Oscar Martínez, tiene la capacidad de hacer fácil lo difícil a la hora expresarse. Y además no es consciente de ello, incluso le sorprende que alguien lo vea así. Te aseguro que no es falsa humildad, esa…se nota.

Lo que comenzó con un intercambio de inteligentes y acertados comentarios en mis posts en LinkedIn, acabó con una invitación a participar en la sección de invitados de mi blog. No puedo (ni quiero) resistirme a rodearme de personas ágiles en el discurso, con elaboradas reflexiones y con diálogos más que interesantes en público y en privado.

Lo de los requisitos de Ks y SEO para formar parte de mi vida, ya si eso para otro momento, para otra vida…

 


 

Cuando Jéssica me propuso participar en su sección #PersonasConAlma creo que ambos éramos conscientes del predecible final de la película que acabábamos de sintonizar. Abrumado y halagado a partes iguales, tenía la ligera sospecha de que me había lanzado el anzuelo con una escalera de color en su haber. Y yo, que soy de no amilanarme, un tipo de sobrealimentada curiosidad, rubriqué con un “Sí, claro”.

Y aquí estoy… Frente a la pantalla de mi ordenador, editor de texto en ristre. Una hoja blanca de papel virtual arrojando tanta luz a mi cuarto que pienso va a borrar mi silueta de la pared a mi espalda. Calcularía que estoy ahora mismo a 179.4 km de distancia del borde exterior de mi zona de confort. Aún con la inquietud de explorar terreno desconocido, la sensación de familiaridad parecía materializar un déjà vu en mi cabeza. Ya había comenzado a escribir…

Hay casos en que las revelaciones o momentos de reflexión más singulares germinan, al menos en mi caso, a partir de un hecho o comentario controvertido. Un clickbait que me deja un picor molesto en el coco que solo me consigo rascar discutiendo con mi almohada.

Uno de esos momentos (vete a saber por qué me acuerdo) tuvo como protagonista a mi profesor de estructuras de la universidad, que cierto día al inicio de su clase nos espetó: “La naturaleza no es sabia, es una mierda”.

Sorprendido y curioso por indagar en el desarrollo de aquel polémico titular, no reparé en las evidentes señales y pistas. Caían chuzos de punta en el exterior, y una conjunción perfecta de astros había dejado el único hueco libre del aparcamiento lo suficientemente lejos para poner a prueba la inoportunamente elegida indumentaria de aquel hombre.

“La naturaleza no es sabia, es una mierda… Si tuviera un ápice de inteligencia, llovería cuando y donde debe. Y ese es precisamente nuestro trabajo como ingenieros: cambiar y retorcer la naturaleza para solucionar esa falta de eficacia y eficiencia”.

No discutí la sentencia entonces y no la voy a cuestionar hoy. Si bien el mensaje era fruto del cabreo por una ineficaz planificación mañanera, me reté a buscarle cierto sentido. Obviando el ungimiento de los ingenieros como Guardianes de la Galaxia.

El universo lleva toda su existencia conspirando en nuestra contra, aumentando a cada transformación su entropía de forma inexorable. Teniendo tan claro que su destino final es su propio agotamiento tras haber alcanzado el caos extremo, parece una broma de mal gusto aupar al ser humano al otro lado de la balanza para equilibrar, con esfuerzo y trabajo, la fórmula matemática más despiadada conocida.

La adaptación al medio parece así más una cuestión de supervivencia evolutiva que de crecimiento personal y profesional. Elegir la sumisión al Status Quo establecido ofrece, hoy más que nunca, una esperanza de vida más corta que una boda en Juego de Tronos. La sociedad, el mundo, el universo cambia y avanza de forma inexorable. Entre tanto ¿tú qué decides hacer con tu libre albedrío?

La búsqueda de paz interior, la felicidad o el éxito, son para mí eufemismos a la eterna batalla por mantener un equilibrio que el universo se empeña en descomponer. No me vestiré hoy con chistera a lo Mr. Wonderful para hacer apología de lo maravilloso que es trabajar por la felicidad, el éxito o los beneficios de la emancipación esporádica de la zona de confort. Porque una vez alcanzados, se producirán nuevos y diferentes desequilibrios que nos arrastren de nuevo al trabajo y la búsqueda de satisfacción personal. Tomo conciencia del porqué muchas veces vivimos más en el futuro que en el presente. En soñar con ese esquivo y fugaz instante de equilibrio que parece ir siempre un paso por delante.

Aprende, asimila y racionaliza la frustración cuando parece que esa felicidad o éxito nunca llega. No hay atajos a cualquier lugar al que merezca la pena llegar. Porque cuando el universo te gana la partida y necesitas aportar el doble de trabajo para equilibrar la balanza, la vida se empina más que el Tourmalet con una pájara. Porque es fácil venderte la fórmula de la felicidad pero nadie te explica que la constante de trabajo eres tú.

Salir de nuestra zona de confort, como hago yo hoy en mi primera publicación, es solo una forma más de aportar energía y trabajo a mi entorno. Ni la mejor ni la peor, pero en mi caso una de las más gratificantes. Cada cual viaja a su estilo. Independientemente de si pasas tus vacaciones en tu habitual residencia de verano o eres de los que elige destino por las calvas de su mapamundi sin un alfiler… Tu maleta siempre regresa con más peso. Por eso, conviene ir ligero de equipaje, con la mente abierta y así dejar sitio a todo lo que puedas traerte del viaje.

Gracias Jéssica por haberme brindado la oportunidad de saquear esta experiencia. De haberme dado la oportunidad de transformar la energía que irradias en este trabajo de reflexión contra la desidia. Que no resulte vacío a tus lectores. Hoy mi mundo se acerca algo más al equilibrio buscado.

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  1. […] si zona de confort, que si tu mejor versión, que si beta permanente, que si […]

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