No, no es el título de ninguna canción de emisora Millenial ni lo que piensas cuando se te atasca la cápsula de la Nespresso. Es lo que pensó la protagonista de esta historia cuando su horizonte laboral empezó a volverse oscuro.
Y obviamente, el problema no era el café ni la cafetera…

Te cuento a través de mis ojos esta historia que ha tardado más de un año en ver la luz y ha tenido que ser a través de los míos, porque los de la protagonista aún se nublan al hablar de ello.

______________________________________

Me veo caminando como cada día, paso a paso voy cruzando aceras y calles que me llevan a mi trabajo. No canto ni bailo porque soy de carácter reservado, pero si pudieras verme “por dentro”… lo estaría haciendo. ¿Sabes esa sensación de sentirte bien y plena con tu vida, con tu trabajo? Pues esa, soy yo. Sólo que por fuera, no se ve.

Llegar a la oficina y sentirte una más del equipo, estar alineada con los objetivos de la empresa (con lo difícil que es eso!) , saberte valorada… Eso es lo que hace que cada día vaya con una sonrisa a trabajar, a pesar de los imprevistos y dificultades que surgen. Como en cualquier contexto donde conviven personas, porque las organizaciones están hechas de eso, personas.

 

Y me veo allí tan feliz, en mi puesto de trabajo: llamadas, clientes, informes, papeles, visitas… Todo fluyendo, con pequeños tropiezos que se solventan con esfuerzo y colaboración de todos, y con ganas de ir a más, siempre de ir a más.

Así me veo hasta que un día, después de muchas sutiles señales de el cambio estaba por venir, se hacen evidentes mis sospechas: soy un estorbo. Cuando alguien llega nuevo a un equipo siempre hay una fase de reajuste, con recelos y desconfianzas por ambas partes, que con el tiempo desaparecen si hay buena intención y ganas de colaborar. Pero cuando el fin de esa incorporación es otro, obviamente los resultados también.

 

La aparición de una nueva persona en escena, precipita una serie de acontecimientos tan desagradables como despidos, ceses fulminantes, cambios drásticos en funciones. Todo ello acompañado de la peor parte de esta historia: desprecios, insultos, mentiras, menosprecios, bloqueos, presiones, faltas de respeto… que se expanden como el lodo en toda la organización. Tardan en llegar a mí, por la posición que ocupo, pero me afecta igualmente el hecho de ver como aquello avanza como la peste y no puedo hacer nada. Es más, sé que tarde o temprano llegará mi hora.

 

Y llega. Llega el momento: ¡maldita cafetera! Me resulta más fácil culparla a ella y que sea foco de mi ira, sobre todo, de mi frustración. Porque unas cápsulas de café (sí, como lo lees, unas cápsulas!) son la gota que colma el vaso en esta situación de mi anulación en la empresa se instala de manera permanente, y contra la que lucho todo lo que puedo. No es mucho, porque no en realidad no sé ni contra qué ni contra quién lucho, pero lo intento.

Durante meses, incluso años, la sensación de impotencia e indefensión se apodera de mí, llegando a generarme enfermedades como consecuencia de resistir en este ambiente tan hostil. Pero no es fácil dejar un trabajo que te gusta, en el que llevas media vida y para el que sabes que estás hecha, y sobre todo, sin saber el motivo por el cual todo ha cambiado y ya no es lo mismo.

 

¡Maldita cafetera! Me vuelvo a repetir una y otra vez. ¿Es por usarla más de lo debido, por dejar atascada la cápsula o por terminar el Ristretto y no reponerlo? No acabo de encontrar el motivo real de la decisión de mi despido un día de verano, previo a mis vacaciones. Y la culpo a ella, a la maldita cafetera. A sabiendas de que esto no tiene que ver ni con el café ni mucho menos con la cafetera, pero sí tiene su poso amargo cuando lo calientas más de la cuenta.

 

Después de montar y desmontar mil hipótesis sobre la cafetera y su influencia en mi futuro laboral, y a punto de tomar rumbo al sur como destino de vacaciones, soy despedida. Así, sin más. “No vuelvas más” tan sólo eso. Y ya no lucho, porque ¿contra qué? ¿contra quién?

 

Cruzo el país de punta a punta, esperando que el aire cálido del sur secase las lágrimas que he derramado durante el combate que había empezado por la maldita cafetera y de la cual no había podido tomar parte en realidad. Esas lágrimas que me acompañan a lo largo del viaje y que en parte, también son un indicador del alivio que siento porque todo ha acabado. Yo, nunca habría tomado la decisión por mí misma, no habría sido tan valiente. O quizás mi valentía fue la de quedarme y defender mi postura y aquello en lo que creo de la mejor forma que pude.

 

Aún hoy no tengo la respuesta, sólo sé que el sur, como siempre alivia mi dolor y me ayuda a ver de forma más clara la liberación que supuso para mí. Pero también aún hoy, se me nublan los ojos al pensar en todo lo que influyó en mi carrera, para mi acceso de nuevo al mundo laboral, en mi vida…y para no soportar ver una Nespresso a menos de 10 metros nunca más.

 

Imagen: Daria Grad-Berdak (pinterest.com)

0 comentarios
  1. Lory
    Lory Dice:

    Hola!!
    Esta historia la conozco de muy cerca ya q una gran persona y la mejor de las amigas es la protagonista ( por desgracia).
    Deseo q ese nublor de tus ojos desaparezca xq es lo q mereces para empezar otra vez a cantar y bailar aunque nadie lo vea

    Responder
    • jessica
      jessica Dice:

      Hola!! Mil gracias por comentar en el blog. Desaparecerá y la muestra es este post que me ha regalado para que lo transforme en historia y haga público. Eso, ha supuesto un tremendo ejercicio de superación. Pronto verá una cafetera y sabrá que solamente es eso, una cafetera. Un abrazo enorme!

      Responder
  2. María de los Ángeles Espínola Zetina.
    María de los Ángeles Espínola Zetina. Dice:

    Guau, amada Jessica me ha encantado. Muchísimas ganas. Historia muy enriquecedora y motivadora. Abrazo cariñoso.

    Responder
  3. Jason
    Jason Dice:

    Reconozco la situación muy bien, y ¡qué bien la pintas! Siempre hay algo interesante en este blog. Hay otros que paso por encima cuando llegan a mi buzón pero este no.

    Responder
    • jessica
      jessica Dice:

      Mil gracias por comentar Jason, y por valorar la historia de esta protagonista de una forma tan bonita. Y de encontrar interesante mi blog!!!! Gracias de corazón, un abrazo!

      Responder
  4. Luz
    Luz Dice:

    Bonita historia, en la que también me veo reflejada. Por motivos distintos pero con el mismo final.
    Cuando pasa el tiempo sales de bache pero siempre te marca. Yo lo llevo conmigo.
    Gracias por compartir la historia

    Responder
  5. Beatriz
    Beatriz Dice:

    Una triste realidad q en mi caso a día de hoy no entiendo. Trabajas lo das todo x mejorar la situación formas un equipo q por fin se une en una misma dirección y cuando todo fluye después de mucho esfuerzo horas ideas cambios, realizan una nueva incorporación q destruye gran parte de la fluidez del equipo y a quien dan carpetazo es a mi. No daba crédito ni yo ni nadie . Me costó mucho pero resurgir fue duro y todavía lo es. A veces yo personalmente me siento perdida desubicada ya no sé a quién creer ni en quien confiar. Un fantástico relato Jessica . Un saludo

    Responder

Dejar un comentario

¿Quieres unirte a la conversación?
Siéntete libre de contribuir!

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *