Y en menos de 1 semana el post que ha inspirado esta nueva revisión cumple 7 años.

Y sigo sin cambiar el enfoque sobre lo que implica ESTAR en la Red, ya sea por necesidad, ocio o vicio. Creo que es importante eso, saber estar.

Y partiendo de esta base en la que apoyarme, actualizaré esos famosos tips que todos buscamos sobre la presencia o (sobre?)exposición de nuestra imagen en las diferentes rrss.

El primer nivel de presencia, podríamos denominarlo BAJO o de BAJA EXPOSICIÓN. Implica crear un perfil en una red (cualquiera me sirve) y usarlo para poder tener acceso a los diferentes contenidos y perfiles de la red. Lo habitual es crear un perfil con tu nombre y apellidos y una foto de perfil en la que seas fácilmente reconocible, sobre todo, si nos referimos a redes sociales enfocadas al ámbito profesional (como LinkedIn). En aquellas rrrs que desees utilizar para tu ocio y tiempo libre, tu perfil puede (o incluso, debe) ir vinculado a datos o imágenes que no hablen de tu vida privada. Esto no significa crear perfiles falsos, ni mucho menos, sino perfiles en los tus datos, imagen y privacidad, estén preservados de la mejor posible y que mientras, te permita disfrutar de la red.

Se sobre entiende, que si no deseas exponerte, tampoco lo harás con tus datos o información privada. De ahí, lo de preservarlos y no permitir el acceso a ello.

En el caso de redes profesionales, este nivel incluiría también los famosos «like», reaccionar a los contenidos de otros perfiles, bien por afinidad, intereses comunes o búsqueda de acercamiento profesional. Recuerda que cada vez que posteas, das like o interactúas con un perfil, te estás vinculando a un contenido, estilo o sector. Sea de la forma que sea, ya que incluso aunque sea para dar tu opinión desfavorable, nadie «pierde el tiempo» en ojear perfiles, contenidos o sectores que no son de su interés. Y de hacerlo, nos caería la etiqueta (y con razón) de hater, algo que no queremos, verdad?

A este nivel, ya no podemos hacer mucho más sin empezar a exponer nuestros conocimientos, aficiones, intereses u opiniones.

 

Después, tendríamos el nivel de presencia MEDIA o de MEDIA EXPOSICIÓN. En este nivel, comenzamos a interactuar con aquellos perfiles que nos resulten de interés, ya sea por sus contenidos, por ser referentes en su campo o porque nos puedan dar pie ir posicionándonos en un sector.

Esta interacción supone a su vez, diferentes niveles:

  1. Realizar comentarios a publicaciones de perfiles de interés (profesionales, empresas, entidades, etc.), desde el agradecimiento, el apoyo o la reflexión alineada con lo publicado.
  2. Realizar comentarios a publicaciones de perfiles de interés, pero en este caso, aportando información relacionada con el contenido o sector. Aquí, habitualmente se añade información relevante sobre la noticia, post o contenido, centrada en aportar valor extra a lo ya publicado. Se puede hacer desde la experiencia propia, de los conocimientos adquiridos o de la conexión del contenido con otros perfiles o contenidos que sean relevantes para ti.
  3. Compartir contenido de otros perfiles, sin más. Hacerlo de esta forma, no es crear contenido en sí mismo, pero es un primer paso para pasar del nivel medio al nivel TOP de exposición. Todo lleva su tiempo. En este caso, es imprescindible que etiquetes adecuadamente el perfil para que les llegue tu conexión con la temática, tanto a tus contactos/audiencia, como a los de los perfiles que has compartido. No estaría de más que añadieses el titular, resumen, hipervínculo del contenido para no dejar la publicación tan tristona y con apariencia de descuido. Pero eso ya lo dejo a tu elección.

 

Y por último, llegamos al nivel máximo de presencia: el nivel ALTO o de ALTA EXPOSICIÓN. Aquí, además de realizar las anteriores acciones (comentarios, likes, reacciones, etc.) nos centramos sobre todo en la creación de contenido propio, también con varios niveles:

  1. Creación de contenido propio a partir de contenido ajeno. Podrás hacerlo a partir de noticias sectoriales, novedades relevantes, perfiles referentes, siempre teniendo en cuenta tu vinculación a dicho contenido. Como mínimo, deberás incluir en tu aportación el origen de la información (siempre que puedas, etiquetando), incluyendo # hastags y añadiendo un titular, resumen, extracto, introducción, etc. como muestra de dedicación a dicho contenido. Así, no sólo sabremos que te lo has leído, sino también que conoces y valoras su origen y de lo cual, deduciremos un posicionamiento a favor de dicho perfil o contenido.
  2. Creación de contenido propio, a partir de contenido ajeno…aportando tu propia opinión, experiencia o conocimiento al respecto. Aquí, ya empezamos a dejarnos ver y conviene empezar a hacerlo desde una postura a favor, por lo que sólo lo haremos con aquellos perfiles y contenidos con los que estemos alineados. Una vez te sientas preparado, podrás empezar a hacerlo posicionándote desde otra perspectiva diferente, siempre desde el respeto, la argumentación y la crítica con aportación de valor. Criticar por criticar, no te hará mejor profesional y mucho menos, persona. Salvo que te quieras convertir en polemista profesional, no es lo más aconsejable.
  3. Creación de contenido propio. Aquí tenemos la opción de inspirarnos en artículos, lecturas u opiniones de otro, pero sólo como punto de partida, ya que el grueso de nuestro contenido ha de ser de creación propia. Puedes hacerlo desde la reflexión, las indicaciones o pautas, la didáctica, el análisis de información o los ejemplos y experiencias propias. Cada uno de estas opciones te llevará a un estilo en el que será percibido como un profesional actualizado en su sector, incluso vinculado a las nuevas tendencias, o como un perfil enfocado a mostrar sus habilidades y conocimientos en un área determinada. Lo más importante en este nivel es que publiques siempre desde tu forma de entender la información, el mundo o tu profesión.

