La ficción, no es más que un reflejo de la realidad. O al menos, una parte de ella.

Y con ficción, me refiero al cine, la literatura, la música y todo el imaginario artístico de una época.

 

¿Te has parado a analizar el perfil de profesional exitos@ de las series/películas?. Si no lo has hecho, te lo hago yo:

– Profesionales dedicados en cuerpo y alma a su trabajo, sin ningún tipo aliciente más allá de sus quehaceres laborales.

– Personas con dificultades para crear relaciones sanas: pareja, familia, sociales, etc. Se salvan esos amigos «de toda la vida» que aparecen en última instancia para hacer alguna «intervención» de urgencia.

– Total o importante ausencia de apoyos (emocionales, económicos, sociales, etc.)

– Elevado porcentaje de personas con trastornos o patologías (depresión, alcoholismo, diversos trastornos mentales).

– Personas con situaciones traumáticas a sus espaldas, obviamente, no superadas y no elaboradas satisfactoriamente.

– Tendencia a la falta de comprensión de su entorno que se suple con aislamiento en sí mismo, en el trabajo o algún tipo de adicción.

– Bajo o muy bajo interés por el autocuidado: higiene, estética, moda, hábitos saludables.

– Fijación (rayando la obsesión) por encontrar solución a los problemas laborales.

– Gestión emocional nula o compleja: pasamos de un ser humano tan racional y frío que roza la psicopatía a otra visceral que centra sus esfuerzos en vengar lo propio y ajeno. Siempre a nivel laboral, ojo.

 

Y algún rasgo más que daría para un par de series de cualquier plataforma de las que conoces.

Estos ejemplos me vienen tras ver series como Mare de Eastwood, House, 007, Goliat, Mad Men, Succession, Halston, Cómo defender a un asesino y un sin de profesiones que cumplen la mayoría de estos rasgos.

Entre espías, policías, diseñadores de moda, abogados o doctores, no aparece la idea de tiempo libre, relaciones de pareja sanas, agendas familiares, proyectos vitales/personales, etc.

¿Cómo pretendemos que la conciliación sea parte de nuestra vida laboral, de nuestra idea de éxito profesional, si no concebimos una serie/película de ficción donde aparezcan estos conceptos?

Esto no es una crítica, es sólo una reflexión. Pues soy la primera que disfruta viendo como ruedan cabezas en Juego de Tronos o se deshacen de estorbos en Los Soprano. Pero si analizo qué consideran los medios de entretenimiento perfiles profesionales exitosos (resuelven crímenes, diagnostica con acierto, salvan vidas, evitan injusticias), y le sumo lo que nos atraen este tipo de personajes, tengo la sensación de estar cada vez más lejos del espejismo de conceptos como:

– estrategia centrada en la persona

– experiencia del candidato/empleado

– calidad de vida

– conciliación

– equilibrio

 

¿Te has parado a pensarlo alguna vez o sólo soy yo la que «veo» estas cosas?

 

Quizás debería desconectar mi cerebro de psicóloga al ver series/cine, pero no siempre puedo.

Tengo por costumbre, hablar sobre lo que vivo, lo que me inspira, mi día a día. Y por suerte, el mío más que interesante, en la mayoría de ocasiones. Al menos, profesionalmente hablando.

Hace unos días, en una formación sobre comunicación y gestión emocional, surgió el debate sobre el lema: «En el trabajo, no se va a hacer amigos». Y se armó el Belén, en el mejor de los sentidos. La sangre no llegó al río, todo lo contrario, enriqueció muchísimo el desarrollo de la formación y se llegaron a temas temas relacionados con el tema central de la formación, pero vinculados a un tema tan de tendencia que en breve, llegaremos a la saturación nivel «zona de confort» o «persona tóxica».

La felicidad y todo lo que la rodea (plenitud, amistad, satisfacción, etc) en el trabajo.

Tema estrella donde los haya, desde hace tiempo, pero que ahora incluye en su slogan la salud mental o el bienestar integral en el trabajo, y así ya tenemos el combo ganador de cualquier quiniela para que te puedan comprar la idea, propuesta o libro.

La Psicología lleva décadas estudiando y abogando por la necesidad de prevenir y abordar la salud mental de las personas en el trabajo (quizás te suene el concepto de la especialidad de Ergonomía y Psicosociología Aplicada, que ya tiene unos añitos). Y ahora, parece que de «repente», cualquier avispado sabe y puede intervenir en la salud mental del empleado a través de gestionar su felicidad en las organizaciones…

Siento, como en multitud de ocasiones, que me he perdido algo por el camino.

Antes de seguir abriendo este melón, concluiré con mi opinión al respecto del tema de ir hacer amigos en el trabajo. NO, al trabajo no se va a hacer amigos, aunque puede que surja la amistad, incluso el amor. Al trabajo, uno va a desarrollarse, a generar negocio, a obtener resultados, a aprender, a generar conocimiento, a abrir la mente, y como todo esto ocurre en un contexto social, pues hay posibilidad de que surjan relaciones. Tanto buenas como malas, enriquecedoras como complejas.

Por eso, si vas a trabajar con la idea de que tu oficina, tu taller o tu aeropuerto son el mejor lugar para hacer amigos, corres el riesgo de sufrir tremendas decepciones y frustraciones. La amistad, es una posible circunstancia colateral a tu trabajo, pero no puede ni debe ser el motivo más potente por el te levantas cada día para ir a trabajar.

Piensa que la amistad y el amor, dos (supuestos) pilares básicos de la felicidad occidental, se dan con personas que elegimos y nos eligen, en el mejor de los casos. Sin embargo, no participamos en la elección de las personas con las que compartimos nuestra jornada laboral, ya sean jefes, colaboradores, clientes, … Por lo tanto, pretender encontrar la felicidad en el entorno laboral mediante relaciones impuestas, es casi pretender ganar la lotería apostando una vez al año.

Otra cosa es perseguir el equilibrio laboral, al buscar la parte positiva de nuestro trabajo, intentar crear relaciones sanas con el resto de personas de nuestro contexto y desarrollarse al mismo tiempo. Esto, en sí mismo, ya implica un esfuerzo casi titánico, y en muchas ocasiones, imposible dadas las condiciones tan nocivas que podemos llegar a vivir en el trabajo. Con lo que, no: al trabajo no se va a hacer amigos, aunque puede que sí surjan si se dan muchos factores, entre los cuales está tu actitud y tus competencias profesionales y sociales.

La idea de pretender encontrar la felicidad en el trabajo, en un lugar en el que muchas veces estamos condenados a una transacción de nuestros servicios a cambio de dinero, nos esclaviza en lugar de liberarnos. Lo mejor que nos puede pasar es pensar en el trabajo como en una parte de nuestra vida en la que nos desarrollamos, aportamos o estamos temporalmente de paso y en la que a veces, insisto, aparece la amistad, el amor o la plenitud. Pero en caso de que es0 no ocurriese, no debería significar nada, dado que aún tenemos otras partes de nuestra vida donde elegir personas con las que pasar tiempo o aficiones con las que sentirnos plenos.

