena de los candidatos que pasen por ella, a riesgo de no contentar a todos (ese es un riesgo que siempre se corre…)

No seleccionar con urgencia (al menos, de manera habitual), tratar al candidato con respeto en todo momento, conocer en profundidad el puesto a cubrir, estudiar con cuidado las características del candidato, informar con detalle del seguimiento del proceso… Pautas que parecen de sentido común y lógicas, son las principales quejas de los candidatos vividas en los procesos de selección que se vierten en las redes sociales y aparecen en diferentes estudios y hacen que tu empresa no se atractiva para ir a trabajar en ella. Sobre todo cuando son ciertas.

 

Buscar feedback real y darle un buen uso

Para saber si los candidatos que pasan por tus procesos de selección han quedado satisfechos a pesar de no haber sido elegidos, deberás hacer preguntas mediante encuestas o valoraciones posteriores, ya sean presenciales u online. Esto, no sólo hace ver tu interés por cómo ha sido tratado el candidato y potencia tu marca empleadora, sino que te ofrece la información que realmente importante del público al que te diriges y que te dirá cómo de efectiva está siendo tu estrategia empleadora.

 

Ahora, queda de tu mano seguir quejándote de que el mercado laboral está fatal o culpando a tu departamento de recursos humanos como factores clave de que no consigas dar con el candidato adecuado o que se vayan a la media hora de haber llegado. Al menos, estos 6 factores entran dentro de tu control y tu responsabilidad

 

Imagen: google.com

Nadie dijo que los inicios fuesen fáciles.

Ni los retornos.

Ni los finales.

Ni mucho menos, los puntos intermedios. Que ni pa´ lante, ni pa atrás.

 

Seguro que hoy, primer día del curso 2019-2020 para muchos, te identificas con cualquiera de estos puntos vitales.

 

Tú que me lees, quizás empieces tu primer día de trabajo, o sea el último y aún ni lo sepas.

 

O para ti, sea tu primer día buscando empleo, o el enésimo, que ya es un trabajo en sí mismo. Sobre todo, cuando lo haces bien.

 

O puede que sea tu vuelta al empleo que tanto te costó conseguir y ahora se te hace insufrible mantener. O sea tu salvación al no poder desarrollarte en ninguna otra área de tu vida que no sea la laboral.

 

Qué se yo la cantidad de situaciones por las que pueden estar pasando los más 7,700 millones de personas que somos en el mundo, como para tener la autoridad suficiente de decirte cómo tienes que enfrentarte a este primer día del nuevo curso, porque quizás seas tú el que tengas que darnos ánimos al resto.

 

Nos hemos pasado el verano escribiendo y leyendo sobre la desconexión digital, el agotamiento que genera la hiperconectividad, lo que nos cuesta centrarnos en nuestro tiempo libre…y ahora resulta que tenemos síndrome postvacacional.

 

Esto no hay quien lo entienda!

Bien merece un #SeNosHaIdoLaPinza!

 

Quizás nos empeñemos en patologizar todo e inventarnos síndromes (admito que tiene su punto…), cuando es posible que estemos como locos por volver a la rutina, incluida la de la queja: que si el cole, que si el trabajo, que si el jefe/compañero, que si el desempleo, que si la política.

 

Puede que sea un día clave o un día más, un día cualquiera, un día que has planificado hasta la extenuación o que improvisas como es costumbre en ti. O que estrenes la agenda a la que tantas ganas tienes o por el contrario te dejes llevar una vez más por el kaos que reina en tu vida y tanto te gusta.

 

Quiero que seas libre de llegar a la oficina con tu mejor sonrisa o con el ceño fruncido, siempre sin perder la educación. Me gustaría verte a la puerta del cole ilusionada por dejar a los peques en el cole y tomarte un café a solas contigo misma, o con una lagrimilla asomando porque los vas a echar de menos después pasar el verano juntos.

 

Me encantaría escucharte mañana  mientras hablas de lo idílico de tu período estival o de lo frustrante que ha sido al no poder hacer nada de lo que tenías previsto. Todo lo que digas o hagas me parecerá tan normal…

 

De veras, que cada vez se me hace más cuesta arriba darte consejos que no me has pedido sobre cómo debes llevar una vida perfecta, LA vida perfecta que se supone que todos debiéramos tener.