En todas y cada una de estos niveles de exposición, hay una serie de PREMISAS BÁSICAS a tener muy en cuenta:

  • Estilo: tu estilo a la hora comunicarte en rrss es un reflejo de tu personalidad (salvo que seas un farsante, que haberlos…haylos), por lo que, aunque se sirvas de otros referentes y sus casos de éxitos, nunca dejes de exponerte de una manera en la que te sientas cómodo y con el que estés en consonancia.
  • Respeto: nunca pierdas los papeles, te digan lo que te digan. Es preferible no responder a un comentario que busca polémica infundada a hacerlo desde el enfado, la ira o el despecho. Tampoco te conviertas en un hater profesional, entrando a todo trapo que se mueva en la red. La crítica con argumento, fundamento y respeto, aunque no sea siempre bienvenida, no da opciones a una réplica desagradable. Y de darse, ya no será tu perfil el que se exponga de manera desafortunada.
  • Coherencia: algo que debiera ser tan sencillo, se vuelve tremendamente complejo. Porque esto, es una pancarta publicitaria, es un cv vivo en el cual queda plasmada nuestra identidad. Y a nadie le gusta salir mal en las fotos, ni que lo vean en su peor momento. Pero de ahí que todo sea impostado, debería haber una diferencia que no siempre tenemos clara.
  • Estrategia: de la mano de esa coherencia, de esa transparencia y de TU verdad, debe ir la estrategia. Todo el tiempo que dediques a estar en rrss, debe tener un motivo, unos objetivos claros que pueden ir cambiando con el tiempo. Incluso esa primera etapa de observación, de análisis y toma de decisiones sobre el nivel de exposición, debe estar claro en tu cabeza y en tu agenda. El tiempo es un recurso preciado, no lo olvides. Y esto, no implica que siendo estratega seas un cínico, falso o hipócrita, tan sólo que tienes las cosas claras.
  • Constancia: practica, crea, cambia, crece, para… Decide qué recursos vas a invertir en el uso de las rrss como manera de alcanzar tus objetivos profesionales. Aquí, no hay nada escrito. Pero lo que sí está claro, es que cuánto más tiempo le dediques y más claro tengas tus objetivos, más te acercarás a que su uso y exposición, merezcan la pena.

 

Imagen: Canva

La ficción, no es más que un reflejo de la realidad. O al menos, una parte de ella.

Y con ficción, me refiero al cine, la literatura, la música y todo el imaginario artístico de una época.

 

¿Te has parado a analizar el perfil de profesional exitos@ de las series/películas?. Si no lo has hecho, te lo hago yo:

– Profesionales dedicados en cuerpo y alma a su trabajo, sin ningún tipo aliciente más allá de sus quehaceres laborales.

– Personas con dificultades para crear relaciones sanas: pareja, familia, sociales, etc. Se salvan esos amigos «de toda la vida» que aparecen en última instancia para hacer alguna «intervención» de urgencia.

– Total o importante ausencia de apoyos (emocionales, económicos, sociales, etc.)

– Elevado porcentaje de personas con trastornos o patologías (depresión, alcoholismo, diversos trastornos mentales).

– Personas con situaciones traumáticas a sus espaldas, obviamente, no superadas y no elaboradas satisfactoriamente.

– Tendencia a la falta de comprensión de su entorno que se suple con aislamiento en sí mismo, en el trabajo o algún tipo de adicción.

– Bajo o muy bajo interés por el autocuidado: higiene, estética, moda, hábitos saludables.

– Fijación (rayando la obsesión) por encontrar solución a los problemas laborales.

– Gestión emocional nula o compleja: pasamos de un ser humano tan racional y frío que roza la psicopatía a otra visceral que centra sus esfuerzos en vengar lo propio y ajeno. Siempre a nivel laboral, ojo.

 

Y algún rasgo más que daría para un par de series de cualquier plataforma de las que conoces.

Estos ejemplos me vienen tras ver series como Mare de Eastwood, House, 007, Goliat, Mad Men, Succession, Halston, Cómo defender a un asesino y un sin de profesiones que cumplen la mayoría de estos rasgos.

Entre espías, policías, diseñadores de moda, abogados o doctores, no aparece la idea de tiempo libre, relaciones de pareja sanas, agendas familiares, proyectos vitales/personales, etc.

¿Cómo pretendemos que la conciliación sea parte de nuestra vida laboral, de nuestra idea de éxito profesional, si no concebimos una serie/película de ficción donde aparezcan estos conceptos?

Esto no es una crítica, es sólo una reflexión. Pues soy la primera que disfruta viendo como ruedan cabezas en Juego de Tronos o se deshacen de estorbos en Los Soprano. Pero si analizo qué consideran los medios de entretenimiento perfiles profesionales exitosos (resuelven crímenes, diagnostica con acierto, salvan vidas, evitan injusticias), y le sumo lo que nos atraen este tipo de personajes, tengo la sensación de estar cada vez más lejos del espejismo de conceptos como:

– estrategia centrada en la persona

– experiencia del candidato/empleado

– calidad de vida

– conciliación

– equilibrio

 

¿Te has parado a pensarlo alguna vez o sólo soy yo la que «veo» estas cosas?

 

Quizás debería desconectar mi cerebro de psicóloga al ver series/cine, pero no siempre puedo.