Volviendo al tema del que partía el post, creo que lo más cercano al bienestrar integral tan de moda, al equilibrio que requiere la salud mental humana, es lograr que cada uno de nosotros decida dónde encontrar aquello que defina como felicidad. Y en el caso de que no sea dentro del contexto labora, la personas no sea tachada como mediocre, egoísta o vaga. Un buen empleado no es sólo el que se desvive por su puesto y le dedica horas sin tener en cuenta su descanso, área personal o salud, también lo es una persona que no genera conflictos, que genera resultados y que además, lo hace en el tiempo en el que se ha comprometido en su contrato.

La felicidad, al igual que el éxito, como constructos sociales que son, dependen de modas y tendencias sociales. Y actualmente, nos encontramos ante la necesidad de vincular a ambos al rol laboral, cuando la persona tiene múltiples roles en los cuales puede depositar voluntariamente el esfuerzo y energía de encontrar la felicidad (y el éxito). Y todo ello, sin mermar sus cualidades o rendimiento laboral.

De ahí mi firme posición de no tener porqué ser feliz ni tener amigos, necesariamente, en el contexto laboral cuando ya se es en otras facetas de la vida decididas voluntariamente. Y si de paso, también lo somos y logramos encontrar la amistad, el amor o la felicidad en la oficina, pues…estupendo! Pero no debería de ser requisito imprescindible para ser un buen empleado, ni mucho menos  ser la excusa perfecta para crear nuevos puestos de trabajo centrados en hacernos felices donde tan sólo queremos ir a trabajar.

Imagen: Pixabay.com

El pasado 15 de mayo, junto con el cumple de mi pequeña, se cumplieron 5 años del nacimiento de mi blog y mi web profesional.

Como cada año, me gusta hacer un post que gire entorno a su creación, basado en agradecimientos, reflexiones, resúmenes… Y este año, le toca a cómo ha conseguido sobrevivir durante estos 5 años, y yo con él. Y ambos con salud mental, que es lo importante ;).

 

Antes de nada, te cuento las ideas más frecuentes que pasarán por tu cabeza antes de arrancar:

 

  • No tengo nada interesante qué contar
  • ¿Quién soy yo para aportar algo nuevo?
  • Mi capacidad para comunicar es muy limitada
  • Y ¿si escribo y nadie me lee?
  • Ya está todo dicho sobre mi área de conocimiento
  • No tengo tiempo ni paciencia para dedicarle al blog/web
  • No soy nada constante para este tipo de cosas
  • Y muchas más que pueden ser hasta malsonantes 😉

 

Obviamente, todos pasamos por este tipo de dudas y pensamientos que nos hacen ir y venir la idea de lanzarnos a esta aventura que favorece el posicionamiento y visibilidad de una marca e imagen profesional. Como otra herramienta más de branding personal, el blog requiere de una serie de cuidados para que los recursos empleados en él sean rentables (entendiendo la rentabilidad como la consecución de los objetivos que te has propuesto en un tiempo determinado):

 

  • Aprovecha el dominio de la web para vincular al blog: es mucho rentable en términos de SEO.
  • Usa un naming que tenga que ver contigo o con tu proyecto profesional de manera clara. Facilita el recuerdo y la vinculación contigo.
  • Sáltate la falsa humildad o el pudor improductivo de no usar tu nombre en tu blog o tu web. El poner .com, .es, .net.. ya es cosa tuya y de la estrategia que tengas en mente.
  • Tira de planificadores de contenidos y revísalos cada 6 meses para ver si cumplen con los criterios de tu estrategia.
  • Ten siempre a mano una agenda donde anotar aquello que te inspira y comunica quién eres, lo que haces y en qué puedes aportar.
  • Usa bancos de imágenes gratuitos y perfiles públicos (citando siempre) que te representen para añadir contenido visual al blog. Y no lo hagas con prisa, bucea con calma en la red y dedica parte del día a buscar esas imágenes impactantes o innovadoras para tus escritos.
  • Revisa las etiquetas y temas sobre los que comentas, creando y fusionando categorías nuevas. Es la evolución normal de la propia herramienta si sigue creciendo y la cuidas.
  • Haz uso de herramientas de automatización que te faciliten su difusión y programación: gestores y programadores de contenidos, servicios de email marketing, etc.
  • Actualiza la estética y cuida la apariencia del blog: si has cambiado la web y su imagen, el blog también lo debe hacer.

 

Y como todo en lo que hago, siempre me gusta un abordaje emocional de sobre la gestión y supervivencia de este recurso tan útil:

  • Sé constante pero sin agobios.
  • Establece periodos de descanso para el blog, a parte de los que te quieras tomar tú de la Red en general.
  • Lee blogs similares, de temáticas cercas y complementarias, pero también de profesionales y áreas dispares.
  • Lee mucho, en general.
  • Tómate periodos de investigación, e intercala con otros de creación de contenidos para luego difundirlos y hacerlos visibles.
  • Estate atento a los datos pero sin obsesionarte: visitas, comentarios, nuevas suscripciones, bajas, etc.
  • Disfruta mientras lo haces y si no es así, introduce cambios: baja el ritmo, cambia de temática, revisa la estructura, analiza la estrategia.
  • No temas cambiar, es necesario. Tanto la imagen, como el estilo o los contenidos, irán cambiando a la velocidad y ritmo que tú lo hagas. El blog es un reflejo de quien eres (o debería serlo).
  • Cambia de referentes: los profesionales que antes te representaban o admirabas, ahora no …y eso tiene que notarse en tu blog.
  • Sé crítico contigo, pero desde el cariño. Admite tus errores y ponles remedio, mientras te lames las heridas que te causa ser consciente. Machate lo justo.
  • Fusiona con otro tipo de canales y prueba: podcast, vlog, streaming, chats de audio… Renueva la forma en la que te comunicas alineado con tu evolución y con la de tu público.
  • Explora, prueba, cambia, para, equivócate, acelera y acepta que el camino es duro mientras lo enfocas a resultados a medio o largo plazo.

 

Todo esto ha hecho que no tire la toalla con tantos cambios vividos en 5 años respecto al blog, pero soy consciente de que ambos hemos sobrevivido junto porque hemos sido muy flexibles el uno con la otra. Y porque, dentro de la adaptación a todo lo que nos ha ido pasando en este tiempo y nuestra forma de comunicar nuestro mensaje, sobre todo, nos hemos permitido muchas concesiones.

 

Tu blog eres tú y tus circunstancias.

 

Imagen: pixabay.com

 

 

Hemos soplado la primera vela del aniversario de la COVID-19 a nuestras vidas y la celebración en sí misma, tiene muchos deseos aún por cumplir.

Es cierto que muchos no hemos sufrido contagios (al menos, conscientemente) ni pérdidas directas, pero todos hemos padecido y padecemos las consecuencias de los colapsos sanitarios, el miedo a los contagios, la distancia social o la tan esperada recuperación económica.