 

De ahí, que mi lista de tips para volver con fuerza (nótese la ironía…) son muy reducidos:

 

  • Tómate tu tiempo, teniendo en cuenta que tu entorno te lo marca de una u otra forma. Pero no te plantees darlo todo ni amargarte cada 5 minutos pensando que estás donde no te apetece. Intenta no moverte en los extremos, y si lo haces, no te martirices por ello, con ser consciente de ello e intentar frenar el bucle, ya estás haciendo algo.
  • Pide ayuda si lo necesitas: si no recuerdas algo, si estás cansada cuando “deberías” estar a tope, si te apetece compartir que tienes desganas… Pero también si estás entusiasmada con volver a la rutina o te encanta continuar en el punto donde lo dejaste hace unas semanas.
  • Plantéate objetivos realistas y propios, básicamente propios. No lo que se espera de ti, lo que deberías, lo que toca… Y compártelos con quienes crees que puedan ayudarte. Si lo tuyo no es el gimnasio, pues no te matricules en el que está de moda y si no te gustan los idiomas, pues ya no hace falta que te veas las series de HBO en versión original. Quizás te apetezca aprender a tocar la batería de una vez por todas…
  • Cuida tu cuerpo como lo haces al intentar pensar “en positivo” para volver mejor. Alimentación sana, descanso adecuado y tiempo de ocio mínimo, siempre adaptado a tus circunstancias y necesidades, pero en busca de lograr unos hábitos saludables.

 

 

Con esto, te deseo que tengas un buen lunes de vuelta al cole, pero no menos que el que te deseo mañana o te desearé dentro de 27 días exactamente. Y que sobrevivas a él todo lo dignamente que puedas si se te hace cuesta arriba o que sigas con el mismo ritmo que hasta ahora. Incluso hasta podría pedirte que lo aflojaras un poco si piensas que vas demasiado forzada.

 

En definitiva, que este es el antipost de la vuelta al cole y que no me pienso extender más que hoy también es un día duro para mí, o quizás esté tan ilusionada con la vuelta a la rutina, que no quiera dedicarle ni un minuto más a este texto. Lo mismo que deberías hacer tú y dedicarlo a lo que tiene que ser: tu vida, sin listados, ni recomendaciones, ni consejos no solicitados.

 

Feliz vuelta! O no…

 

Imagen: Getty Images.

Se nos ha ido la pinza, y mucho, con la consciencia.

 

Desde hace un tiempo a esta parte, es una de las palabras que más leo/escucho y que menos se sabe qué hacer con ella luego. Todos los profesionales, de uno y otro sector, te hablan de ser consciente de tus miedos, limitaciones, fracasos, talentos, potencialidades…pero luego pocos te dicen qué hacer con ellos, con ello.

 

La toma de consciencia no es moco de pavo, supone la capacidad para reconocerse y darse cuenta de uno mismo, sus circunstancias y de “todo” lo que le rodea. Es diferente a la conciencia, que supone lo mismo pero en términos de moralidad, lo que está bien y mal de todo aquello que hago, percibido, presencio, pienso.

 

La ida de pinza de la que hablo, es que parece ser que está de moda hablar de ello y llenar posts (como este, mismamente), libros, escenarios, debates y ppt. En sí mismo no es malo, no hay nada mejor que saber de dónde parte uno para saber a dónde ir, y ese es parte del camino del autoconcimiento y de esta toma de consciencia.

 

Pero de nada servirá profundizar y entrar en un de bucle de introspección…si luego nadie te ayuda a hacer algo con ello, sobre todo con aquellos aspectos que estabas inconscientes por algún motivo.

 

Resulta tremendamente fácil hablar de sentimientos, pensamientos y emociones, porque es algo inherente al ser humano: todos los tenemos. Con tal de que te sepas explicar con soltura y tengas un buen barniz, cualquiera da el pego. Ahora, hablar de qué hacer con ello, y de cómo lograr un cambio en la conducta, a eso ya no se lanza uno tan alegremente.

 

La complejidad reside en ayudar a pasar de la actividad cognitiva que se basa en pensamientos y emociones que posteriormente tienen un comportamiento evidente para los demás. Este paso, ya no es tan fácil… La palabrería vacía aquí se queda coja, porque se deja de hablar de lo intangible y se pasa a hablar de pautas claras, indicadores de mejora, conductas medibles y evaluables.