Sin entrar en refranes rancios, te traigo 10 reflexiones sobre si eres un Manolete. Vamos, que entras a torear sin saber dónde te metes:

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1.- Si no quieres lidiar con el dolor ajeno, no pretendas ser (ni hacer de) psicólog@.

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2.- Si no puedes ver retrocesos, bloqueos o falta de avance en tus clientes, no entres en procesos psicológicos.

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3.- Si sólo te mueves en el «Todo va a salir bien» o «De toda crisis se aprende», no te muevas en corrientes psicológicas.

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4.- Si no tienes espacio en tu despacho para la frustración, el enfado o las lágrimas, no crees espacios publicitarios en tu web que hable de #acompañamiento o #terapia.

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5.- Al hilo de la anterior, si creas ese espacio emocional incómodo, y no sabes dejarlo cerrado o elaborado antes de cerrar la puerta, ni te plantees entrar en la psique humana.

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6.- Si no sabes crear relaciones de ayuda sanas e independientes, con el objetivo de dejar de existir desde su comienzo, no menciones a la #psicología como tu herramienta.

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7.- Si no eres capaz a dejar a un lado momentáneamente tu ego(ismo) y tus propias miserias mientras trabajas con el cliente, no te empeñes en hacer de la #psicología tu profesión.

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8.- Si no te apetece hurgar en lo más profundo del ser humano para encontrarte con desagradables sorpresas con la misma probabilidad que escenarios de belleza incalculable, no asumas que eres psicólog@.

9.- Si no te planteas aprender a no asumir cargas ajenas, mientras ayudas a que sean menores en quienes las portan, no me digas que cualquiera puede ser (un buen) psicólog@.

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10.- Si no estás preparad@ para encontrarte con lo peor y lo mejor del ser humano cada día, verte y ser reflejo de ello, te pido por favor, que te alejes lo máximo posible de la Psicología.

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Imagen: Freepik.

Hoy tocaba retomar actividad en el blog después de casi 2 años de actividad intermitente durante la COVID-19. Y precisamente, sobre eso: los aprendizajes reales, no los de boquilla, que hemos logrado durante este durísimo episodio de nuestras vidas.

Pero después de un par de publicaciones en la Red sobre Psicología, con sus dimes y diretes sobre quién puede hablar de esta disciplina o no, quién se puede considerar experto o no o los manidos y alabados mensajes positivistas en boca de personajes públicos, me siento en la obligación de abordar lo que los psicólogos, sabemos. Y sobre todo, lo que no sabemos.

Porque sí: la Psicología está en el aire, pero no todo es Psicología y por lo tanto, no todo vale. De parte y parte.

Allá voy!

 

Los psicólogos no sabemos de todo, sabemos de lo que sabemos. Existen diferentes especialidades dentro de la Psicología (Clínica, Neuropsicología, Social, Organizacional, Diferencial, etc.) algo en lo que nos intentamos especializar a lo largo de la carrera, pero en realidad se da una vez finalizada con estudios de postgrado, máster y demás formación continua. La Psicología es una carrera generalista, al igual que otras muchas que dota de unos conocimientos generales sobre el comportamiento humano y que requiere de especialización y formación constante. Por eso no todos los psicólogos vamos a saber sobre las rabietas de los niños, los últimos avances en psicofarmacología o intervención terapéutica o las tendencias en gestión de talento.

 

Los psicólogos podemos ser buenos o malos profesionales, pero nos respalda una formación. Esta no es la justificación en la que nos vayamos a escudar para cometer errores, pero pasamos por un filtro de adquisición de conocimientos, prácticas, investigaciones y métodos científicos para llegar a ser psicólogos. Y luego, está la parte humana y ética: quien sea un egoísta o borde, posiblemente lo será en su profesión, sea la que sea. Psicología incluida.

 

Los psicólogos estudiamos muchas materias que nunca nos serán necesarias, al igual que el resto de profesiones y estudios. ¿Cuántas veces has usado las funciones hiperbólicas o las declinaciones de los verbos en latín? Pero ambos formaban parte de un itinerario (quizás a veces equivocado) para llegar a un conocimiento mínimo de un área o de una especialización.

 

Los psicólogos tenemos muchas corrientes por las que decantarnos a la hora de realizar nuestro ejercicio profesional según las diferentes escuelas existentes. Estructuralista, freudiana, conductista, cognitivo-conductual o Palo Alto son algunas de las escuelas que han influido en nuestra formación y profesorado. Y por lo tanto en nuestros aprendizajes y preferencias, las cuales se van puliendo con los años y el estudio constante de nuevas técnicas y escuelas. También podemos llegar a cambiar de escuela, al encontrar que con las nuevas investigaciones o avances, nos encontramos más cómodos y nos resulta más útil una que otra.

 

Los psicólogos usamos herramientas para intervenir en la modificación de la conducta humana. Entre ellas el coaching. Sí, el coaching, una herramienta centrada en lograr objetivos de manera ágil que se vale a su vez de diferentes técnicas provenientes del mundo empresarial y deportivo. De ahí, que el coaching, no deja de ser una “intervención” que raya los límites de la psicología y seguimos sin tener claro en muchas ocasiones. Lo que sí está claro, al menos para mí, es que el coaching es una herramienta y no una profesión.

 

Los psicólogos nos basamos en el método científico en el cual se apoya nuestra formación universitaria. O eso deberíamos hacer a la hora de intervenir, divulgar o realizar opiniones vinculadas a nuestra profesión. Los recuerdos sobre mis profesores universitarios no siempre son positivos, pero no recuerdo ninguno que no apoyase sus posiciones en estudios, más o menos recientes. Con mayor o menor acierto. Y con ello, se intentan sentar las bases de nuestro juicio como profesionales de una disciplina, aunque lleve años comprenderlo y no se esforzasen en su momento por explicarnos el motivo de tanto estudio y tanta investigación.