Seguro que has leído mucho sobre los efectos de la pandemia, sus causas o síntomas (en nada te comparto un post y un vídeo sobre la fatiga pandémica), pero hoy quiero hablarte sobre algo que observo en estos últimos meses de manera muy acusada.

 

En estas últimas semanas, donde parece que se acerca esa ansiada normalidad, aunque sea con matices, resulta que dicha normalidad será más fácil de poner en práctica en nuestra cabeza e imaginación que en la propia realidad.

Nuestro cuerpo y nuestro cerebro se han ralentizado durante el confinamiento y los meses posteriores. A pesar de que esos cambios de hábitos forzados, en muchas ocasiones han generado estrés en la mayoría de personas, al mismo tiempo han reducido gran parte de nuestras actividades cotidianas. Durante meses, incluso más de 1 año en algunos casos, hemos limitado al mínimo las reuniones familiares y sociales, no hemos ido a la oficina, no hemos tenido reuniones presenciales, apenas conversamos con gente nueva, hemos dejado de coger el coche, el tren, el avión…

Todas y cada una de estas acciones tan cotidianas e insignificantes, nos hacían estar en activo a un nivel desconocido para nosotros, hasta ahora que nos hemos parado en seco y la vuelta a la actividad está siendo más dura de lo que pensábamos.

 

Añoramos volver a la oficina por esas conversaciones de pasillo y esos cafés que te acercan a la gente, pero a la hora de volver, nos sentimos más perezosos que ansiosos.

Deseábamos la libertad para coger el coche o un vuelo sin destino, pero ahora nos ponemos nerviosos sólo de pensar en todos los trámites necesarios para hacerlo con la velocidad y los resultados de hace 1 año.

Echábamos de menos volver a la rutina laboral, familiar, social, pero ducharse, vestirse y ponerse en marcha, nos lleva un esfuerzo mental impensable hace un año.

 

Yo lo llamo atrofia postpandémica.

Es una sensación de enquilosamiento físico y mental, producto de esa parálisis forzada y prolongada en el tiempo que genera en nosotros una desidia generalizada por todo aquello que era natural hace 1 año.

 

Sin pensarlo.

Sin saberlo.

Sin ser conscientes de ello, nuestras áreas cerebrales han perdido conexiones sinápticas implicadas en las relaciones sociales, la planificación y organización de información o la toma de decisiones. Todo ello nos vuelve más lentos, haciendo que la sensación de pesadez y dificultad anticipatoria sea de mayor tamaño.

De ahí, que no nos hayamos vuelto locos (y creo que no nos volveremos) por salir y socializar con la intensidad que con la que los memes inundan las redes sociales. De ahí, que nuestra vuelta a la oficina sea con una media sonrisa, ocultando la inseguridad que nos genera encender de nuevo nuestro ordenador o la sorpresa de encontrarnos con un atasco en la autopista en hora punta.

 

Si todo esto te ocurre, es algo normal. Tiene la importancia que tiene: tu musculatura física y mental está atrofiada, rígida, ha perdido la flexibilidad que tenía y no sabes exactamente cómo. Pero la ha perdido.

No te agobies (bueno, lo justo), porque poco a poco, con esfuerzo y sensaciones extrañas ante situaciones que consideramos normales hace poco tiempo, pero ahora no lo son, volverás a tener una agilidad igual o similar a la de hace un año.

 

Te dejo unas sencillas recomendaciones por si te apetece seguirlas para que te sea más sencillo:

  • Acepta que eres más lento que hace un año. Y no pasa nada, es producto de una situación forzada y transitoria.
  • Piensa que es algo que desaparecerá con el tiempo y con esfuerzo, a pesar de ser actos cotidianos, supondrán un esfuerzo con el que no cuentas.
  • Asume ese esfuerzo y date un tiempo extra para pasar por ese cansancio y pereza que deberías sentir pero que ahí están.
  • Ponte metas pequeñas, incluso ridículas cuando las veas en la distancia, pero ve poco a poco cumpliendo con pequeños pasos alcanzables que te impulsen a continuar al siguiente.
  • Refuerza esos logros, por pequeños que sean y consolídalos bien antes de pasar al próximo nivel.
  • Visualiza cómo te quieres ver en un tiempo prudencial y piensa que esa energía volverá poco a poco, pero que necesitas un tiempo y un esfuerzo adicional.
  • Aprovecha el momento para introducir nuevas formas de hacer rutinas inconscientes, de mejorarlas o adaptarlas a esta situación.

 

Esta atrofia postpandémica es otra de las muchas consecuencias invisibles de esta pandemia de la que no somos plenamente conscientes y que nos harán más difícil aún la vuelta a nuestra vida anterior. Pero como la gran mayoría, es pasajera.

Lenta, pesada, incómoda, pero pasajera.

 

Imagen: pixabay.com

A estas alturas, ya habrás escuchado alguna vez la historia de mi relación con la Psicología, profesión que ejerzo enamorada por devoción, más que por esa vocación que se nos presupone en la época más cambiante de nuestra vida.

Mi ilusión en la infancia y la adolescencia, era ser universitaria, pues en mi familia más cercana no había ninguna persona que hubiese logrado estudiar una profesión universitaria y ejercerla posteriormente. De ahí mi falta de vocación clara por una profesión que fue algo casual y hoy es la columna dorsal de mi día a día, más allá del simple ejercicio.

Y si esto surgió, fue poco a poco, gradual, con sus altibajos, enamoramientos y decepciones, como todas mis relaciones.

A fuego lento.

Una de las primeras ideas que me hizo saber que estaba en el lugar adecuado fue conocer el modelo holístico o biopsicosocial de Engel (1977), desde el cual se aborda la visión global ser humano y que trasciende desde el modelo clásico puramente médico.

Algunas de las afirmaciones más interesantes de este modelo, desde mi punto de vista son que:

– Las variables de índole psicosocial son importantes para determinar la susceptibilidad, gravedad y curso del padecimiento más biológico que pudiera considerarse.

– La aceptación del rol de persona enferma no está determinado de manera mecánica por la presencia de una anomalía biológica.

– La relación del profesional de la salud con el paciente también influye en el resultado terapéutico, aunque sólo sea por la influencia que pueda tener sobre el cumplimiento del tratamiento.

Estas, junto a otras afirmaciones del modelo comprenden a la persona de una manera global, con lo que son diferentes factores los que confluyen en el resultado de su comportamiento, éxito o salud. Con lo que la validez de las tendencias humanistas centradas única y exclusivamente en la actitud de la persona, obviando el contexto cultural en el que se ha nacido, los valores adquiridos a lo largo de su vida o el componente biológico con el que se tiene que lidiar, tan de moda hoy día, dejan mucho que desear.