 

Se nota que quien disfruta hablando de la consciencia y de la profundidad del ser humano desde la irresponsabilidad no ha vivido nunca la toma de consciencia de una persona con demencia ante su propia imagen en el espejo. Imagen que no reconoce, obviamente, pero que sabe que se corresponde con quien está frente al espejo. Es fácil probar y situar a alguien frente a sí mismo, ponerle a prueba y comprobar su reacción, hacerle consciente de la realidad… Y luego? Qué hacemos con lo que ocurra? Cómo ayudamos a gestionar las consecuencias de esa toma? Cómo manejamos el dolor, frustación, negación, enfado, euforia que se ha desencadenado y lo transformamos en algo productivo?

 

Por eso, y por muchas cosas que tienen mucho más que ver con mi conciencia que con mi consciencia, te recomiendo que tomes consciencia… lo justo. Sobre todo, según con qué temas y según si tienes quién te ayude a qué hacer con eso de lo que eres consciente. Porque pasar de ir por la vida en automático (que eso tampoco, eh…) a ser plenamente consciente de todo, puede suponer un trago tan amargo como grande para hacerlo de una sentada y por uno mismo.

 

Así que, o te organizas para ir poco a poco, o mejor no te metas en el jardín de la consciencia a lo loco, ya sea sólo o acompañado. Porque esto de las modas y de usar conceptos para rellenar en conversaciones y quedar de cultureta, ya puestos, que sea con algo que no te pueda hacer daño.

 

Que digo yo, que por tener momentos de insconciencia o de llevar el automatismo por bandera puntualmente, no pasará nada. Que esto del equilibrio, de los términos medios siempre nos ha venido bien y parece que lo olvidamos en cuanto se pone de moda cualquier palabra que suene  a diván.

 

Imagen: google.com

Cuando me preguntan sobre el uso de las redes sociales de manera cotidiana, tengo muy  clara mi respuesta: es mi inversión en marketing. Luego ya decido si entro en detalles de hablar sobre estrategia, imagen de marca o resultados, pero en principio creo que ha sido la mejor decisión que puede tomar hace 10 años: abrir perfiles en todas las redes sociales y ver de qué forma me podían servir para mi proyecto profesional.

 

Desde entonces las cosas han cambiado tanto… Hay muchas más redes sociales, cada una de ellas ha depurado su estilo y su público y con ello la forma adecuada de usarlas, mis objetivos ya no son los mismos y por lo tanto ni mi estrategia ni tiempo en ellas, son los mismos.

 

Pero hay algo que no ha cambiado: mi visión crítica sobre ellas, que siempre ha ido de la mano de su uso en mi beneficio. Creo que la una no excluye lo otro, es más, creo que una potencia lo otro. Y de esa visión crítica, nace este post sobre el lenguaje que usan las redes.

 

El pernicioso lenguaje de la red no hace referencia a cómo nos comunicamos nosotros en ese entorno, eso nos daría para una vida. Trata sobre el vocabulario que utiliza la red (cada red, en realidad) y que me resulta tremendamente significativo. No sé si por el impacto que tiene nosotros como usuarios o porque en realidad sea un reflejo de la sociedad que creamos cada día, pero no dejan de sorprenderme las relaciones entre determinados conceptos y su significado “real” en nuestro comportamiento:

 

– Amigo: FB se refiere a los contactos como eso, amigos. Y hay hasta quien así se lo ha creído. No te digo que del uso de la red no surja amistades, colaboraciones y todo lo bonito que te puedas imaginar. Pero, llamar “amigo” a los contactos, me resulta cuanto poco obsceno. Imagino que a estas alturas ya sabrás que usar FB al igual que cualquier otra red, no es gratis, ya que su existencia se basa en el crecimiento exponencial que generan nuestras interacciones, y sobre todo de nuestros datos. Por eso ¿qué puede haber más bonito y emotivo que tener 5000 amigos?

Incluso hasta la propia red limita el número de amigos (cosa que no hace en las fan page, curioso…), como si del mismísimo Dunbar se tratase (te recomiendo leer con calma la investigación sobre el número Dunbar que aborda la cantidad limitada de amistades de calidad que podemos llegar a tener).

Esta palabra se le queda grande a cualquier red, ya que para mí la amistad implica aceptación, protección, afiliación, comprensión y muchas cosas más que no dependen de un click. Y ser amigo en FB, no supone necesariamente que se den relaciones de calidad y en estos términos que te comento.

 

– Seguidores: tanto TW como IG, usan este concepto. Nada que ver con la amistad de FB y mucho más cerca de la de crear líderes de opinión, alimentar egos y crear “influencers” (otra palabra que da pa tanto….).