 

Los psicólogos somos profesionales sanitarios desde el 2011 (aunque la lucha se inició a finales de los 90). No somos médicos, pero al intervenir sobre la salud (terapia, modificación de conducta, bienestar), se incluye dentro las profesiones sanitarias. Pero todo este “lío” de la Psicología como profesión, como ciencia, se inicia en 1897 en el famoso laboratorio de Psicología Experimental en la Universidad de Leizpig. Haciendo cálculos, aunque yo soy de la antigua “letras puras”, me salen unos 125 años de trayectoria. Y de lucha, de avances, de choques, de crecimiento, de profesionalización… Casi ná.

 

Los psicólogos no servimos para todo, la Psicología no sirve para todo. A pesar de que la Psicología está implicada en gran parte del mundo que nos rodea, no es la solución para todos los males. Ni todo de lo que se habla tiene que ver con la Psicología, ni es el recurso estrella para cualquier conflicto o situación. Y al mismo tiempo, no todo vale al hablar y opinar sobre la Psicología como algo que sencillamente supone opinar sobre la psique y comportamiento humano.

 

Lo que sí está claro, es que es una profesión maravillosa que suscita los mismos odios que admiraciones, ya sea por lo bonito de estar en contacto con lo más profundo del ser humano o su enfoque de ayuda. Pero así es. Y lo que también ha de quedar claro, es que no toda persona que hable sobre Psicología, se haya leído un libro o una biblioteca, es Psicólogo (ojo, que no digo ni bueno ni malo) si no ha pasado por los cauces establecidos.

 

Imgen: Weeky

Tengo por costumbre, hablar sobre lo que vivo, lo que me inspira, mi día a día. Y por suerte, el mío más que interesante, en la mayoría de ocasiones. Al menos, profesionalmente hablando.

Hace unos días, en una formación sobre comunicación y gestión emocional, surgió el debate sobre el lema: «En el trabajo, no se va a hacer amigos». Y se armó el Belén, en el mejor de los sentidos. La sangre no llegó al río, todo lo contrario, enriqueció muchísimo el desarrollo de la formación y se llegaron a temas temas relacionados con el tema central de la formación, pero vinculados a un tema tan de tendencia que en breve, llegaremos a la saturación nivel «zona de confort» o «persona tóxica».

La felicidad y todo lo que la rodea (plenitud, amistad, satisfacción, etc) en el trabajo.

Tema estrella donde los haya, desde hace tiempo, pero que ahora incluye en su slogan la salud mental o el bienestar integral en el trabajo, y así ya tenemos el combo ganador de cualquier quiniela para que te puedan comprar la idea, propuesta o libro.

La Psicología lleva décadas estudiando y abogando por la necesidad de prevenir y abordar la salud mental de las personas en el trabajo (quizás te suene el concepto de la especialidad de Ergonomía y Psicosociología Aplicada, que ya tiene unos añitos). Y ahora, parece que de «repente», cualquier avispado sabe y puede intervenir en la salud mental del empleado a través de gestionar su felicidad en las organizaciones…

Siento, como en multitud de ocasiones, que me he perdido algo por el camino.

Antes de seguir abriendo este melón, concluiré con mi opinión al respecto del tema de ir hacer amigos en el trabajo. NO, al trabajo no se va a hacer amigos, aunque puede que surja la amistad, incluso el amor. Al trabajo, uno va a desarrollarse, a generar negocio, a obtener resultados, a aprender, a generar conocimiento, a abrir la mente, y como todo esto ocurre en un contexto social, pues hay posibilidad de que surjan relaciones. Tanto buenas como malas, enriquecedoras como complejas.

Por eso, si vas a trabajar con la idea de que tu oficina, tu taller o tu aeropuerto son el mejor lugar para hacer amigos, corres el riesgo de sufrir tremendas decepciones y frustraciones. La amistad, es una posible circunstancia colateral a tu trabajo, pero no puede ni debe ser el motivo más potente por el te levantas cada día para ir a trabajar.

Piensa que la amistad y el amor, dos (supuestos) pilares básicos de la felicidad occidental, se dan con personas que elegimos y nos eligen, en el mejor de los casos. Sin embargo, no participamos en la elección de las personas con las que compartimos nuestra jornada laboral, ya sean jefes, colaboradores, clientes, … Por lo tanto, pretender encontrar la felicidad en el entorno laboral mediante relaciones impuestas, es casi pretender ganar la lotería apostando una vez al año.

Otra cosa es perseguir el equilibrio laboral, al buscar la parte positiva de nuestro trabajo, intentar crear relaciones sanas con el resto de personas de nuestro contexto y desarrollarse al mismo tiempo. Esto, en sí mismo, ya implica un esfuerzo casi titánico, y en muchas ocasiones, imposible dadas las condiciones tan nocivas que podemos llegar a vivir en el trabajo. Con lo que, no: al trabajo no se va a hacer amigos, aunque puede que sí surjan si se dan muchos factores, entre los cuales está tu actitud y tus competencias profesionales y sociales.

La idea de pretender encontrar la felicidad en el trabajo, en un lugar en el que muchas veces estamos condenados a una transacción de nuestros servicios a cambio de dinero, nos esclaviza en lugar de liberarnos. Lo mejor que nos puede pasar es pensar en el trabajo como en una parte de nuestra vida en la que nos desarrollamos, aportamos o estamos temporalmente de paso y en la que a veces, insisto, aparece la amistad, el amor o la plenitud. Pero en caso de que es0 no ocurriese, no debería significar nada, dado que aún tenemos otras partes de nuestra vida donde elegir personas con las que pasar tiempo o aficiones con las que sentirnos plenos.