La perversión y endiosamiento de la Psicología Positiva como remedio a todos los males, es la muestra hecha realidad del paso de una pretendiente a consolidada disciplina de todo esto.
Desde la extrapolación de los éxitos una vida y biografía concreta a una muestra representativa estadística de la sociedad, pasando por sus endebles y maltrechos fundamentos teóricos hasta llegar a la uniformidad (o intento) por el concepto de felicidad y cambio sobre el cual se articulan gran parte de sus axiomas.

Por ello, muchos de los profesionales de la Psicología, los de las aulas de la facultad, revistas científicas, referencias empíricas, nos revelamos desde hace tiempo contra esta dictadura de la felicidad impostada en base al criterio simplón del “Si quieres, puedes” o “Sonríe, y el mundo te sonreirá”. Pretender entender así al ser humano, lo reduce a una postura infantil, ausente de crítica y en el cual recae toda la responsabilidad de ser feliz y conseguir lo que se proponga en la vida.

No son pataletas. Lo parece, pero no lo son.

Cuando en tu despacho y por delante de tus ojos, comienzan a repetirse patrones de conducta que derivan en desajustes emocionales y limitaciones para desarrollar una vida plena, tu obligación es investigar más allá de las modas y ver dónde puede estar el origen de esos «males» y ver qué está a tu alcance para poner remedio. Y aunque las redes sociales son un gran altavoz de conocimiento y profesionales, no debemos olvidar los libros, las bibliotecas, las revistas científicas, investigaciones, congresos y debates, donde está gran parte del avance de la humanidad.

Con lo que, ante una afirmación cualquiera, tendríamos que preguntarnos y preguntar en qué se basa para tales afirmaciones, sobre todo cuando impacta en la salud y bienestar de las personas mientras se convierte en la gallina de los huevos de oro de profesionales y allegados de la Psicología. Confundir artículos de opinión (propios y ajenos) con sentencias o teorías consolidadas, nos hace más daño que bien a todos.

Cuestionar y plantear dudas, nunca debió de dejar ser parte de nuestra esencia.

Nunca.

No se es mejor o peor persona, pero claramente, sí se es mejor o peor profesional si se sabe de qué se habla cuando se habla. Luego ya que queda la práctica profesional, la ética y el prestigio que van mucho más de los títulos y los conocimientos, pero sin ellos, estamos perdidos.

 

Imagen: google.com

 

Artículos de referencia:

– Cabanas, E., y Huertas, J. A. (2014). Psicología positiva y psicología popular de la autoayuda: un romance histórico, psicológico y cultural. Anales de Psicología, 30, 852-864
– Fernández-Ríos, L., y Rodríguez-Díaz, J. (2014). The “impact factor style of thinking”: A new theoretical fra- mework. International Journal of Clinical and Health Psychology, 14, 154-160.
– Fernández-Río, L. y Vilariño, M. (2016) Mitos de la Psicología Positiva: maniobras engañosas y pseudociencia. 
Papeles del Psicólogo, 37, 134-142.
– Pérez-Álvarez, M. (2012). La psicología positiva: Magia simpática. Papeles del Psicólogo, 33, 183-201.
– Pérez-Álvarez, M. (2013). La psicología positiva y sus amigos: en evidencia. Papeles del Psicólogo, 34, 208- 226.
– Piña, J. A. (2014). La psicología positiva: ¿Ciencia y práctica de la psicología? Papeles del Psicólogo, 35, 144-158.

Que vamos camino de llevar un año en una situación extraña, no es ninguna novedad. Y que la Navidad que estamos viviendo, por extensión, también lo está siendo, menos aún.
Con lo que, si cada año ya sufrías las consecuencias del espíritu navideño como, este año puede ser aún peor si no lo afrontas con una serie de pautas muy básica, pero no por ello, complejas de cumplir.

Venimos de unos meses estresantes, ambiguos y sin un final cierto (parece que con la vacuna está más cerca…). Llegamos a la Navidad ya cansados de este trajín emocional y aún con buen trecho por delante que nadie nos puede asegurar. Y a eso, hay que sumarle las batallas personales que llevamos a la espalda cada uno de nosotros.

Por ello, quiero compartir contigo, estas sencillas recomendaciones para hacer más llevadera esta época, intentando no aguar la fiesta a nadie ni crear más dramas de los necesarios:

– Anticiparse a ello: ocurre cada año y seguirá ocurriendo. No debería pillarnos por sorpresa. Cada diciembre…llega. ¿Cómo es posible que nos vuelva a ocurrir esta desidia, tristeza o hartura por estas entrañables fiestas? Pues va, y nos pilla. Con lo que, para el próximo año, sin anticiparnos en exceso (por aquello de vivir el presente), intenta mentalizarte con estas y otras estrategias que puedas ir adquiriendo durante el año. Observa, imita, lee, reflexiona, anota, actúa…prueba! Quizás el año próximo, con el precalentamiento, nos sea más fácil y no se nos atraviese la Nochebuena ni las uvas.

– Respetar la decisión de cada uno por cómo vivir esta época del año. Aunque te resulte incomprensible, hay quien pone el árbol el noviembre porque en octubre ya lo tiene todo pensado y está disfrutando de manera anticipada en septiembre sobre cómo poner el árbol este año, si comprará figuritas nuevas para el Belén o el cambio de color de las luces navideñas. Además de respetar las ilusiones ajenas, siempre haciendo ver que no las compartes y sin sentirte obligado a nada, intenta conversar, comprender y escuchar cuál es el motivo de que sean unas semanas para esas personas. Quizás descubras algo nuevo…

– Utilizar los días «especiales» para hacer cosas especiales. No las que hace todo el mundo, cosas especiales para ti. Que son épocas especiales, no cabe la menor duda. Pero quizás lo especial que hacen otras personas, familias o grupos no tiene porqué serlo para ti. Realiza acciones diferentes a lo cotidiano en estos días clave complicados pensando solamente en algo que te haga sentirte bien a ti, da igual si es la antítesis de la Navidad insuflada que vemos en las películas. Se trata de hacerla más llevadera para ti. Y si puedes y te apetece, intenta compartirlo con otras personas. Te sorprenderá la cantidad de opciones de celebraciones que existen!

– Crear nuevas tradiciones, algún día fue la primera vez de toda tradición. Nada más bonito que los recuerdos navideños, de las tradiciones que cada año se repiten. Pero muchas de ellas, vienen de otros contextos y personas que no somos nosotros ni se basan en nuestras circunstancias o necesidades. Crea nuevos recuerdos, a solas o en compañía, inventa nuevas tradiciones que te hagan sentirte bien y hazlo acompañado si te apetece. Ir a recoger piñas secas a pinares cerca de la playa, acudir a un spa solo, hacer jarrones de barro, ordenar estanterías, crear nuevas recetas en familia… Hay un sinfín de tradiciones nuevas esperando a ser creadas por ti.