TW es una red que genera muchísimo contenido y debate, lo de que sea sano o no, ya es otra historia.

Luego está IG, la red del ego por excelencia, de los selfies, el autobombo y el postureo y creo que esta visión negativa que te presento de ellas tiene mucho que ver con que el término usado para los contactos sea “seguidores” y no otro.

Revisando palabras vinculadas a “seguidores”, me encuentro muy de cerca palabras como partidario, secuaz, sectario, adepto, adicto o fiel. ¿No te resulta interesante? A mí, mucho.

 

– Contactos: LI sin embargo, usa la palabra contactos para vincularte a personas que pueden ser de tu interés o hayan trabajado contigo. Eso mismo es su razón de ser y en eso mismo basa su lenguaje. Obviamente es la red más “profesional” y pretende ser la más limpia, algo que en el uso de lenguaje, al menos creo que consigue. Si entrásemos a hablar sobre sus algoritmos cambiantes, sus penalizaciones y sus giro hacia lo emocional con emoticonos similares a los de FB, quizás nos desviásemos. Pero en cuanto a su lenguaje, es mucho más purista, al menos en apariencia que el resto de redes.

 

– Comunidad: Cada red te invita a que crees, mantengas, gestiones y alimentes tu propia comunidad, cuyo significado tiene que ver que un grupo de personas que conviven voluntariamente (¿) baja unas normas, reglas o sentir común. Y ¿quién es el punto en común de tu comunidad? Nadie más que tú, en principio.

No es casual que las redes te invadan con información personas de interés para ti o que sepas cuáles son los contactos que tenéis en común, para seguir hacer creciendo tu comunidad, que no es más que un puntito en las miles de comunidades que nos invitan a hacer crecer.

 

– Compartir: Cada red con su estilo, pero todas fomentan que se comparta (distribuya, alimente, participe) información y con ello generemos más interacciones que nos unan ( y sigan haciendo crecer la parte más mercantilista de las redes). La veo acertada hasta que la empezamos a desvirtuar y olvidamos que la red consiste en eso mismo, en compartir para hacerla más grande y obtener beneficios los unos de los otros. Pero cuando nos quedamos en la superficie con la parte edulcorada y wonderfuliana de la misma, me produce acidez. Aquí sí que me pongo ácido y con acritud, sin pudor alguno.

 

– Etiquetar: como si de latas de conserva se tratase. Etiquetar implica avisar a alquien que estás hablando sobre él, y suele ser algo bueno, pero también supone el compromiso de tener que responder a lo que puede no ser tan halago para ti como para quien te etiqueta.  El significado de etiquetar varía desde clasificar, categorizar, nombrar o se relaciona con término puramente mercantiles.

Ahí te lo dejo para tú mismo le des el valor que te apetezca.

 

– Bloqueo: Me encanta esta concepto. Las redes son listas, muy listas. Saben que te cuesta gestionar la crítica y que es mucho más efectivo el aplauso (sincero o no) que el debate, la apertura de mente y la asertividad. Todo queda tan bonito sobre el papel…pero luego en realidad, hay personas y comportamientos que no te apetece ni tener cerca, ni ver mucho menos soportar. Y como no estás preparado, ni ganas que tienes, de desarrollar tu lado crítico, de aprender a convivir con una parte de tu entorno que no tiene que ver contigo, de ver otras opciones de vida, pues vas y bloqueas.

Y lo digo sin acritud ni ironía, porque si se ha creado esta opción, por algo será: para que la uses. Lo que me preocupa es su uso indiscriminado para apartar a todo lo diferente de ti o para prohibir que alguien acceda a tu perfil porque lo entiendes como privado. Te voy a contar un secreto: en el momento en el subes información a la red…deja de ser privado y cuando digo la red, digo LA RED.

 

– Silenciar: y como las redes son tan inteligentes y aprende por sí mismas mucho más rápido que nosotros se han inventado esta opción cuando la cobardía acecha. Si no quieres tener a alquien en tu red, te resulta molesto o incómodo, no lo tengas. Pero no te atreves a echarlo porque sería un agravio para él, te traería consecuencias gravísimas y además esa información es visible para muchas personas. Por eso ha llegado esta opción que ha convertido algo tan bonito como el silencio en algo pernicioso. Dejas de ver información sobre esa persona y por lo tanto, de ser molesto para ti, pero no te obliga a enfrentarte a la conversación tan dura de “ya no te quiero en mi red”.

 

 

Dejar de seguir a alguien o dar más o menos likes, se ha vuelto un arma de venganza, y esto me hace pensar en el impacto tan negativo de parte tóxica de las redes sociales. No tanto porque la red fomente que así sea (no lo tengo claro aún), sino porque te las has tomado así: como un arma arromadiza y no debiera ser más que una parte de tu vida.

Sigue a quien quieras, comenta lo que te apetezca, deja entrar en tu red y prohibe a quien consideres. Siempre que lo hagas desde el respeto y sabiendo que la otra parte puede no comprender tus acciones como tú, es la opción más madura y responsable.

 

Pensaste que con un unfollow harías daño, y lo peor fue que lo hiciste.

 

Dime si no es para pensar en el lenguaje de la red como algo pernicioso, que representa nuestra forma de comunicarnos o ha fomentado que nos relacionemos de esta manera.

 

Imagen: google.com

A veces quedan preguntas abiertas, en el aire, sin responder.

 

Y de una de esas preguntas y mi falta de tiempo a responder en el momento, nace este post.

 

La pregunta en cuestión fue si se puede estructurar de manera gráfica la configuración de una organización “líquida” en un entorno VUCA.

 

Si te dedicas a la gestión de talento, de las personas que son el alma de las empresas, estoy segura de que estás al tanto de conceptos como transformación digital beta permanente,  adaptación, desaprender… Y todas esas palabras que nos ayudan (?) a comprender el contexto laboral que parece haber llegado para quedarse y seguir en constante evolución.

 

Todos estos elementos han hecho que la gestión de talento, sobre todo el valioso, en las organizaciones implique un cambio de paradigma tan profundo, que aún estamos en él.

Y lo que nos queda…

 

Ya te he hablado sobre formas novedosas de atraer talento, sobre la importancia de los valores o que el empleado sea el centro de tu estrategia. Pero entendería que te hicieras la misma pregunta que se quedó en el aire hace unos días y no encontré momento de responder.

 

¿Cómo realizar una fotografía a la organización que te ayude a tener una imagen global ante esta incertidumbre global?

Organigrama líquido.

Esa es la respuesta.

 

Ante el contexto del que te hablo la palabra liquidez, transformación, debe formar parte de cada proceso que emprendas en tu organización: estrategia, atracción de talento, competencias clave y, por supuesto, organigrama.

 

Si en cada fotograma, la organización lleva asociada la liquidez,  el organigrama no iba a ser menos. ¿No pretenderás tener una organización que se transforma (o al menos lo intenta) a la velocidad de la luz y tener un organigrama rígido, estático, inflexible?.

 

Las claves del éxito para conseguir un organigrama líquido consiste en:

 

  • Visión estratégica de la organización, al menos a medio plazo (3-5 años), pero flexible y revisable periódicamente. No puedo darte plazos concretos, ya que cada organización y estrategia es diferente, pero lo que sí puedo decirte es que hacer un plan estratégico y dejar que coja polvo en la estantería, es absurdo.

 

  • Inclusión de la gestión de talento en la estrategia de empresa, como parte de la misma. ¿Cómo vas a conseguir los objetivos que pretendes si no sabes lo que tienes en tu organización ni lo que necesitas o vas a necesitar en un futuro a través de tu gente?

 

  • Catálogo de competencias clave, bien definidas y alineadas con objetivos estratégicos de la organización. Y por lo tanto, revisables y redefenibles según cambios y reajustes. Si los objetivos cambian, las competencias deberían de cambiar al mismo ritmo, incluso deberías de anticiparte a ello, dotando de recursos a la organización para conseguirlas (formación, mentorización, tutorización, círculos de calidad internos…)

 

  • Talento interno claramente identificado, tanto a nivel de atracción y compromiso como de estructura o acciones de apoyo de mejora dirigidas al potencial del mismo y vinculadas a la estrategia y proyectos futuros.

 

  • Diseño de perfiles y roles según proyectos, en adaptación constante basada en estrategia. Aquí, es importante que impliques a las personas que ocuparán esos roles, pues son ellos quienes tienen un mayor conocimiento de los matices de los cambios que ello conlleva.

 

  • Organigrama por proyectos, previamente definido, comunicado y aceptado por las parte implicadas. Esto, en resumen, sería el organigrama líquido que te propongo.

 

  • Liderazgo líquido y ejemplar, es decir, que las personas que ocupen los roles de líder en cada proyecto, lo asuman y desarrollen de manera ejemplar para luego dar paso a otro rol diferente en otro proyecto. Sin dramas, ni resistencias. Y así, proyecto tras proyecto, líder tras líder y ser ejemplo tras ejemplo.