Volviendo al tema del que partía el post, creo que lo más cercano al bienestrar integral tan de moda, al equilibrio que requiere la salud mental humana, es lograr que cada uno de nosotros decida dónde encontrar aquello que defina como felicidad. Y en el caso de que no sea dentro del contexto labora, la personas no sea tachada como mediocre, egoísta o vaga. Un buen empleado no es sólo el que se desvive por su puesto y le dedica horas sin tener en cuenta su descanso, área personal o salud, también lo es una persona que no genera conflictos, que genera resultados y que además, lo hace en el tiempo en el que se ha comprometido en su contrato.

La felicidad, al igual que el éxito, como constructos sociales que son, dependen de modas y tendencias sociales. Y actualmente, nos encontramos ante la necesidad de vincular a ambos al rol laboral, cuando la persona tiene múltiples roles en los cuales puede depositar voluntariamente el esfuerzo y energía de encontrar la felicidad (y el éxito). Y todo ello, sin mermar sus cualidades o rendimiento laboral.

De ahí mi firme posición de no tener porqué ser feliz ni tener amigos, necesariamente, en el contexto laboral cuando ya se es en otras facetas de la vida decididas voluntariamente. Y si de paso, también lo somos y logramos encontrar la amistad, el amor o la felicidad en la oficina, pues…estupendo! Pero no debería de ser requisito imprescindible para ser un buen empleado, ni mucho menos  ser la excusa perfecta para crear nuevos puestos de trabajo centrados en hacernos felices donde tan sólo queremos ir a trabajar.

Imagen: Pixabay.com

A veces, la adaptación no es una opción, si no una necesidad. Incluso se llega a implantar como una forma vida, lo cual no significa que estemos encantados con ellos. Tan sólo que está ahí y toca decidir qué hacer con ella.

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Hace 50 años, era posible que murieras laboralmente en la empresas en la que empezabas a trabajar con 15. Con ascenso o no, con proyección o no, pero la línea estaba marcada y podías recorrerla si querías.

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Actualmente, se estima que tendremos entre unos 20 y 30 cambios laborales a lo largo de nuestra vida profesional (Michelle Weise, vicerrectora del Sistema Nacional de Universidades de Estados Unidos). Por lo tanto, esto de la «estabilidad» es más una quimera que una necesidad. Otra cosa, es aprender a manejarse en estos contextos tan cambiantes #BANI (porque el #VUCA ya se nos queda corto…), y convivir con ello, dentro de ello, de una forma más o menos cómoda. Porque no va quedar otra.

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Ayer actualicé mi vida laboral «privada» y tuve que tirar de agenda y calendar para sacar toda la información vivida en tan sólo un año: clientes, proyectos, formaciones, procesos, tutorías, sesiones, reuniones, propuestas… No todo se desarrolla, ni se cumple, pero ocupa un espacio, mental y en la agenda, que hace que necesite de tirar de soporte externo, porque mi disco duro llega a borrar datos por pura necesidad.

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Y para cada acción, tengo que cambiar de color como si de un camaleón se tratase. Los roles de consultora, formadora, psicóloga, tutora o mentora, son diferentes y si a eso le sumas, la casuística particular de cada cliente y cada sector, los resultados tienden a infinito. A esta complejidad de cambio constante, hay que sumarle la simultaneidad: por la mañana formación, a medio día sesión individual, por la tarde consultoría de proyecto y por la noche elaboración de informes. O una nueva propuesta, o estudiar una nueva tendencia, o analizar un caso atascado…

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Y te encanta lo que haces, pero reconoces lo cansado y agotador que llega a ser para tu mente tanto cambio para poder llegar a todo con la excelencia que deseas o te exiges, y que finalmente tú también te exiges. Y ahí es cuando empiezas a priorizar, delegar, aparcar o meterte de lleno, porque no te queda otra, ya que la fuerza del mercado laboral es mucho más fuerte que tú y la “única” capacidad que tienes es la de adaptarte al cambio en el que llevamos inmersos desde hace varias décadas o vivir en permanente queja.

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Insisto: adaptarse, también conlleva asumir cansancio, agotamiento incluso, tomarse parones y desconexiones, porque es necesario para poder seguir. Y ser consciente de esta necesidad de cambio constante, de aprendizaje y flexibilidad de por vida, y del desgaste que genera en nosotros, tampoco le resta emoción y belleza a lo que uno se dedica. Sencillamente se trate de ser ecuánime y coherente con la vida que se ha decidido llevar aunque a veces pese, porque otras veces, sencillamente fascina.

Arrastramos ambiciones que no son las nuestras, y por lo tanto, desempeñamos trabajos y ocupamos puestos, que no sentimos como nuestros. Para, finalmente, vivir vidas, que no se acercan a lo que llamaríamos propias.

La idea de ambicion, tanto personal como profesional, siempre ha estado asociada a conceptos más cinéfilos y socioculturales que personales. De ahí, que las ambiciones y aspiraciones, vayan cambiando con el devenir de los tiempos. Querer ser misionero en África, médico, abogada, peluquera, futbolista, actriz, modelo, influencer, youtuber o streamer, tiene mucho que ver con la época en la que vives y te desarrollas como persona.

Aún así existe un factor común en toda época: éxito (=fama) y dinero. Y pobres de aquellas personas que muestren públicamente en su entorno laboral y personal que sus aspiraciones no consisten en ascender de manera continua en un organigrama, ganar más dinero o ser más reconocido cada día. Pobres…

La ambición, tiene mucho que ver con el sentimiento de felicidad, éxito y bienestar, por lo tanto, un concepto personal e intransferible, aunque sí influenciado por el contexto socioeconómico. Con lo que, tus ambiciones y prioridades son tan tuyas como seas capaz de defenderlas y perseguirlas, aunque se alejen de cuentas bancarias rebosantes y despachos con mesas de caobas en rascacielos.

Ahí estará tu dificultad: saberte igual (o más) que el resto, pero con tus propias ideas de éxito y crecimiento individual. Lo cual muchas veces es visto en las empresas como falta de fuerza o ausencia de interés por el proyecto. Y en los contexto más personales, como un conformismo barato, ser un mediocre en una acomodación constante,

En los procesos de selección, tiende a valorarse muy positivamente que los candidatos tengan ansias por crecer y aspiraciones de crecimiento, a pesar de que los puestos que vayan a ocupar se encuentren en organización sin esa posibilidad. Un completo sin sinsentido: seleccionar a personas ambiciosas para entornos donde no pueden crecer. Fracaso absoluto asegurado, pero aún así, se valora positivamente esa ambición, cuando más desmesurada, mejor…

Han de saber aquellos que insisten en el constante crecimiento y detestan la acomodación, que ya Piaget en su momento (1896-1980), decía que en todo proceso de aprendizaje es necesario un período de acomodación donde se asienten los nuevos esquemas de aprendizaje. En resumen: sin descanso, ni base dónde apoyarse ya «acomodada», no habrá ni nuevos aprendizajes, ni crecimiento, ni ambición.

Dejemos que las personas tengan sus propias ambiciones, que hasta para eso parece que tengamos que ser clones.

Las escaleras siempre han sido de subida y de bajada, usémoslas según necesidad.

Imagen: diseño propio.

Como todo el mundo estará hablando hoy de la vuelta al cole, el síndrome postvacacional o la depresión preotoñal, voy a centrarme en revisar las pequeñas modificaciones que se pueden ir incluyendo en época estival. Tras dos veranos, como poco, extraños y rarunos, conviene ir planteando acciones alternativas en esta época del año, por aquello de ir acostumbrándose a otras opciones que pudieran venirnos de manera obligada. O simplemente, por probar que lo que habíamos hecho hasta ahora o lo que se nos dice que hagamos, es posible ya no funcione.

Quizás no tenga mucha ciencia hacerlo una vez pasado el verano y tendría que haberme esforzado en contártelo antes, pero es que puede que haya que tenido que pasar antes por ello para poder contártelo ;).

1.- 0 expectativas en las vacaciones: y cuando digo 0… es 0. Evita sobredimensionar tus fuerzas, energía, tiempo y los de los demás. El verano, con suerte, son 2 meses y se pasan volando. No pretendas quedar con todas esas personas pendientes de antes de la COVID-19, ni mucho menos realizar en 2 meses lo que no has hecho en 2 años. El verano, da para lo que da. No más.

2.- Planifica lo justo. O no planifiques nada de lo que puedas hacer en el verano, porque lo más posible es que no llegues ni a la mitad de la lista. Y todo esto, sin pandemia ni perímetros, ni nada de nada. Con ello, evitarás tanto frustraciones como desgastes innecesarios.

3.- Tómate vacaciones de verdad, sin culpabilidad ninguna. Déjate de «travacacionar» y además, hacer que ver que es una maravilla. Si hay que hacerlo, se hace, pero admite que eso no es descansar y tu cuerpo (y por supuesto tu mente) lo necesitan. Por más que nos lo pongan quieran meter por la vista, viajar con el portátil o el móvil o estar en la playa los 7 días al año que te puedes permitir, tiene poco de glamouroso.

4.- No aprendas nada. Trata de no estudiar nada más, ni leer, ni aprender, ni mejorar. Ya habrá tiempo.Prueba a quedarte en reposo (que no necesariamente en equilibrio) y ver qué ocurre. Estar en reposo no es sinónimo de estancamiento o inmovilidad, por lo que puedes viajar, probar nuevas experiencias y seguir haciendo vida social, pero sin ese ansia de aprender de cada situación vivida. Tan sólo vivirla, ya es un reto.

5.- Haz algo diferente a lo habitual y observa. Aunque sean pequeñas acciones. Si eres de ir a lugares nuevos y conocer todo lo posible durante tu estancia, prueba a ir a un hotel y no moverte más allá de 1 km de sus instalaciones, aprovechando a dormir, descansar, vegetar, etc. Si ves que te supera, puedes ampliar el radio a 2 km ;). La idea es modificar tus acciones habituales para saber si estás haciendo lo correcto para ti en estos momentos.

6.- Dedícate tiempo. Pero dedícatelo de verdad y que sea de calidad. Reservando unos minutos/horas al día para hacer cosas exclusivamente para ti: pasear, hacer deporte, leer, dormir, quedar con amigos o no hacer NADA. Es imprescindible que aprendas a sacar tiempo para ti y tu autocuidado, sea cual sea la forma.

7.- Desconecta de lo que estás conectado todo el año. Puede ser el móvil, el ordenador, las redes sociales, la familia, la pareja, los amigos o incluso un lugar. Toma distancia durante un tiempo, el que puedas y quieras, de aquello que tienes frente a ti cada día. A la vuelta, lo verás con otros ojos: quizás lo valores de otra forma, lo cojas con más ganas o simplemente te permita tener más fuerzas para seguir adelante. También cabe la posibilidad de que hayas estado tan bien desconectado de ese «algo» que te plantees no volver a tener esa conexión. Son riesgos que se corren!

8.- Limpia. En el sentido más literal de la palabra. Haz limpieza y pon orden en aquello que ya no usas, no te es útil o te hace daño. Ropa, libros, muebles, ideas o relaciones. Deja espacio a lo que te viene bien (o vendrá) y organiza lo que tienes a tu disposición.

9.- Acude al psicólogo. No lo digo por corporativismo, pues los psicólogos también necesitamos de otros colegas para ordenar ideas, reflexionar en voz alta, plantear dudas existenciales, reservar un espacio propio para pensar. No hace falta un diagnóstico patológico o tomarlo como último recurso, sino como un recurso más para estar mejor de lo que se está.

10.- Relativiza el verano. Es una época del año más, en la que a veces ponemos demasiadas esperanzas. No es necesario viajar ni mucho menos ponerse moreno. No es imprescindible enamorarse ni escribir un libro o hacer algo extraordinario. Todo eso puedes hacerlo, o no, en cualquier otra época del año.

Prometo hacerlo mejor el próximo verano.

O no…

Imagen: propia.

El pasado 15 de mayo, junto con el cumple de mi pequeña, se cumplieron 5 años del nacimiento de mi blog y mi web profesional.

Como cada año, me gusta hacer un post que gire entorno a su creación, basado en agradecimientos, reflexiones, resúmenes… Y este año, le toca a cómo ha conseguido sobrevivir durante estos 5 años, y yo con él. Y ambos con salud mental, que es lo importante ;).

 

Antes de nada, te cuento las ideas más frecuentes que pasarán por tu cabeza antes de arrancar:

 

  • No tengo nada interesante qué contar
  • ¿Quién soy yo para aportar algo nuevo?
  • Mi capacidad para comunicar es muy limitada
  • Y ¿si escribo y nadie me lee?
  • Ya está todo dicho sobre mi área de conocimiento
  • No tengo tiempo ni paciencia para dedicarle al blog/web
  • No soy nada constante para este tipo de cosas
  • Y muchas más que pueden ser hasta malsonantes 😉

 

Obviamente, todos pasamos por este tipo de dudas y pensamientos que nos hacen ir y venir la idea de lanzarnos a esta aventura que favorece el posicionamiento y visibilidad de una marca e imagen profesional. Como otra herramienta más de branding personal, el blog requiere de una serie de cuidados para que los recursos empleados en él sean rentables (entendiendo la rentabilidad como la consecución de los objetivos que te has propuesto en un tiempo determinado):

 

  • Aprovecha el dominio de la web para vincular al blog: es mucho rentable en términos de SEO.
  • Usa un naming que tenga que ver contigo o con tu proyecto profesional de manera clara. Facilita el recuerdo y la vinculación contigo.
  • Sáltate la falsa humildad o el pudor improductivo de no usar tu nombre en tu blog o tu web. El poner .com, .es, .net.. ya es cosa tuya y de la estrategia que tengas en mente.
  • Tira de planificadores de contenidos y revísalos cada 6 meses para ver si cumplen con los criterios de tu estrategia.
  • Ten siempre a mano una agenda donde anotar aquello que te inspira y comunica quién eres, lo que haces y en qué puedes aportar.
  • Usa bancos de imágenes gratuitos y perfiles públicos (citando siempre) que te representen para añadir contenido visual al blog. Y no lo hagas con prisa, bucea con calma en la red y dedica parte del día a buscar esas imágenes impactantes o innovadoras para tus escritos.
  • Revisa las etiquetas y temas sobre los que comentas, creando y fusionando categorías nuevas. Es la evolución normal de la propia herramienta si sigue creciendo y la cuidas.
  • Haz uso de herramientas de automatización que te faciliten su difusión y programación: gestores y programadores de contenidos, servicios de email marketing, etc.
  • Actualiza la estética y cuida la apariencia del blog: si has cambiado la web y su imagen, el blog también lo debe hacer.

 

Y como todo en lo que hago, siempre me gusta un abordaje emocional de sobre la gestión y supervivencia de este recurso tan útil:

  • Sé constante pero sin agobios.
  • Establece periodos de descanso para el blog, a parte de los que te quieras tomar tú de la Red en general.
  • Lee blogs similares, de temáticas cercas y complementarias, pero también de profesionales y áreas dispares.
  • Lee mucho, en general.
  • Tómate periodos de investigación, e intercala con otros de creación de contenidos para luego difundirlos y hacerlos visibles.
  • Estate atento a los datos pero sin obsesionarte: visitas, comentarios, nuevas suscripciones, bajas, etc.
  • Disfruta mientras lo haces y si no es así, introduce cambios: baja el ritmo, cambia de temática, revisa la estructura, analiza la estrategia.
  • No temas cambiar, es necesario. Tanto la imagen, como el estilo o los contenidos, irán cambiando a la velocidad y ritmo que tú lo hagas. El blog es un reflejo de quien eres (o debería serlo).
  • Cambia de referentes: los profesionales que antes te representaban o admirabas, ahora no …y eso tiene que notarse en tu blog.
  • Sé crítico contigo, pero desde el cariño. Admite tus errores y ponles remedio, mientras te lames las heridas que te causa ser consciente. Machate lo justo.
  • Fusiona con otro tipo de canales y prueba: podcast, vlog, streaming, chats de audio… Renueva la forma en la que te comunicas alineado con tu evolución y con la de tu público.
  • Explora, prueba, cambia, para, equivócate, acelera y acepta que el camino es duro mientras lo enfocas a resultados a medio o largo plazo.

 

Todo esto ha hecho que no tire la toalla con tantos cambios vividos en 5 años respecto al blog, pero soy consciente de que ambos hemos sobrevivido junto porque hemos sido muy flexibles el uno con la otra. Y porque, dentro de la adaptación a todo lo que nos ha ido pasando en este tiempo y nuestra forma de comunicar nuestro mensaje, sobre todo, nos hemos permitido muchas concesiones.

 

Tu blog eres tú y tus circunstancias.

 

Imagen: pixabay.com

 

 

Hemos soplado la primera vela del aniversario de la COVID-19 a nuestras vidas y la celebración en sí misma, tiene muchos deseos aún por cumplir.

Es cierto que muchos no hemos sufrido contagios (al menos, conscientemente) ni pérdidas directas, pero todos hemos padecido y padecemos las consecuencias de los colapsos sanitarios, el miedo a los contagios, la distancia social o la tan esperada recuperación económica.

Seguro que has leído mucho sobre los efectos de la pandemia, sus causas o síntomas (en nada te comparto un post y un vídeo sobre la fatiga pandémica), pero hoy quiero hablarte sobre algo que observo en estos últimos meses de manera muy acusada.

 

En estas últimas semanas, donde parece que se acerca esa ansiada normalidad, aunque sea con matices, resulta que dicha normalidad será más fácil de poner en práctica en nuestra cabeza e imaginación que en la propia realidad.

Nuestro cuerpo y nuestro cerebro se han ralentizado durante el confinamiento y los meses posteriores. A pesar de que esos cambios de hábitos forzados, en muchas ocasiones han generado estrés en la mayoría de personas, al mismo tiempo han reducido gran parte de nuestras actividades cotidianas. Durante meses, incluso más de 1 año en algunos casos, hemos limitado al mínimo las reuniones familiares y sociales, no hemos ido a la oficina, no hemos tenido reuniones presenciales, apenas conversamos con gente nueva, hemos dejado de coger el coche, el tren, el avión…

Todas y cada una de estas acciones tan cotidianas e insignificantes, nos hacían estar en activo a un nivel desconocido para nosotros, hasta ahora que nos hemos parado en seco y la vuelta a la actividad está siendo más dura de lo que pensábamos.

 

Añoramos volver a la oficina por esas conversaciones de pasillo y esos cafés que te acercan a la gente, pero a la hora de volver, nos sentimos más perezosos que ansiosos.

Deseábamos la libertad para coger el coche o un vuelo sin destino, pero ahora nos ponemos nerviosos sólo de pensar en todos los trámites necesarios para hacerlo con la velocidad y los resultados de hace 1 año.

Echábamos de menos volver a la rutina laboral, familiar, social, pero ducharse, vestirse y ponerse en marcha, nos lleva un esfuerzo mental impensable hace un año.

 

Yo lo llamo atrofia postpandémica.

Es una sensación de enquilosamiento físico y mental, producto de esa parálisis forzada y prolongada en el tiempo que genera en nosotros una desidia generalizada por todo aquello que era natural hace 1 año.

 

Sin pensarlo.

Sin saberlo.

Sin ser conscientes de ello, nuestras áreas cerebrales han perdido conexiones sinápticas implicadas en las relaciones sociales, la planificación y organización de información o la toma de decisiones. Todo ello nos vuelve más lentos, haciendo que la sensación de pesadez y dificultad anticipatoria sea de mayor tamaño.

De ahí, que no nos hayamos vuelto locos (y creo que no nos volveremos) por salir y socializar con la intensidad que con la que los memes inundan las redes sociales. De ahí, que nuestra vuelta a la oficina sea con una media sonrisa, ocultando la inseguridad que nos genera encender de nuevo nuestro ordenador o la sorpresa de encontrarnos con un atasco en la autopista en hora punta.

 

Si todo esto te ocurre, es algo normal. Tiene la importancia que tiene: tu musculatura física y mental está atrofiada, rígida, ha perdido la flexibilidad que tenía y no sabes exactamente cómo. Pero la ha perdido.

No te agobies (bueno, lo justo), porque poco a poco, con esfuerzo y sensaciones extrañas ante situaciones que consideramos normales hace poco tiempo, pero ahora no lo son, volverás a tener una agilidad igual o similar a la de hace un año.

 

Te dejo unas sencillas recomendaciones por si te apetece seguirlas para que te sea más sencillo:

  • Acepta que eres más lento que hace un año. Y no pasa nada, es producto de una situación forzada y transitoria.
  • Piensa que es algo que desaparecerá con el tiempo y con esfuerzo, a pesar de ser actos cotidianos, supondrán un esfuerzo con el que no cuentas.
  • Asume ese esfuerzo y date un tiempo extra para pasar por ese cansancio y pereza que deberías sentir pero que ahí están.
  • Ponte metas pequeñas, incluso ridículas cuando las veas en la distancia, pero ve poco a poco cumpliendo con pequeños pasos alcanzables que te impulsen a continuar al siguiente.
  • Refuerza esos logros, por pequeños que sean y consolídalos bien antes de pasar al próximo nivel.
  • Visualiza cómo te quieres ver en un tiempo prudencial y piensa que esa energía volverá poco a poco, pero que necesitas un tiempo y un esfuerzo adicional.
  • Aprovecha el momento para introducir nuevas formas de hacer rutinas inconscientes, de mejorarlas o adaptarlas a esta situación.

 

Esta atrofia postpandémica es otra de las muchas consecuencias invisibles de esta pandemia de la que no somos plenamente conscientes y que nos harán más difícil aún la vuelta a nuestra vida anterior. Pero como la gran mayoría, es pasajera.

Lenta, pesada, incómoda, pero pasajera.

 

Imagen: pixabay.com