– Sustituir las ausencias irremplazables por homenajes, tributos o alegorías. Emotivas pero no dramáticas, simbólicas pero no obsesivas. Sin contar con lo que nos ha robado la COVID19, cada año extrañamos más profundamente a los que ya no están con nosotros. Este año, se acentúa con la falta de despedidas y cierres de duelo, las estancias obligadas en hospitales con prohibición de visitas o los cierres de frontera. Sea como sea, habrá muchas sillas vacías, muchos huecos temporales o irremplazables en mesas que antes estaban a rebosar. Crea rituales que te haga sentirte más cerca de esas personas y hazlos en su honor pero según tus gustos y necesidades: enciende velas, pon su música favorita, deja una silla vacía y ponle un lazo bonito, rocía su colonia en pañuelo, ambienta con su olor favorito la sala. Siempre y cuando no te haga sufrir más de lo que ya lo hace la propia ausencia. Se trata de una especie de “ceremonia privada y especial”, no puede llevarte a ser más infeliz que antes de realizarla.

– Ayudarse de la tecnología y la creatividad para acortar distancias. Para esas distancias obligadas pero temporales, tira de inventiva. Cena con el ordenador en la mesa y dale uso familiar y personal a las videoconferencias, hay un montón de opciones. Tómate café o brinda con esas personas que no puedes estar y forman parte de tu vida, haz multiconferencias con parte de la familia y amigos mientras preparas la cena, tómate las uvas al teléfono con esa amiga especial o canta villancicos con un filtro típico con tus hijos. La tecnología nunca estuvo tan a nuestro favor…

– Si es necesario, aislarse los días más complicados para ti. El día de Nochebuenas o Navidad, también puede ocupar el lugar de tu «día de mierda». Todos tenemos un día malo, pero parece que no puede ser en días clave como Nochebuena, fin de año o la víspera de Reyes. Los días malos, no preguntan cuando es bueno presentarse. A veces, llegan sin más y otras, pues ya estaban frotándose las manos para aparecer. Lejos de decirte que tires la toalla y te vuelvas un hermitaño, no pasa nada si ciertos días clave, muy difíciles de superar para ti siguiendo las normas sociales de esta época, te aislas y simplemente, esperas que pasen. Hazlo saber a aquellas personas que les gustaría estar contigo o compartir estos días contigo, asume que puede que se disgusten o enfaden, y házselo llevadero a ellos también, pero sin tener que ceder a algo que no es posible para ti en estos momentos. Si lo haces bien, no pasa nada ;).

– Aceptar la presencia de cualquier emoción en esta época y más aún, dado el año que llevamos. La Navidad es la época más feliz del año…para quien lo es. Y no todos estamos por la labor de sentirnos así. La Navidad, es una época y puedes sentirte de mil formas diferentes, según tu estado de salud, circunstancias o capacidad para afrontar lo que te esté pasando. No es necesario forzar la maquinaria de sonrisa permanente ni que aparezca ese espíritu de bondad que nos debería acompañar todo el año. Puedes sentirte de muchas otras formas y no culpar de ello a nadie, ni que nadie te culpe de ello a ti tampoco.

– Intentar disfrutar de lo que tenemos a nuestro alcance sin añorar en exceso lo perdido ni anhelar con ahínco lo que deseamos que llegue. No es la Navidad soñada, la que esperas cada año, es atípica y se veía venir hace meses. Intenta sacar partido a lo que te ofrece esta y por obligación, mira su lado positivo que en otro momento, no lo sería. Puedes ahorrar dinero al gasta menos en salidas y regalos, al tener menos relaciones sociales, puedes dedicarte más tiempo a ti mismo. Puede ser el momento de hacer cosas que nunca haces por falta de tiempo en soledad o en casa. También estarás más descansado al no deberte a los círculos sociales obligados cada año… Quizás no sea fácil, pero si te pones, le sacas algo bueno. Pero todo tiene su momento, y en plena tristeza, angustia o enfado, el lado positivo no existe. Así que una vez que pase, será el momento de ver la luz.

– Focalizar en qué está época, como cualquier otra, también se acaba. No obsesionarse con el deseo que se acabe, sino centrarse en qué con total seguridad, se acaban. Y si cada año llega y la sabíamos, cada año acaba y no debemos olvidarlo. Enero llegará y las sobras de las comidas copiosas, desaparecerán, llegarán las rebajas, la cuesta de enero, la vuelta al trabajo (o a su búsqueda), el cole y dentro de esta incertidumbre impuesta, habrá rutinas que volverán y la Navidad se desvanecerá hasta el próximo año y tú serán feliz por ello. Y eso, no te hace ser el malo de la película, por esto, ni es una película ni hay bueno ni malos.

Feliz Navidad y Felices Fiestas, siempre que te apetezca.

Imagen: istock.com

Con esto del confinamiento, la productividad y las rutinas, se han creado unos mitos alrededor del (supuesto) teletrabajo que nos están haciendo dejar a un lado pequeños placeres que nos harán más llevadera esta situación.

 

A continuación te comparto los lujos que tenemos a nuestro alcance y que estamos ignorando por aquello de pensar que lo que estamos haciendo en esta situación forzada de productividad, es realmente…teletrabajo:

 

– Vestirte como si fueses a la oficina: la parte clave de la expresión es “como si”. Es que no vas a ir a ninguna parte, ni hoy ni mañana ni pasado. Salvo que tengas perro y tengas que ir a la compra, y espero que esto lo hagas de manera consciente, con lo que será pocas veces y rápido. Por lo tanto, ¿qué necesidad tienes de vestirte con americana, camisa, vaqueros o demás ropa que no te sea cómoda para ir del sofá al escritorio y de ahí, a la cocina?

Ya no te digo nada, del tema de estar con calzado de calle. Los entendidos dicen que para meterse de lleno en el teletrabajo, hasta calzado de calle (tacón, mocasín, etc.) has de ponerte durante toda la jornada laboral.

Yo no lo veo. No sólo por cuidar de mi parquet, que sólo pensar en barnizarlo se me ponen los vellos de punta, sino porque…estoy 24 horas en casa!!! Y no estoy teletrabajando, estoy haciendo algo parecido a hacer cosas de casa cuando puedo.

 

– Imagen personal global: ducha, maquillaje, peinado. Si ya me da pereza ponerme el “uniforme” de trabajo, no te digo ná lo de maquillarme, peinarme o ducharme bien temprano. Salvo que sea algo que algo que te guste o te active por naturaleza y te haga sentirte mejor, te invito a que te duches a deshora y que no te peines como lo harías para ir a trabajar. El placer de plantarte un moño estilo “homeless” y no maquillarte en semanas, es algo que sólo en este contexto no tiene connotaciones de dejadez o principios de depresión (estoy ya es menos broma…). Ahora, si te gusta verte bien y te hace sentirte mejor estando en casa, adelante Señorit@ Pepis!.