 

  • Efecto transversal y coherente de acciones transformadoras. Cada acción diseñada y emprendida en la organización debe tener un objetivo de transformación permanente dirigida y adaptada a los objetivos estratégicos. Desde la formación, hasta la estética pasando por la cultura de marca empleadora.

 

Todo esto, como te podrás imaginar, implica una organización tremendamente madura y con un liderazgo claramente líquido. Esto no implica que los puestos ejecutivos que forman parte del comité de dirección o la gerencia cambien constantemente (menudo kaos!), pero sí sus roles o parte de ello, al menos, sí lo haga. Que se impliquen, flexibilicen y adapten, integrándose en los proyectos y acciones con los que se comprometen en el rol que se le sea asignado en cada uno de ellos.

 

Si ves que en tu caso no es así, no te pongas a esbozar un organigrama líquido para tu organización, analiza antes qué partes de la empresa necesitan madurar y mejorar para ser la bases sólida de esa liquidez que buscas.

 

El organigrama líquido, no deja ser una foto de algo que ya existe. Si haces lo contrario, será postureo del malo, un Photoshop cutre que a la mínima será detectado por todos los interlocutores implicados. Y eso, en lugar de generar un efecto de acción positiva, genera todo lo contrario: frustración, desconfianza, etc.

 

A veces pienso que el término liquidez tiene más que ver con lo que nos hace sudar este cambio permanente y constante que no da tregua que con la adaptibilidad y fluidez que hace analogía.

 

Si quieres saber cómo puedo ayudarte en este y otros aspectos de tu organización, te invito a darte un paseo por mi nueva web en la sección de organizaciones, donde encontrarás Programas de gestión de talento y Programas de desarrollo organizacional en las que llevo invertidas muchas horas en empresa y quiero compartir contigo.

 

Imagen: pinterest.com

Se nos ha ido la pinza con el desarrollo personal, y mucho.

 

Que si zona de confort, que si tu mejor versión, que si beta permanente, que si desapego

 

Ya, ya, ya lo sé que las reglas del juego han cambiado y que todo es volátil, incierto, ambiguo y … nunca me acuerdo de la otra sigla. En fin. Que todo esto es muy complicado, pero también se me hace cansado estar todo el día en constante crecimiento.

 

No sé tú, pero yo, necesito elementos estables en mi vida. Pocos, pequeños, materiales y personales, pero los necesito. Y vale que me adapto a este ritmo infernal de transformación constante, incluso, hasta me gusta, pero también necesito un respiro.

 

Necesito no ser productiva todo el tiempo, al menos a ojos de los demás.

Necesito vaguear, fluir como me apetezca, no como me digan otros.

Necesito cambiar a ratos y a otras estar inmóvil, acomodarme y disfrutar de la sensación de que todo está bajo control.

Aunque sea momentánea, aunque sea un susprio. Déjame que es mi momento, es mi suspiro.

 

Y por si fuera poco, me invaden los consejos por todos lados sobre cómo hacerlo, de profesionales, no profesionales, advenedizos, charlatanes y buenos oradores, que todo hay en la viña de Zuckerberg.

 

Me lanzan mensajes de “haz” , “sé”, “quítate”, “ponte”… Hasta yo misma los he usado y sigo usando en mis publicaciones, en mis conversaciones, fíjate si han calado hondo en mí. Estos mensajes, que no son más consejos y recomendaciones hechos desde el corazón y con la mejor de las intenciones, luego se transforman en otra cosa en conversaciones de cafetería, donde abundan las risas, las ironías y las bromas.

 

Con lo que, inspirada en una auténtica #influencer para mí como es Celeste Barber o el post de Joan Vergara en mi blog, te comparto mi primera infografía sobre las expectativas vs realidad respecto a lo que nos dicen (yo incluida alguna vez, lo siento!!) que tenemos que hacer para estar en el top ten del desarrollo personal y luego…la imagen que puedes llegar a generar en realidad cuando lo haces.

 

Con tanto lío, entre lo que debes hacer, lo que quieres ser, lo que te apetece de verdad y el impacto que vas a tener en los demás, me reitero en mi postura habitual: haz lo que te parezca oportuno en cada momento y sé consciente de las consecuencias de ello.

 

Nunca llueve a gusto de todos, y en esto del desarrollo personal, no iba a ser menos.