 

– Crear rutinas y ponerte límites: sí y no. Estamos en un momento en el que realmente da igual la hora a la que nos levantemos, comamos o empecemos una determinada tarea. Por norma general, mañana será igual. Llevamos 1 mes en el día de la marmota, qué puede ir tan mal si nos pasamos de la hora? Tampoco es cuestión de comamos callos a las 3 de la mañana, pero si flexibilizamos un poquito los horarios y nos basamos más en resultados, igual nos va hasta un poco mejor. Es decir, en lugar de poner horarios estrictos para trabajar y realizar las comidas, plantéate el comer 3 veces al día con 3-4 horas máximas de separación entre comidas y realizar entregas determinadas de trabajos o tareas. No sé, es sólo una idea.

 

– Ser productiv@, a toda costa: no y no. Al menos entendido como estar haciendo constantemente algo que ni siquiera te habías planteado o no te gusta. No te gusta cocinar, no cocines. Te aburre la ópera, no vayas a conciertos virtuales. No eres de leer, no leas. No eres de estar todo día conectado ni llamando, no lo estés. No eres de hacer deporte, no te metas al fitness ahora de repente. No has visto series míticas, no las veas. Ya bastante tenemos con sobrevivir a todo esto, como para encima ponernos a hacer todo tipo de tareas insatisfactorias por norma general para nosotros. No hacer nada, ya es mucho. Pero sobre todo, hacer algo por imposición ajena, por presión social o por autoexigencia, no te hará mejor. Ni ahora ni cuando salgamos de esta crisis. Y piensa ¿en qué momentos has tenido la oportunidad de ser útil al mundo sin hacer nada? En la vida!!! Aprovecha, que esto se pasará, de verdad y no sé cuando volveremos a tener tiempo para no ser productivos y que sea provechoso al mismo tiempo.

 

– Estar más con los tuyos: a lo mejor lo que necesitas en este confinamiento es estar sol@, para dormir, descansar, no dar explicaciones, pensar, discutir contigo mism@… Y quizás no puedas hacerlo por tu situación personal. Así que, aunque es tiempo para poner a prueba relaciones, familias y, sobre todo, paciencia, no pasa nada por echar de menos estar a solas, en silencio y sin ganas de compartir espacio con otras personas. No eres antisocial ni nada por estilo, es que …todo, en extremos más, cansa. No necesitas estar agradecid@a la vida, ni salir reforzad@de esta, si salir siendo mejor, con que salgas, ya casi te vale, me vale.

 

En fin, que espero que hacer caer estos mitos te hagan más llevadera la situación que estamos viviendo. A mí, pensar así me ha venido bien por momentos, y si te puede venir a ti, bienvenido sea.

 

En caso contrario, este mensaje se borrará de tu memoria en 5 segundos.

 

Y tan felices, oiga.

 

Imagen: static1.larioja.com

 

A veces parece que quien no está presente y no hace nada de manera visible, está haciendo literalmente eso: NADA.

 

Y a veces, nada más lejos de la realidad.

 

Nunca mejor dicho.

 

El mundo sufre una pandemia que nos confina en nuestras casas, con mayor o menor suerte, según los metros cuadrados de los que disponemos, el apoyo social y familiar a nuestra disposición o el acopio de paciencia y dinero con el que contamos.

 

Y el mundo entero parece haberse parado a muchos niveles por la crisis sanitaria y el COVID-19.

Pero sólo lo parece.

 

Tras el miedo a enfermar o perder a nuestros seres queridos y un paso más allá de la esperanza sobre el final de todo esto, cada uno se hace de nosotros preguntas en silencio que nadie puede responder a ciencia cierta a pesar de los cientos de artículos publicados a principios de año cuyo titular arrancaban con “Tendencias del 2020 que ya están aquí en…”

 

Resulta un tanto frío pensar en el mañana, en cómo saldremos adelante desde el punto de vista más materialista, pero es totalmente necesario. Centrar parte de nuestra energía en el momento en el que esta pesadilla acabe, en dosificar energía para aguantar la maratón que supone a nivel físico, psicológico y económico, lejos de parecer una opción cómoda, te invito a que la consideres como una opción más.

 

Pero es mucho más sencillo dejarse llevar por el impulso inicial de momento de emociones con una carga muy intensa como son el miedo, la tristeza o la euforia. Es mucho más sencillo porque es visceral (nos sale de las vísceras) y en un momento como este, es lo que se espera del ser humano.

 

Se espera y se consiente, porque es algo humano, natural dadas las circunstancias pero no por ello ha de ser lo correcto ni adecuado para cualquier persona y sobre todo, sostenido en el tiempo. Y sobre manera, no es lo adecuado si es una forma de retrasar la aceptación y asunción de las consecuencias de esta situación, no es lo más saludable si supone una evitación en toda regla.

 

Pero lo que no se espera es que hagamos acopio de recursos para la fase final de confinamiento o la apertura gradual del mismo, ni mucho menos para los meses posteriores donde se intente volver a la normalidad. Y digo intente, con toda la intención del mundo, porque esa normalidad que esperamos, no va a volver. Volverá otra que pronto llamaremos normalidad, pero que no será la anterior a esta pandemia. No sé si mejor o peor, pero la normalidad previa, no volverá.

 

Y eso, conlleva un reajuste cognitivo y emocional que NO nos hemos permitido. Y a quien se lo permite, haciendo uso del silencio, de tomar distancia, de mirar hacia a dentro, de no opinar alegremente, incluso de desaparecer, como era de esperar, se le recrimina por no seguir la tendencia ruidosa que impera en estos momentos. Se le sanciona por no hacer lo que se esperaba de él en estos momentos, porque es lo que todo el mundo hace, olvidando que lo que todo el mundo hace, puede no ser lo correcto.

 

Y entonces llegan las mil y una actividades en casa para no aburrirte, para ti y para toda la familia, las videoconferencias a 5 bandas a todas horas, la infame cantidad de información que desborda los cientos de canales a los que estamos hipercontectados, los consejos por doquier para ser más productivo aún que hace un mes, la rapidez por adaptarse a las necesidades de esta situación de urgencia como si llevásemos media vida preparados para ello. Y es entonces cuando veo que NO estamos comprendiendo absolutamente nada de lo que está ocurriendo delante de nuestros ojos.

 

Se deja de lado, por ser poco productiva y visible, la opción de parar, esperar, observar, analizar, recuperar fuerzas para el después. Porque habrá un después, lo sabes, ¿verdad? Y necesitará de muchos recursos que se han perdido jugando al bingo en el patio de vecinos o escupiendo insultos contra políticos de aquí y allá (que todo en su medida, viene hasta bien…). Y cuando sea el momento de tomar decisiones importantes, estaremos exhaustos y no recordaremos el motivo, pero lo estaremos.

 

Elijo quedarme quieta, esperar desde la calma (que no siempre consigo), no ser parte del ruido imperante que tanto me molesta.

Elijo pensar en el mañana desde el presente, dosificando lo que tengo a mi disposición y allanando el camino para lo que ha de llegar.

Elijo no malgastar fuerzas en modas mientas tomo nota de lo importante a través de un importante y agotador filtrado.

 

Elijo ser estratega desde la inacción aparente. Qué mal suena en estos momentos donde debería primar la solidaridad, el hacer, el estar. Pero elijo la estrategia del no hacer nada.

 

Elijo observar a grandes marcas, analizar datos y comportamientos, extraer y comparar conclusiones, observar a referentes profesionales con diferente impacto, leer estudios sobre distintos ámbitos, hablar con personas de mi entorno cercano. Pero también elijo apartarme por momentos, estar en silencio, pensar en solitario, sin compartir reflexiones, anotar ideas y sobre todo, esperar.

Porque es que a veces, la mejor estrategia, la única posible, al menos para mí, es la de no hacer nada…aparentemente.

 

Imagen: pinterest.com

Seguro que tienes alguna persona en tu vida con la que compartes tus inquietudes y miserias, y éstas se vuelven más livianas, menos duras. Más pequeñas.

 

Imagino que también practicarás algún tipo de actividad o afición que te resulte placentera y consiga evadirte de tu día a día. Desde el deporte al baile, desde la pintura a pasear sin rumbo, desde tomarte una caña los viernes a escribir tus reflexiones en un pequeño diario.

 

Y que también tendrás algún tipo de música que te evoque y facilite determinadas sensaciones o emociones, ya sean buenas o no tan buenas. Incluso olores, lugares, prendas de ropa…

 

Estas personas, aficiones, canciones, lugares son terapéuticos por el efecto que generan en ti. Al menos, yo las denomino así: terapéuticas. No son personas profesionales de la salud mental ni del bienestar, incluso muchas veces no son ni personas! No son terapeutas, ni sustituirán nunca los profesionales de la salud, pero te hace un bien inmenso tenerlos cerca en el momento adecuado porque te ayudan a evocar aquello que por ti mismo no puedes.

 

Por ello, quiero compartir contigo un listado de series terapéuticas.

 

Mi listado.

 

Este listado es personal e intrasferible, me explico: estas series lo son para mí y lo han sido por el momento en el que me han llegado y ayudado a afrontar diferentes situaciones emocionales de mi vida. O al menos, yo considero que así ha sido.

 

Empezamos…

 

Juego de Tronos

Llegué a ella a punto de estrenarse su última temporada. Me perdí 8 años de intrigas por capítulos (menos mal!) y la pude disfrutar de golpe en 2 meses, unos meses personalmente complicados. Cuánto me hicieron disfrutar las estrategias sin escrúpulos de algunos de sus personajes, el ansia de poder escondido en cada esquina de las fortalezas, en cada centímetro de las mallas cubiertas por armaduras.

Cuánta similitud con la vida cotidiana, con la realidad del día a día y no sólo con los RRHH como pensaba antes de ver la serie, dada la infinidad de artículos existentes sobre el tema.

 

Los Stark, los Lannister, los Targaryen.

Los dragones, el muro, los caminantes blancos.

El amor, el poder, la guerra, la venganza.

Los linajes, la sangre, las espadas, los tronos, la mujer, Arya

Para mí, ha sido LA SERIE, sin lugar a dudas de esta etapa de mi vida. Si quieres saber más sobre mi opinión de la serie podrás verlo aquí o aquí.

 

The leftovers

Serie de culto, no apta para mentes cerradas ni predispuestas a navegar entre la culpa, la muerte, la aceptación, la superación, la fe y el lado oscuro del ser humano a través de un simbolismo elaborado y embriagador.

Una banda sonora deliciosa llena de referencias y fantásticas versiones donde todo tiene significado, en un entramado entre la ciencia ficción y la realidad, que te hace ahondar de manera sutil en la forma en la que llenamos los vacíos  a los que expone la vida. Los abandonos, separaciones, desapariciones, enigmas y respuestas sin responder.

 

Maravilloso Justin Theroux y maravillosa serie para ver a solas, con una copa de vino y buen queso en formato maratón. Pañuelos cerca…por si acaso.

 

Euphoria

Porque nunca un eye liner con purpurina e iridiscente me había hecho pensar tanto.

Porque hacía tiempo (casi desde Copycat) que no veía un representación tan «fiel» de la depresión, el trastorno bipolar o la ansiedad.

Porque nunca había sido tan consciente de cómo la generación que ha crecido con la red, se comunica en la red, vive en la red y para la red… Y es totalmente comprensible (que no sano, pero comprensible).

Porque nunca habría disfrutado y sufrido tanto con un serie de adolescentes, donde los trastornos mentales, la sexualidad, la (falta de) comunicación, las adicciones y el lado oscuro del ser humano están a más a flor de piel que cualquier tatuaje efímero.

Porque nunca una sudadera masculina había significado tanto para mí en un cuerpo «perfecto» de adolescente atormentada.

Magistral: último capítulo. Música, simbología, significados ocultos que cobran sentido, oscuridad con atisbos de luz y un final tan abierto como tu corazón pueda soportar.

 

El cuento de la criada

Durísima distopía sobre el papel de la mujer en un mundo donde la fecundidad se ha vuelto un bien preciado.

Verla, tengas hijos o no, tengas pareja o no, tengas trabajo o no, te hace pensar (y mucho) en la delicada y frustrante situación de la mujer en una realidad que pudiera llegar a no ser ficticia.

Difícil de ver, a veces lenta, dura. Sobre todo, dura y compleja estructura social que subyuga a la mujer (y también a clases no pudientes) y la somete a atrocidades de difícil comprensión desde la comodidad y libertad del sofá de tu casa.

Serie para pensar sobre lo que NO quieres que te ocurra como mujer o las mujeres de tu vida.

 

Succession

Admito que una vez finalizada GOT, me sentí perdida respecto a series con una trama complicada y con estrategias familiares tan complejas como las que viví con intensidad en Westeros.

Pero llegó Succession. Y aún está. Y llegó para recordarme a esas familias y relaciones modélicas que son más de lo que aparentan.

Que la perfección ni existe ni es necesaria y mucho menos en las relaciones entre personas.

Que, en caso de que veas perfección, será cuestión de haber discutido, negociado, cedido, puesto límites mientras se ríe, llora, grita o escucha.

Porque lo idílico que vemos, que quizás no lo sea tanto, lo que nos gusta ver en las relación… Quizás no sea gratuito.

Mansiones, inversiones, lujos indecentes. Fortunas que se tambalean, dramas familiares, puñales emocionales por la espalda y un «sálvese quien pueda» ante la pérdida de status se entremezclan en cada capítulo de esta serie, que finaliza con una segunda temporada brillante.

 

Pose

Dentro de toda la dureza que escondían los suburbios de la Nueva York principios de los 80, con el VIH como telón de fondo de la gran manzana y las dificultades del colectivo transgénero, esta serie me ha hecho reir y llorar a partes iguales.

Entre bolas de espejos de discoteca, rutilantes concursos de disfraces, coreografías imposibles, luchas de poder dentro de los estamentos más desfavorecidos. Entre brillos, rasos, plumas, sombras de ojos, maquillajes y relaciones de ida y vuelta, consigue meterte de lleno en la complicada vida y lucha de un colectivo que hasta entonces había permanecido invisible y quiere buscar su hueco…a lo grande.

La desigualdad vestida de lentejuelas, pero desigualdad al fin y al cabo.

 

Years and years

Otra distopía, más centrada en aspectos sociopolíticos pero que no deja la lado reflexiones filosóficas sobre la evolución de la especie humana. El cómo los instintos más básico del ser humano, aquellos supuestamente controlados y que nos hacen ser superiores, nos pueden llevar un contexto tecnológico tan (des?)humanizado como avanzado, pero incapaz de dejar a un lado las pulsiones y emociones de las personas.

Para pensar y mucho, sobre el impacto de decisiones políticas mundiales radicales, de la tecnología en las relaciones y formas de vida y comprender que nadie es intocable a los efectos colaterales de grandes movimientos.

 

Y ¿qué requisitos tiene cumplir una serie terapéutica para ser terapéutica?:

  • Que me haga pensar e ir más allá, incluso de lo deseado.
  • Que consiga llevarme a situaciones emocionales a las que no puedo por mí misma en ese momento. Puede ser tanto llorar hasta dormirme, como activarme para dar el paso definitivo.
  • Que me presente una visión diferente a la habitual sobre algún tema.
  • Que permita entrar y salir a mi antojo de la realidad.
  • Que cuando acabe, me haga estar en un estado diferente al que me encontraba cuando la empecé.
  • Que me entretenga: puede ser profunda y emocional, pero también incluir grandes dosis de humor.

 

Espero que las disfrutes y compartas conmigo tu listado de series terapéuticas, haciendo así que el mío quede siga creciendo y sumando momentos terapéuticos.

 

Imagen: Sesión de cine habitual en «Las chicas Gilmore» (google.com)

Nadie dijo que los inicios fuesen fáciles.

Ni los retornos.

Ni los finales.

Ni mucho menos, los puntos intermedios. Que ni pa´ lante, ni pa atrás.

 

Seguro que hoy, primer día del curso 2019-2020 para muchos, te identificas con cualquiera de estos puntos vitales.

 

Tú que me lees, quizás empieces tu primer día de trabajo, o sea el último y aún ni lo sepas.

 

O para ti, sea tu primer día buscando empleo, o el enésimo, que ya es un trabajo en sí mismo. Sobre todo, cuando lo haces bien.

 

O puede que sea tu vuelta al empleo que tanto te costó conseguir y ahora se te hace insufrible mantener. O sea tu salvación al no poder desarrollarte en ninguna otra área de tu vida que no sea la laboral.

 

Qué se yo la cantidad de situaciones por las que pueden estar pasando los más 7,700 millones de personas que somos en el mundo, como para tener la autoridad suficiente de decirte cómo tienes que enfrentarte a este primer día del nuevo curso, porque quizás seas tú el que tengas que darnos ánimos al resto.

 

Nos hemos pasado el verano escribiendo y leyendo sobre la desconexión digital, el agotamiento que genera la hiperconectividad, lo que nos cuesta centrarnos en nuestro tiempo libre…y ahora resulta que tenemos síndrome postvacacional.

 

Esto no hay quien lo entienda!

Bien merece un #SeNosHaIdoLaPinza!

 

Quizás nos empeñemos en patologizar todo e inventarnos síndromes (admito que tiene su punto…), cuando es posible que estemos como locos por volver a la rutina, incluida la de la queja: que si el cole, que si el trabajo, que si el jefe/compañero, que si el desempleo, que si la política.

 

Puede que sea un día clave o un día más, un día cualquiera, un día que has planificado hasta la extenuación o que improvisas como es costumbre en ti. O que estrenes la agenda a la que tantas ganas tienes o por el contrario te dejes llevar una vez más por el kaos que reina en tu vida y tanto te gusta.

 

Quiero que seas libre de llegar a la oficina con tu mejor sonrisa o con el ceño fruncido, siempre sin perder la educación. Me gustaría verte a la puerta del cole ilusionada por dejar a los peques en el cole y tomarte un café a solas contigo misma, o con una lagrimilla asomando porque los vas a echar de menos después pasar el verano juntos.

 

Me encantaría escucharte mañana  mientras hablas de lo idílico de tu período estival o de lo frustrante que ha sido al no poder hacer nada de lo que tenías previsto. Todo lo que digas o hagas me parecerá tan normal…

 

De veras, que cada vez se me hace más cuesta arriba darte consejos que no me has pedido sobre cómo debes llevar una vida perfecta, LA vida perfecta que se supone que todos debiéramos tener.

 

De ahí, que mi lista de tips para volver con fuerza (nótese la ironía…) son muy reducidos:

 

  • Tómate tu tiempo, teniendo en cuenta que tu entorno te lo marca de una u otra forma. Pero no te plantees darlo todo ni amargarte cada 5 minutos pensando que estás donde no te apetece. Intenta no moverte en los extremos, y si lo haces, no te martirices por ello, con ser consciente de ello e intentar frenar el bucle, ya estás haciendo algo.
  • Pide ayuda si lo necesitas: si no recuerdas algo, si estás cansada cuando “deberías” estar a tope, si te apetece compartir que tienes desganas… Pero también si estás entusiasmada con volver a la rutina o te encanta continuar en el punto donde lo dejaste hace unas semanas.
  • Plantéate objetivos realistas y propios, básicamente propios. No lo que se espera de ti, lo que deberías, lo que toca… Y compártelos con quienes crees que puedan ayudarte. Si lo tuyo no es el gimnasio, pues no te matricules en el que está de moda y si no te gustan los idiomas, pues ya no hace falta que te veas las series de HBO en versión original. Quizás te apetezca aprender a tocar la batería de una vez por todas…
  • Cuida tu cuerpo como lo haces al intentar pensar “en positivo” para volver mejor. Alimentación sana, descanso adecuado y tiempo de ocio mínimo, siempre adaptado a tus circunstancias y necesidades, pero en busca de lograr unos hábitos saludables.

 

 

Con esto, te deseo que tengas un buen lunes de vuelta al cole, pero no menos que el que te deseo mañana o te desearé dentro de 27 días exactamente. Y que sobrevivas a él todo lo dignamente que puedas si se te hace cuesta arriba o que sigas con el mismo ritmo que hasta ahora. Incluso hasta podría pedirte que lo aflojaras un poco si piensas que vas demasiado forzada.

 

En definitiva, que este es el antipost de la vuelta al cole y que no me pienso extender más que hoy también es un día duro para mí, o quizás esté tan ilusionada con la vuelta a la rutina, que no quiera dedicarle ni un minuto más a este texto. Lo mismo que deberías hacer tú y dedicarlo a lo que tiene que ser: tu vida, sin listados, ni recomendaciones, ni consejos no solicitados.

 

Feliz vuelta! O no…

 

Imagen: Getty Images.